El descubrimiento en 2004 del Homo floresiensis, una especie humana de tamaño diminuto, levantó polémica desde el principio. Los científicos no se ponen de acuerdo sobre si este homínido, que habitó la isla de las Flores de Indonesia hasta hace al menos 12.000 años, es un tipo de especie distinta o se trata de un humano moderno, aquejado de microcefalia (serie de síndromes en los que el paciente tiene una cabeza inusualmente pequeña). Ahora, dos artículos que se publican en Nature corroboran la tesis de que el Homo floresiensis es una especie diferente, aunque más extraña de lo que se imagina.
En el primero de ellos, Eleanor Weston y Adrian Lister, del Museo de Historia Natural de Londres, cuentan que decidieron abordar la cuestión a través de una analogía. Tomaron como modelo animal fósiles de hipopótamos, que al vivir aislados en la isla de Madagascar, separados de sus antecesores, desarrollaron enanismo y encogieron de forma desproporcionada. Esto les lleva a afirmar que algo similar sucedió con el cerebro del Homo floresiensis, que hizo tan pequeño por el efecto de vivir en una isla y no por una patología.
Por su parte, William Jungers, de la Universidad de Stony Brook (Nueva York), y su equipo decidieron estudiar los pies del H. floresiensis (en la imagen). Sus hallazgos muestran que las características de sus extremidades, que se parecen a las que se ven en otros primates, emparentan a este homínido no con el Homo erectus, sino con otro más remoto y primitivo.