La colaboración entre el observatorio estadounidense LIGO y el europeo Virgo ha hecho posible la detección de una onda gravitacional, una distorsión del espacio-tiempo, por cuarta vez. La observación se produjo el pasado 14 de agosto y se relaciona con los momentos finales de la fusión de dos agujeros negros con masas alrededor de 31 y 25 veces la del Sol, a unos 1.800 millones de años luz de distancia.
Objetos astrofísicos identificados como agujeros negros podrían ser, en realidad, estrellas de gran densidad. Su formación sería el resultado final de múltiples transformaciones disipativas de agujeros negros en su inverso temporal, agujeros blancos, que en un corto plazo de tiempo se descoloran y dejan escapar la luz en lugar de impedir su salida, según una investigación en la que participa la Universidad Complutense de Madrid.
Moda, fe y fantasía se unen en un libro para entender el universo. La mezcla puede parecer controvertida, y seguramente lo sea, como su autor, Roger Penrose (Colwester, Inglaterra, 1931), que a sus 85 años sigue yendo a contracorriente. El físico no renuncia a las ideas “alocadas”, como él las define, para explicar el origen y destino del universo.
Roger Penrose en Tenerife. / Sinc
Roger Penrose en Tenerife. / Sinc
Las fusiones de dos agujeros negros, como las que produjeron las ondas gravitacionales descubiertas por el observatorio LIGO, se consideran procesos complejísimos que solo se pueden simular con los superordenadores más potentes del mundo. Sin embargo, dos físicos teóricos de la Universidad de Barcelona han demostrado que con ecuaciones sencillas se puede explicar lo que ocurre en la frontera espacio-temporal de los dos objetos en fusión, al menos cuando se une un agujero negro gigante con otro diminuto.
Fusión de dos agujeros negros, en la que uno es tan grande que solo se muestra una porción casi plana de él, mientras el otro, más pequeño, cae y es absorbido por él. / Crédito: Roberto Emparan & Marina Martínez
Receta para una fusión de agujeros negros con onda gravitacional