La tendencia a la vespertinidad es algo común entre los adolescentes, quienes se levantan y acuestan cada vez más tarde. El reloj biológico dicta tales cambios. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) el desajuste entre la vespertinidad del adolescente y los horarios escolares matutinos, podría ser un aspecto más a considerar en la predicción del rendimiento escolar.
7:30 a.m. Suena el despertador. Alicia ya está despierta. Le dio tiempo a asearse y vestirse. Apaga el despertador mientras estira las sábanas de su cama. Sus cuadernos y libros preparados en el escritorio. La persiana levantada y la atmósfera de la habitación aireada.
7:45 a.m. Suena el reloj. Gema se esconde debajo de las sábanas. Vuelve a sonar. ¿En qué lugar estará? El escritorio, desordenado: revistas, libros y apuntes amontonados. Por el suelo, ropa. Desde el otro lado de la puerta, se oye una voz: “Gema, por favor, levántate. ¡Llegarás tarde una vez más!”
Alicia responde al tipo de persona matutina. Gema, a la tipología vespertina. Ambas representan los extremos de una tendencia o preferencia por la realización de tareas durante la mañana o la tarde. En parte, porque su reloj biológico se ajusta (Alicia) o se retrasa (Gema) con respecto a ese otro reloj incansable, el físico, el encargado del ciclo luz/oscuridad, y a aquel otro reloj social, empeñado en imponer tiempos y horarios.
La gran mayoría de la población no tiene una tendencia tan marcada: algunas veces y para ciertas cosas, se prefiere la mañana, mientras que para otras actividades, la tarde-noche. Y además, con la edad, tales preferencias cambian. Los niños tienden a la matutinidad en grado extremo, lo que corroboran cada fin de semana aquellos padres que desean dormir un poco más de lo habitual. En cambio, los adolescentes, a partir de los 12 años, suelen ser vespertinos. Lo que también constatan aquellos padres quienes desvelados, desesperan viendo luz en el dormitorio de sus hijos/as hasta bien entrada la madrugada: “¿cómo podrá estudiar a estas horas?, ¡tendría que estar durmiendo ya!”.
Tal preferencia por ir retrasado con respecto al reloj físico/social, parece ser consecuencia de los cambios hormonales propios de la pubertad (factores biológicos), así como del estilo de vida y vivencias en el entorno social y familiar (factores psicológicos y sociales). Investigaciones realizadas en diversos países indican que los adolescentes vespertinos obtienen un peor rendimiento académico.
Dos son, entre otras, las posibles explicaciones: un menor tiempo de sueño y un mayor desajuste con los ritmos sociales (escolares y familiares). Si los adolescentes vespertinos tienden a acostarse más tarde pero no pueden demorar su hora de levantarse porque han de ir a clase entre las 8:00 y 8:30 horas, es posible que no duerman un número suficiente de horas y su rendimiento se vea mermado.
Pero también, aquellos más vespertinos pueden experimentar un desajuste entre sus ritmos (retrasados) y los ritmos del entorno escolar y familiar (más sincronizados con reloj físico/social matutino). Tal asincronía, que recuerda a la que se experimenta tras un vuelo transoceánico, se ha denominado como jet-lag social. Pero a diferencia del jet-lag del viajero, este otro jet-lag social, es diario, o si se quiere, permanente. Los síntomas son, entre otros, somnolencia a primeras horas del día, y un mejor momento a nivel físico y psicológico por la tarde-noche.
Tales aspectos han sido estudiados por el grupo de investigación “ Estilos Psicológicos, Género y Salud” de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Cambio crítico hacia la vespertinidad durante la adolescencia
En el estudio participaron más de mil adolescentes entre 12 y 16 años, que cursaban Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Parte de los resultados han sido ya publicados en la revista Learning and Individual Differences. Los estudiantes cumplimentaron la Escala de Matutinidad/Vespertinidad, en la que se preguntaba por la hora preferida para realizar actividades tales como ejercicio físico, tareas exigentes (examen) o el momento ideal de acostarse y levantarse. Además, los adolescentes informaron de sus hábitos de sueño, así como de las notas obtenidas en diversas asignaturas (lengua castellana y literatura, ciencias sociales, geografía e historia, matemáticas e inglés).
Los resultados indicaron que los adolescentes vespertinos informaban haber obtenido peores notas, independientemente del tiempo de sueño nocturno. Estos resultados confirman la relación encontrada en otros países: mayor vespertinidad, menor rendimiento académico. Curiosamente, tal relación es más clara entre los adolescentes de 12 a 14 años, cuando se produce un mayor cambio hacia la vespertinidad. Se dispone, pues, de más evidencia empírica sobre la importancia de considerar la tipología circadiana (matutinos/as vs. vespertinos/as) del alumnado a la hora de planificar y distribuir el nivel de exigencia de las tareas a lo largo del día.
Bibliografía:
Escribano, C., Díaz-Morales, J.F., Delgado, P., & Collado, M.J. (2012). Morningness/Eveningness and school performance among Spanish adolescents: Further evidence. Learning and Individual Differences (2012), in press, http://dx.doi.org/10.1016/j.lindif.2011.12.008.
Este estudio se realizó gracias al proyecto de investigación “Cambios en matutinidad-vespertinidad durante la adolescencia: análisis de sus consecuencias para la salud, el rendimiento y las relaciones familiares y con iguales”, dirigido por el Dr. Díaz-Morales y enmarcado dentro del VI Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2008-2011.