Se acaba la época estival, un período álgido para las científicas que trabajan en los yacimientos, que desarrollan con el buen tiempo gran parte de las excavaciones. Cinco de ellas nos cuentan cómo ha sido su trabajo, sujeto a las medidas anticovid, en los yacimientos de Atapuerca, cova Eirós y Cerro de los Batallones.
Salir temprano para el yacimiento, descanso para el almuerzo y laboratorio de tarde. Así discurren los días en una excavación, entre especialistas interdisciplinares, de procedencias distintas, que colaboran juntos mientras el buen tiempo acompaña.
La arqueología quizás sea uno de los trabajos más populares e idealizados de la ciencia. Parte de la ‘culpa’ la tienen las grandes producciones de acción que la han llevado a la gran pantalla, a través de expediciones y personajes aventureros. Lo que sí es muy cierto es que, a través del ojo de estos y otros especialistas conocemos muchos secretos del pasado ocultos bajo tierra.
La mayor parte de sus excavaciones se programan en verano. Bajo la coordinación de profesores, alumnos universitarios que el resto del año deben acudir a clases se afanan en sacar a la luz nuevos hallazgos que amplíen nuestro conocimiento sobre quiénes somos y de dónde venimos.
¿Cómo han sido este verano las campañas, sujetas a las medidas covid? Hablamos con cinco científicas que han trabajado en Atapuerca, cova Eirós y Cerro de los Batallones.
Ana Álvarez Ferández con el bifaz de cuarcita encontrado este año en el yacimiento. / Laura Rodríguez
Ocho y media de la mañana en Burgos y comienza la jornada para los científicos hospedados en la residencia Gil de Siloé. Les espera una mañana de excavaciones en Atapuerca, con pausa para el bocadillo a las once y vuelta a las dos y media o tres.
Ana Álvarez Fernández lo sabe bien porque lleva 15 años acudiendo a la sierra para trabajar en este emblemático yacimiento que se conoce como la cuna de la humanidad de Europa. A pocos kilómetros de Burgos, este conjunto de yacimientos ha dado a concoer homínidos únicos, como el extinto Homo antececessor. Esta especie, que parece estar emparentada con las primeras poblaciones que habitaron Asia durante el Pleistoceno Inferior, ha permitido abrir el debate sobre si la colonización de Europa se produjo antes de lo que se pensaba, o si pudo surgir desde Asia y no desde África.
Dentro del complejo, el yacimiento de la Sima de los Huesos presenta una de las mayores colecciones de restos humanos del mundo. “Contiene cerca del 80 % de los restos humanos del Pleistoceno Medio a escala mundial”, explica a SINC Álvarez Fernández, que nos coge el teléfono desde Pinilla del Valle, un yacimiento neandertal en el valle del Lozoya donde también trabaja.
Cuando llegué por primera vez era muy novata y recogía todo. Te da la sensación de que siempre lo que encuentras es algo. Con el tiempo, te haces al ojo y si es importante, da igual que seas novato o lleves 40 años, la emoción es tremenda
La arqueóloga casualmente es de Burgos, por lo que sale con sus compañeros pero no se queda en la residencia. Explica que cada uno tiene asignado una tarea, como mirar perfiles, hacer fotografías, excavar o estar en la estación total, que es la máquina con la que se registran todas las coordenadas de cada pieza extraída.
Después de comer juntos, con las medidas de tiempos de covid, vuelven al trabajo hasta la siguiente pausa y al día siguiente vuelta a empezar. “Cuando llegué por primera vez era muy novata y recogía todo. Te da la sensación de que siempre lo que encuentras es algo. Con el tiempo, te haces al ojo y si es importante, da igual que seas novato o lleves 40 años, la emoción es tremenda”, dice la arqueóloga.
Este año, por ejemplo, apareció una talla que parece ser un bifaz que indicaría la presencia de neandertales antiguos, una pieza que falta en Atapuerca para esas edades.
Una vez que un fósil se deja al descubierto, empieza su proceso de deterioro. Por eso es fundamental hacer una planificación adecuada de cada campaña y extraer solo los que serán capaces de procesar en campo y en laboratorio a lo largo del año. Esta es la razón por la que solo se excava durante un mes o mes y medio al año.
