En este cohete lanzado ayer viajaba la misión OCO, un satélite destinado a medir el dióxido de carbono de la atmósfera. Pero el cohete tuvo un fallo y minutos después de su lanzamiento cayó al mar, cerca de la Antártida. Se perdían así 214 millones de euros y una década de investigación en el primero de una serie de observatorios en órbita que medirán la presencia de CO2 en la atmósfera. Así podrá estudiarse de qué forma la vegetación procesa ese gas y cómo los fenómenos meteorológicos afectan a su distribución.