La improvisación que requiere el baile se muestra como el mejor ejercicio para reducir el riesgo de demencia. Se trata de una de las “vacunas preventivas” contra el Alzheimer más eficaces descubierta hasta el momento. Una medida que, además, está al alcance de todo el mundo.
“It don’t mean a thing, if it ain’t got that swing”, canta Ella Fitzgerald mientras un numeroso grupo de bailarines de swing llenan, como cada domingo, el parque de La Sedeta de Barcelona. “Es muy divertido y, a los más viejos como yo, nos ayuda a mantener el colesterol a raya”, esgrime con una sonrisa Francesc Moliner.
A sus 72 años es el más veterano del grupo. Lo que él aún no sabe es que, además de fortalecer su salud cardiovascular, bailar swing también reduce las posibilidades de padecer algún tipo de demencia en el futuro. Eso es lo que se desprende de los recientes artículos liderados por Joe Verghese y M. Katz, del grupo de investigación en gerontología del Albert Einstein Collage of Medicine de Nueva York (EE UU).
En uno de estos estudios, titulado “Leisure Activities and the Risk of Dementia in the Elderly” y publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine, se muestra la sorprendente relación entre la práctica habitual de ciertas actividades de ocio y el nivel de agudeza mental en la tercera edad.
Durante 21 años, este equipo ha recogido datos de los niveles cognitivos de ancianos mientras cada uno de ellos practicaba con frecuencia una actividad de entretenimiento diferente. Estas podían ser tanto de carácter cognitivo, como leer libros, escribir por placer o hacer crucigramas; como de carácter físico, como jugar al golf, nadar, andar en bicicleta o bailar.
El conjunto de estas actividades tienen en común que se regulan, fundamentalmente, desde la corteza cerebral y el hipocampo. Ambas partes, “son muy plásticas y se reconfiguran en función de su uso”, explica Verghese.
La importancia de mantenerse activo
Nuestras rutinas diarias determinan algunas de las características de la corteza cerebral y el hipocampo. El primer resultado ha sido la confirmación de que la práctica de actividades cognitivas reduce la posibilidad de padecer una demencia, especialmente el Alzheimer.
Sin embargo, los investigadores se han encontrado con una gran sorpresa al analizar los resultados relativos a las actividades físicas. Si bien casi todas ellas han mostrado una influencia nula en el nivel de riesgo de demencia, en el caso de la práctica de baile los resultados indican una reducción del riesgo muy elevada, por encima de cualquier otra actividad cognitiva.
Mientras la lectura reduce el riesgo de demencia en un 35%, o el hacer crucigramas en un 47%, bailar frecuentemente se sitúa en una reducción del 76%. Este beneficio neurológico del arte de seguir la música con el cuerpo no había sido señalado nunca anteriormente.
A medida que nos hacemos mayores las células cerebrales mueren más rápido. En consecuencia, un mayor número de sinapsis neuronales se debilitan y, en casos extremos, algunos caminos neuronales para llegar a determinada información terminan por desaparecer.
Para combatir esta situación, “es necesario que nuestro cerebro aprenda a crear procesos neuronales paralelos para llegar a la misma información”, afirma Katz. Así pues, se tratar de potenciar la complejidad de nuestras sinapsis neuronales. Cuantas más mejor.
La clave de la creatividad
La base de la promoción de vías neuronales alternativas se centra en el desarrollo del pensamiento creativo. Este nos proporciona diferentes formas de aproximarnos a la realidad que, en nuestro cerebro, se traduce en caminos sinápticos alternativos.
Sin embargo, mientras durante buena parte de nuestra vida la creatividad nos ha servido para desarrollar un talante personal, a medida que envejecemos, su funcionalidad se hace cada vez más crítica. Ahora ya no se trata de una cuestión de estilo, sino de supervivencia.
En el artículo “Cognitive and Mobility Profile of Older Social Dancers”, publicado en la revista Journal of the American Gerontology Society, Verghese señala que para aumentar la red sináptica de nuestro cerebro debemos someterlo a contextos que estén fuera del alcance de la memoria retentiva.
Debemos tratar de vivir situaciones en que no podamos recurrir a un patrón de acción anteriormente interiorizado. La agudeza mental, decía Piaget, es lo que usamos cuando no sabemos qué hacer. Andar en bicicleta, nadar o jugar al golf, son actividades que desarrollamos guiados por unas pautas que un día aprendimos.
Después, su práctica se ha convertido en un continuo refinamiento de una misma técnica. Así, todas estas actividades, aunque puedan tener otros grandes beneficios para la salud, no suponen ninguna mejora en la agudeza mental y no disminuyen el riesgo de demencias.
Pero, ¿por qué el baile sí?
¿Por qué el baile potencia la creación de caminos neuronales paralelos? Lo cierto es que no todo tipo de baile es útil para combatir la demencia. La divergencia fundamental se centra en el proceso mental que ejecuta el bailarín antes de realizar un movimiento.
En los bailes con pasos estrictamente establecidos o coreografiados, el bailarín utiliza la memoria retentiva para tratar de reproducir los pasos que previamente ensayados. De esta forma, igual que con la natación o ir en bici, usa estructuras mentales previamente interiorizadas, con lo que su agudeza mental no experimenta cambio alguno.
Sin embargo, los bailes sociales, como el swing que baila Francesc, emergen de procesos neuronales distintos. Requieren de una improvisación al momento. En todos ellos, el bailarín expresa su creatividad mediante una serie de movimientos corporales basados en decisiones instantáneas.
Estas decisiones sucesivas sobre como armonizar el movimiento de tu cuerpo y el de tu pareja con los ritmos y melodías de maestros como Duke Ellington o Count Basie, se realizan tan rápidamente, que el cerebro es incapaz de recurrir a patrones de decisión previamente establecidos por la memoria retentiva.
De esta forma, damos luz a nuevos caminos neuronales que nos permiten diversificar nuestro mapa mental de conexiones sinápticas. Este tipo de ejercicio es el que se estimula cada semana en la plaza de La Sedeta.
Sin ser demasiado consciente, Francesc está usando una de las “vacunas preventivas” contra el Alzheimer más eficaces descubierta hasta el momento. Una vacuna que, además, está al alcance de todo el mundo. Él lo tiene claro, “aparte de conocer a mucha gente y mejorar tu salud, encima ahorro en gimnasio. Esto es un chollo” concluye.
Este artículo ha sido uno de los tres ganadores en la categoría Divulgación Amateur del I Certamen FECYT de Comunicación Científica