Durante la Primera Guerra Mundial, unas 4.000 mujeres fueron empleadas para pintar los relojes de los soldados con radio, el elemento luminiscente recién descubierto. Las obreras trabajaban sin protección en medio del polvo brillante; incluso lamían las cerdas de los pinceles. El cáncer se cebó con ellas. De su calvario y su lucha trata el libro de Kate Moore, una historia de derechos laborales, riesgo radiológico y discriminación de género.