La campaña de este año en Atapuerca es la segunda que se celebra bajo la pandemia de covid-19 y se ha desarrollado este verano en once de sus yacimientos. “Ha sido una campaña muy intensa”, dice la científica. “He estado en el yacimiento de Estatuas Exterior, una antigua entrada al sistema de cuevas de la sierra de Atapuerca actualmente cegada. Hace al menos 80.000 años comunicaba con unos de los yacimientos excavados en el interior del karst, llamado Galería de las Estatuas”, añade.
La galería comenzó a excavarse por primera vez el año pasado, por lo que aún se encuentra en las primeras fases de estudio para tratar de dilucidar la formación del yacimiento. “A pesar de llevar tan poco tiempo, ya se han recuperado gran cantidad de restos arqueopaleontológicos. Los materiales hallados hasta el momento de fauna pertenecen a animales como ciervo, caballo, rinoceronte y bisonte; también industria lítica realizada tanto en sílex como cuarcita y que por su tecnología tiene gran afinidad con las herramientas musterienses, las realizadas por los neandertales”, explica la arqueóloga.
Poder trabajar en un yacimiento de la sierra de Atapuerca es un auténtico lujo, no solo por el tipo de hallazgos que pueden encontrarse, sino porque tienes la oportunidad de estar cerca de la élite de la arqueología y la paleontología
Solo el equipo designado a este yacimiento ha estado compuesto por, aproximadamente, quince personas. “Poder trabajar en un yacimiento de la sierra de Atapuerca es un auténtico lujo, no solo por el tipo de hallazgos que pueden encontrarse, sino porque tienes la oportunidad de estar cerca de la élite de la arqueología y la paleontología de nuestro país. Cada día con este equipo es un aprendizaje”, destaca Álvarez Fernández.
Para la científica, el trabajo de campo es fundamental para poder estudiar los materiales durante el resto del año en los laboratorios. “Excavar un yacimiento te ayuda a entender cómo se ha formado, por qué hay más acumulaciones en un nivel que en otro o el estado de conservación de las piezas”.
Esta campaña no ha sido igual que las de años previos a la pandemia, ya que también se ha visto muy reducido el aforo. “Somos menos, tanto esta como la pasada, y eso hace que en la mayoría de yacimientos se excave menos extensión. También es cierto que los miembros del equipo somos veteranos, por lo que la experiencia suple un poco el ser menos gente”, concluye.
Trabajos de este verano en el yacimiento de Fantasma de Atapuerca, dentro de la Trinchera del Ferrocarril. / Cecilia García Campos
Cecilia García Campos, que forma parte del Grupo de Antropología Dental del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), es doctora en paleoantropología y comenzó muy joven en Atapuerca.
“Aquí nos juntamos gente veterana —aunque me da reparo decirlo con 34 años— y estudiantes, investigadores nacionales e internacionales. Antes de que llegara la pandemia se llegó a contar entre quince y veinte procedencias distintas. Por eso los primeros días son muy distendidos y nos presentamos y explicamos a qué nos dedicamos cada uno”, apunta a SINC.
Es veterana porque llegó a Atapuerca con tan solo 18 años. “La primera vez que me dieron la oportunidad no me lo creía, porque no es habitual que una persona tan joven venga a la sierra. Soy muy echada para adelante en esto de preguntar y dije que quería ir, se apiadaron de mí y me metieron en las listas en mi primer año de carrera. Al principio me encontraba muy fuera de lugar, porque todo el mundo era gente muy importante y con muchísimo nivel. Sabían perfectamente lo que estaba haciendo y yo estaba muy perdida. Pero enseguida se me acompañó y descubrí, desde ese momento, que era lo que me alucinaba. Desde entonces, todos los años intentaba participar en campañas internacionales y nacionales”, recuerda.
Soy muy echada para adelante en esto de preguntar y dije que quería ir a Atapuerca, se apiadaron de mí y me metieron en las listas en mi primer año de carrera
Su insistencia y constancia le ha llevado a lugares como la garganta de Olduvai, en Tanzania. “Estuve en el proceso de cuando se sacó un diente de Paranthropus, un ascentro de humano. Para tener esta oportunidad que no puedes dejar pasar, tuve además que adelantar todos los exámenes de último año de carrera, porque en este lugar la gente va en junio a excavar”, argumenta.
