Concibió el submarino en el año 1888, mucho antes de que decidiera en muchas ocasiones el curso de la historia en las guerras venideras del siglo XX. De familia de marinos, Isaac Peral y Caballero (Cartagena, 1 de junio de 1851-Berlín, 22 de mayo de 1895) ingresó con apenas 14 años en el Cuerpo General de la Armada. En 1885, tras la denominada crisis de las Carolinas, comunicó a sus superiores que había resuelto definitivamente el reto de la navegación submarina. Tras tres años de trabajo, en 1888 se votó el primer submarino de propulsión eléctrica capaz de lanzar torpedos.
Para sumergir su nave, este físico militar utilizó dos hélices de giro vertical que funcionaban al tiempo que un tanque se llenaba de agua para servir de lastre. Una vez bajo el agua, se desplazaba con otras dos hélices horizontales, que se movían gracias a un acumulador eléctrico de su invención, cuya energía era suministrada por dos motores de 30 caballos.
La máquina, con el casco de acero y 22 metros de eslora, podía sumergirse hasta una profundidad de 300 metros, navegar cuatro millas marinas y disparar con éxito hasta tres torpedos sobre un blanco lejano. Integró en su submarino numerosos aparatos que le permitían navegar sumergido, como la sirena eléctrica, un detector de fallos en los acumuladores, un sistema para purificar el aire y, además, el tubo lanza-torpedos. Algunas de sus innovaciones tardarían en volver a incorporarse a los sumergibles hasta bien entrado el siglo XX. El submarino fue todo un éxito cuando se botó, en 1888. Pero a pesar de ello las autoridades acabaron clausurando el proyecto.