Hasta el siglo XIX, la viruela era una de las principales causas de muerte, especialmente entre la infancia.
La enfermedad no tenía cura, pero en Inglaterra Lady Mary Wortley Montagu había popularizado una práctica que había observado en Turquía, por la que mujeres que se habían pinchado con agujas impregnadas en pus de viruela de vacas no desarrollaban luego la enfermedad.
Edward Jenner (17 de mayo de 1749 - 26 de enero 1823) tomó nota de las averiguaciones de Lady Montagu e inoculó a su hijo con viruela de cerdo y luego viruela en 1789; el niño no desarrolló la enfermedad.
El 14 de mayo de 1796, Jenner llevó más lejos su experimento al inyectar un fluido extraído de una llaga de viruela de vaca de una sirvienta en un niño de ocho años. Más adelante, trató infructuosamente de infectarle en repetidas ocasiones con viruela.
Este experimento, que hoy se consideraría poco ético, marcó el comienzo de la vacunación (una práctica que recibe su nombre del término latino de vaca).