Desde sus comienzos, el cine se ha interesado por contar historias sobre personas enfermas o discapacitadas. Este año, Hollywood no ha perdido la oportunidad y ha nominado tres películas que tienen como protagonistas diversas patologías: ‘El lado bueno de las cosas’, ‘Amor’ y ‘Las sesiones’. El domingo se revelará la incógnita.
A Hollywood le gustan las películas que hablan sobre discapacidades o enfermedades. Desde hace años esta teoría, basada en premios como los recibidos por los actores Tom Hanks (Filadelfia y Forrest Gump), Al Pacino (Perfume de mujer), Dustin Hoffman (Rain man) y Daniel Day-Lewis (Mi pie izquierdo), recorre los entresijos de la industria del cine.
Este domingo son tres las películas que tratan cuestiones médicas nominadas a los Óscar en alguna de las categorías: Amor –accidente cerebrovascular–; Las sesiones –disfunción motora de las cuatro extremidades– y El lado bueno de las cosas –trastorno afectivo bipolar–. Veremos entonces si se confirma la hipótesis.
“La verdad es que el cine se ha interesado desde sus orígenes por la enfermedad y la discapacidad, aunque el tratamiento ha sido bastante desigual”, explica a SINC Susana Collado, investigadora de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
De hecho, ya en el cine mudo existen varios ejemplos, como Hydrothérapie fantastique (1909) de Georges Méliès, que trata los curiosos tratamientos aplicados en un balneario muy particular; Good Night, Nurse! (1918) con Fatty Arbuckle y Buster Keaton; y Dr. Jack (1922), protagonizada por Harold Lloyd en el papel de un médico que se preocupa por sus pacientes y aplica unos tratamientos que van más allá de prescribir un simple medicamento.
“Pero la primera cinta que trató un tema médico fue Le Repas de bébé (1895) de Auguste et Louis Lumière –inventores del proyector cinematográfico–, que mostraba algo que interesa mucho a los pediatras: la alimentación del lactante”, subraya José Elías García, médico en el Hospital Universitario de Salamanca y uno de los editores de la revista Medicina y Cine.
Dentro del cine más reciente y comercial, la variedad es la tónica general. En algunos casos la persona enferma o con algún tipo de discapacidad es mostrada como una persona resentida o violenta capaz de las mayores atrocidades (El protegido, 2000); en otros como un ser bondadoso o de características excepcionales (Mi nombre es Khan, 2010); e incluso, como individuos desvalidos e indefensos (Rain man, 1988).
Sin embargo, en la meca del cine hay una imagen que se repite con mayor frecuencia que en el resto de países: la del héroe de guerra que vuelve del frente con daños físicos y psíquicos y muchas dificultades para integrarse en la sociedad, tal y como muestran Hombres (1950), Los mejores años de nuestra vida (1946), Nacido el 4 de julio (1989) y Forrest Gump (1994).
¿Un fiel reflejo de la realidad?
En algunos títulos la sintomatología de la enfermedad se muestra con realismo, mientras que en otros casos se distorsiona, se plantean tratamientos inexistentes o solo se muestran las señales que aportan un mayor dramatismo a la trama. Incluso a veces al buscar un final feliz se producen curaciones milagrosas o descubrimientos cercanos a la ciencia ficción.
“En el cine comercial encontramos películas con mucho rigor, como es el caso del alzhéimer en la película española de dibujos animados Arrugas (2012), mientras que en otras ocasiones se producen ciertas ‘concesiones’ para conseguir un producto final más atractivo, como en El diario de Noah (2004) en la que la protagonista, con la misma enfermedad, a veces goza de mayor memoria que su marido”, afirma Belén Alonso Ortiz, especialista en medicina interna en el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín.
Los expertos sostienen que, mientras hay películas que fomentan estereotipos o imágenes distorsionadas que la población general asume como ciertas, otras ofrecen visiones más realistas que pueden contribuir a normalizar la situación de las personas enfermas o con discapacidad.
