El 6 de marzo de 1899, Felix Hoffmann, farmacéutico de la compañía alemana Bayer, patentaba la aspirina, uno de los medicamentos más utilizados de la historia.
Hoffmann sintetizó el ácido acetilsalicílico el 10 de agosto del 1897, mientras buscaba un analgésico que calmara el reumatismo de su padre, pero tuvo que esperar un par de años antes de verlo comercializado. Ese mismo mes inventó accidentalmente la heroína al intentar producir codeína. Obviamente, ese descubrimiento no resultó tan exitoso desde el punto de vista comercial.
Heinrich Deser, el jefe del laboratorio de Bayer, vio que dicho fármaco representaba un gran adelanto e hizo las pruebas pertinentes con el fin de solicitar una patente. La solicitud fue rechazada en Alemania porque Hoffmann en realidad no había inventado el ácido acetilsalicílico. Dos químicos, uno alemán y otro francés, habían sintetizado las sustancias décadas antes. Hoffmann, sin embargo, fue el primero en sintetizarlo de forma estable y utilizable.
La oficina de patentes de EE UU no puso pegas y aceptó emitir la patente de Bayer. A partir de allí, la compañía empezó una intensa campaña de marketing en todo el mundo.
Bayer acaparó el monopolio de la aspirina hasta el final de la Primera Guerra Mundial, cuando la empresa se vio obligada a vender sus plantas de producción en EE UU como parte de las reparaciones de guerra.
Hoy en día, la aspirina es un fármaco registrado en más de 70 países. Desde su comercialización se han consumido más de trescientos cincuenta billones de comprimidos. Hoy día es uno de los fármacos más usados en el mundo.
En 2012, Bayer anunció que el 100% de la producción mundial de ácido acetilsalicílico manufacturado por la empresa se realizaría en su planta de Langreo, Asturias. Desde allí se envía a diferentes partes del mundo donde se preparan los comprimidos y diferentes formas farmacéuticas en las que se vende la aspirina.