Durante las últimas campañas, 2020 y 2021, García Campos ha excavado en Atapuerca en la cueva Fantasma, dentro de la Trinchera del Ferrocarril, que era un antiguo abrigo (otra entrada de cueva) que sirvió de refugio para asentamientos neandertales y como cubil de hienas, de manera alterna.
Su estudio se encuentra en una etapa muy inicial y actualmente se están excavando en varios niveles con el fin de poder definir la secuencia estratigráfica, lo que permitirá plantear el trabajo en futuras campañas. “Por lo que se ha hallado durante los procesos de limpieza y durante la campaña del año pasado, se espera encontrar en los diferentes niveles evidencias del uso que se dio a la cueva”, asegura.
Después de trabajar durante la mañana en sus cuadrículas, pasan al laboratorio de campo para inventariar los restos, los lavan, los restauran y se siglan con un pequeño código para analizar de manera preliminar. Posteriormente, vuelven a inventariarse y se empaquetan para ser transportados sin dañarse.
Para la investigadora, la covid ha supuesto un esfuerzo extra en todo este trabajo: “A los numerosísimos EPIS y las medidas de seguridad que debemos seguir todos los años, se suman además las mascarillas, el gel hidroalcohólico y los test, lo que hace que el trabajo, muchas veces muy físico y a altas temperaturas, sea mucho más difícil de llevar a cabo”.
Tania Mosquera Castro en cova Eirós. / Foto cedida por la investigadora
En 2011 el descubrimiento de arte rupestre en el interior de cova Eirós supuso un hito en el estudio del Paleolítico en Galicia, ya que hasta el momento se corresponde con la única cavidad con arte paleolítico documentada en este territorio.
Se trata de un conjunto formado por más de cien motivos figurativos y no figurativos, elaborados mediante las técnicas de pintura con carbón y grabado inciso. Durante el Paleolítico Cova Eirós fue un lugar de referencia para los grupos de cazadores-recolectores. Su ocupación, desde hace menos de 50.000 años, demuestra que era un lugar de hábitat recurrente en dicho período.
Las evidencias artísticas localizadas en su interior indican que en el tránsito del Pleistoceno al Holoceno la cavidad adquirió un significado simbólico, fue una especie de santuario para estos grupos. Posteriormente la cueva fue usada, tal y como demuestran los materiales recuperados, como espacio de enterramiento en el Neolítico y como lugar de almacenaje en época medieval.
Tania Mosquera Castro es alumna del doctorado en Historia, Geografía e Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela. Realizó el grado en Historia y el máster en Arqueología y Ciencias de la Antigüedad en la misma universidad.
Mi objetivo es estudiar estas representaciones en el contexto del arte rupestre peninsular y en relación con otros yacimientos del norte y noroeste ibérico
“Mi trabajo en Cova Eirós se corresponde con el estudio de las pinturas y grabados identificados en dicha cavidad, el tema principal de la tesis que estoy realizando. Para la revisión y documentación de las evidencias artísticas de la cueva, realizo un trabajo fotogramétrico de los diferentes paneles decorados. Mi objetivo es estudiar estas representaciones en el contexto del arte rupestre peninsular y en relación con otros yacimientos del norte y noroeste ibérico. Además, participo en las tareas de excavación y procesado de materiales arqueológicos”, indica a SINC.
La localización de Cova Eirós en las Sierras Orientales de Galicia y las características climáticas de esta área suponen que el verano sea, una vez más, el momento más adecuado para acceder al camino que conduce a la cavidad.
“Es una experiencia muy enriquecedora. La observación directa de las representaciones permite conocer con mayor detalle las características referidas a la técnica de elaboración, como el tipo y tamaño de los surcos grabados, la secuencia de los trazos o la adaptación de las representaciones a los espacios de la cavidad. Además, contribuye a adentrarse en los procesos de trabajo en equipo, compartir conocimientos y poner en práctica aspectos de carácter teórico”, recalca.