Ese es el caso de la película El aceite de la vida (1992), que nos descubrió la adrenoleucodistrofia, una enfermedad rara que afecta a una de cada 20.000 personas; y Filadelfia (1993), que sirvió para conocer más de cerca lo que suponía el síndrome de inmunodeficiencia adquirida o sida.
De hecho, “en los primeros años del séptimo arte se rodaron numerosas cintas sobre alcoholismo, tuberculosis o enfermedades de transmisión sexual con el fin de concienciar sobre estos problemas”, insiste José Elías García.
De todas formas, no podemos olvidar que el cine es básicamente ficción. “Por ello se permiten algunas licencias, aunque no está de más que cuenten con asesores para dar una mayor verosimilitud”, indica Collado, que en breve publicará el libro Cine y Ciencias de la Salud junto a Jesús María Carrillo.
Las enfermedades más cinéfilas
Desde que para su debut cinematográfico Marlon Brando pasara un mes en un centro de veteranos con lesiones medulares para dar vida a un soldado con paraplejia, muchos han sido los actores que se han preparado de una forma casi enfermiza para dar mayor credibilidad a su papel.
Pero, ¿qué hay de las películas nominadas este año para los Oscar? “Las sesiones es una película seria y emotiva que aborda una cuestión importante para las personas con discapacidad: la sexualidad. Además se trata de una forma nuclear, ya que en otras películas como Intocable (2011), aunque se hace mención no es el tema principal”, comenta Collado.
“Por su parte, El lado bueno de las cosas sirve para introducirnos de lleno en el mundo de las enfermedades mentales y lo que viene después de un internamiento prolongado en una institución psiquiátrica. Es una película que te obliga a reflexionar y a ‘ver’ la realidad por su lado bueno”, apunta Alonso, quien colabora en la Radio Autonómica de Canarias hablando de cine y medicina.
Y por último está Michael Haneke y su Amor, que de forma implacable narra cómo la enfermedad marca los últimos años de una larga relación, con el envejecimiento, la dependencia y el duro papel de los cuidadores como trasfondo. Todo parece indicar que el domingo, durante la 85ª entrega de los Óscar, el cine hablará también de medicina.
Lejos de la versión española de 2012, recientemente ganadora de diez premios Goya, la historia cinematográfica de Blancanieves y los siete enanitos empezó en 1937. En la versión de David Hand para la productora de Walt Disney, queda patente que los siete enanitos, por su talla corta y su aspecto físico, sufren la forma más frecuente de enanismo, el enanismo congénito o acondroplasia.
Algunos expertos han ido más allá y han recogido los trastornos específicos de los siete enanitos según la controvertida clasificación internacional de enfermedades DSM-IV: Sabio (dificultades para la expresión verbal), Gruñón (misoginia), Feliz (trastorno afectivo mayor, tipo agradable), Dormilón (síndrome por apnea-hiperpnea obstructiva durante el sueño), Tímido (fobia social o trastorno de ansiedad social), Mocoso (fiebre del heno) y Mudito (trastorno por déficit de atención).
Pero las cuestiones médicas de la película no terminan ahí. Según las investigaciones del historiador Karlheinz Bartel, la mitad de la famosa manzana fue sumergida por su madrastra en zumo de belladona –la Atropa belladona se utiliza incluso a día de hoy en medicina–. Esto produjo en Blancanieves una rigidez tal como si hubiera fallecido.
De hecho, según la hipótesis de Bartels, la verdadera Blancanieves se llamaba en realidad Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal y nació en Alemania en 1725. El personaje real que pudo haber inspirado a los hermanos Grimm sufrió maltratos por parte de su madrastra y desde niña padecía ceguera parcial debida a las secuelas de una infección previa por el virus de la varicela.
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Películas de la rama de la neurología:
Coma
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Mientras dormías (1995) |
Alzhéimer demencia
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Paseando a Mss Daissy (1989) |
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El aura (2005) |
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Yo también (2009) |
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Traumatismo craneoencefálico u otros trastornos medulares |
Memento (2000) |
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Blancanieves y los 7 enanitos (1937) |
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Temple Grandin (2010) |
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El amor y otras cosas imposibles (2009) |
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