A comienzos de 2016, el interior de la bicicleta de ciclocrós de Femke Van den Driessche confirmó el rumor: había dopaje mecánico. La historia de esta belga de 19 años y su positivo por fraude tecnológico en el mundial de Zolder (Bélgica) destapaba prácticas de las que se sospechaba desde hacía un lustro. Motores insertados en los cuadros y ruedas electromagnéticas son la nueva amenaza para un deporte siempre en el límite del reglamento y que celebra ahora una de sus grandes citas: el Tour de Francia.