El Cerro de los Batallones es un conjunto paleontológico compuesto por nueve yacimientos de nueve millones de años. Enclavado en Madrid, en la actualidad solo están en activo Batallones-7 y Batallones-10. Este junio sus investigadores anunciaban el hallazgo en el lugar de una nueva especie de carnívoro Ammitocyon kainos.
Adriana Oliver trabaja en el Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC como técnica en la colección de paleontología de vertebrados, concretamente en microvertebrados. En la campaña de 2021 ha estado el mes de julio en Batallones-10 que, debido a la situación sanitaria, ha restringido el número de personas a un máximo de 16.
“Este lugar ha contribuido a crear numerosas tesis doctorales que se basan, tanto en la fauna encontrada (jirafas, rinocerontes, hienas primitivas, felinos dientes de sable u osos), como en los procesos tafonómicos que han formado los diferentes yacimientos”, apunta a SINC.
Cerro de los Batallones es un yacimiento excepcional, tanto por el número de restos fósiles encontrados como por el increíble estado de conservación
A este yacimiento, junto a paleontólogas y paleontólogos en diferentes grados de la carrera investigadora, vienen a excavar estudiantes principalmente de biología y geología a los que les interesa la paleontología.
“Cerro de los Batallones es un yacimiento excepcional, tanto por el número de restos fósiles encontrados como por el increíble estado de conservación, en la mayoría de los casos esqueletos completos y articulados, por lo tanto, excavar en este yacimiento es una experiencia impresionante y única”, indica.
Soledad Domingo en Cerro de Batallones. / Foto cedida por la autora
Soledad Domingo es geóloga, paleontóloga y profesora en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid y ha estado en esta campaña en el mismo yacimiento que Oliver. “Cuando llegué la primera vez y estábamos excavando Batallones 1, me quedé alucinada porque había una cantidad de fósiles que formaban una alfombra en el yacimiento, todos muy juntos. Era una maravilla”, enfatiza a SINC.
Esta excavación es un poco diferente a otras porque se aloja en la ciudad, no se reúnen en una residencia cercana. “Es muy cansado, tienes un tiempo de descanso y vuelves por la tarde. Estás todo el tiempo en la excavación. Salimos del Museo Nacional de Ciencias Naturales en un autobús, y desde que se llega a las nueve de la mañana hasta las siete de la tarde estamos continuamente allí. Además, en julio aquí hace bastante calor”, cuenta la científica.
Cuando llegué la primera vez y estábamos excavando Batallones 1, me quedé alucinada porque había una cantidad de fósiles que formaban una alfombra en el yacimiento, todos muy juntos. Era una maravilla
Este yacimiento ha dado a conocer esqueletos completos de animales que, o no eran conocidos o prácticamente desconocidos, porque solo había restos pequeños y aquí estaban juntos. “A veces pasamos apuros por esta cuestión. Por ejemplo, cuando queremos sacar un fósil articulado, porque se quiere estudiar así o para exponerlo, hemos tenido que tirar de músculo para sacar bloques de un tamaño muy grande. Además, aunque en Madrid hace buen tiempo, alguna vez nos ha llovido en julio y nos hemos dedicado a achicar agua”, comenta Domingo.
En el Cerro de los Batallones su investigación se centra en dos líneas. La principal es el estudio tafonómico, es decir los procesos de fosilización y el modo de formación de los yacimientos de fósiles. La segunda, en el análisis geoquímico de isótopos estables que se en el esmalte dental de los mamíferos y permiten inferir la dieta que tuvieron.
“Cabe destacar que, al ser tan poco frecuentes los fósiles de carnívoros en otros yacimientos, rara vez se han llevado a cabo este tipo de análisis de isótopos estables en carnívoros extintos. En el Cerro de los Batallones, al ser tan abundantes, hemos podido analizar seis especies y ver qué dietas tenían y cómo competían por las presas”. Con estos estudios han podido determinar que hace 9 millones de años existía en este entorno un paisaje boscoso, con algunas áreas de vegetación más abierta.
“En otra investigación, que se centró en el estudio del patrón de mineralización y erupción de los dientes en las mandíbulas de caballos de Batallones-10, colaboramos con la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid y el Centro Militar de Veterinaria, para realizar radiografías y TACs de las mismas. La verdad es que este es un trabajo en el que nunca te aburres, ¡y mucho menos en las excavaciones!”, exclama.