Al igual que las personas reconocemos el canto de un pájaro o el ladrido de un perro, estos últimos, protagonistas del #Cienciaalobestia, diferencian no solo las vocalizaciones caninas de las humanas, sino que también reconocen el contenido emocional de cada sonido. Así lo revela un estudio que ha analizado el procesamiento neuronal de su información auditiva con electroencefalogramas no invasivos.