Las mascotas, en especial los perros, aportan incontables beneficios terapéuticos a niños y jóvenes, como reducir su ansiedad y aumentar la sensación de bienestar. Pero allí donde los animales no pueden cumplir esa función, en ambientes hospitalarios o cuando existen problemas de alergias, los robots biomiméticos se convierten en compañeros de los más pequeños.
Todo aquel que conviva con un perro sabe de sobra cómo estas mascotas, de naturaleza social, mejoran no solo el estado de ánimo de las personas, sino incluso también su bienestar. Es por esta razón que muchos de estos compañeros de cuatro patas se emplean para terapias asistidas, sobre todo dirigidas a niños.
La interacción con los canes reduce el estrés y aumenta la empatía, la autoestima, la motivación y la comunicación de los pequeños, pero también tiene un efecto positivo en su bienestar psicológico y fisiológico, además de brindarles apoyo social y emocional.
Lo sabe bien Olivia Barber, investigadora en el departamento de Psicología de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido. A través de su perra de terapia, llamada Tallulah, puede observar y apreciar de primera mano el beneficio que aporta el animal en los niños en escuelas y hospitales.
“En uno de nuestros estudios anteriores se mostró que los niños tenían más confianza y leían con mayor fluidez a un perro de terapia en el colegio que a su maestro”, cuenta a SINC Barber que ha trabajado junto a la psicóloga y etóloga Leanne Proops, investigadora en la misma institución británica.
Las terapias asistidas con animales, particularmente con perros, son cada vez más frecuentes en entornos educativos, dando resultados muy favorables en los niños en todos los aspectos.
En un estudio publicado en la revista Education Masters, realizado en un colegio de Nueva York en EE UU, se demostró que la presencia de los animales generaba una “fuerza tranquilizadora y motivadora para que los estudiantes sobresalieran académica y conductualmente”. El simple hecho de poder ver al perro hizo que se sintieran más cómodos en la escuela.
Pero además de entornos escolares, la terapia asistida también se está realizando en centros hospitalarios, donde lo perros pueden ayudar a niños y niñas a hacer frente a ciertos procedimientos médicos. En un experimento desarrollado en la planta de pediatría oncológica de un hospital brasileño, por ejemplo, los investigadores señalaron que la terapia, aunque percibida como un entretenimiento, puede generar cambios emocionales en los pacientes y mejorar su salud.
Sin embargo, a pesar del impacto positivo que proporcionan los animales se dan ciertas circunstancias en las que la mascota puede sufrir ansiedad ante una situación o no es del todo bienvenida por cuestiones de alergias o salubridad.
“A algunos niños no les gustan los perros o son alérgicos a ellos, por lo que pueden preferir interactuar con un robot. Y desde una perspectiva práctica, ¡un robot es más fácil de cuidar!”, exclama Barber.
En un estudio publicado en The International Journal of Social Robotics, las investigadoras descubrieron que un pequeño animal robótico biomimético, denominado ‘MiRo-E’, puede ser un buen sustituto de los amigos peludos, siendo igual de efectivo e incluso convirtiéndose en una alternativa mejor.
“Aunque muchas personas en escuelas y hospitales se benefician enormemente de las visitas de un perro de terapia, tenemos que ser conscientes del bienestar del animal. Las visitas pueden ser estresantes e increíblemente agotadoras para estos canes, por lo que se debería plantear la posibilidad de utilizar un animal robótico”, señala Barber, primera autora del trabajo.
El robot que han analizado ha sido diseñado para responder a la interacción humana, y es empleado por investigadores de todo el mundo gracias a su avanzada tecnología. La principal ventaja es que, gracias a sus múltiples sensores, imita el comportamiento y movimientos caninos: le gusta que le acaricien, mueve las orejas y agita la cola, escucha la voz del dueño y se acerca hasta él e incluso le sigue.
El uso de un robot biomimético no solo aporta beneficios a las personas, también alivia presiones en el animal habitualmente empleado para las terapias. “Si usamos perros de terapia en interacciones asistidas por animales, debemos asegurarnos de que estamos velando por su bienestar. Esto significa que no debemos exponerlo a situaciones que le alteren”, recalca la científica.
El robot no necesitará tantos cuidados ni atenciones, y podrá ‘trabajar’ durante largos períodos de tiempo sin necesidad de un descanso, comida o agua, y los usuarios podrán limpiarlo después de su uso. “No tiene las mismas emociones que un perro”, añade Proops.
Para su equipo de investigación, emplear robots de terapia puede ser más ventajoso en ese sentido en situaciones donde el animal no resulte ni práctico ni higiénico, como en quirófanos o ciertos centros hospitalarios. “El robot MiRo-E puede ser más útil”, confiesa la psicóloga.
Si se piensa que el robot nunca sustituirá a un perro de carne hueso, las científicas salen en su defensa: pueden ser increíblemente reales, reflejar los movimientos y el comportamiento de un verdadero animal, mover la cola para mostrar entusiasmo, expresar “emociones” a través de sonidos y colores, levantar las orejas en dirección al sonido e incluso irse a dormir.
Perros reales y robot utilizados para el estudio. / Olivia Barber et al.
Para llegar a estas conclusiones, las psicólogas realizaron un experimento con 34 niños de 11 a 12 años en una escuela de secundaria en West Sussex, en Inglaterra. Se emplearon dos perros de terapia reales –un jack russell terrier de tres años cruzado con un caniche y un labrador retriever de 12 años, procedentes de la asociación benéfica Pets as Therapy– y un robot biomimético ‘MiRo-E’, desarrollado por Consequential Robotics.
Las científicas pidieron a los alumnos de completar un cuestionario sobre sus creencias y actitudes hacia los perros y los robots, antes de participar en dos sesiones separadas de juego libre: una con un perro de verdad y otra con el robot.
“Descubrimos que los niños disfrutaban mucho interactuando con el robot y el perro de terapia y evaluamos a ambos positivamente, pero en general preferían más pasar tiempo con el perro que con el robot”, indica a SINC Olivia Barber. Sin embargo, al analizar las grabaciones de vídeo las psicólogas constataron otros detalles igual de relevantes.
“Encontramos que los niños pasaban más tiempo interactuando con el robot que con el perro y que se comportaban de manera similar y acariciaban por igual tanto al perro como al robot”, subraya la investigadora. Los resultados del test mostraron además que la interacción con el robot les brindaba emociones más positivas que la del perro real.
“Curiosamente, los niños que pensaban que el perro y el robot estaban vivos y podían pensar y experimentar emociones, disfrutaron más de la experiencia”, cuenta la experta, para quien los perros robots interactivos podrían compararse de manera realista a los perros de verdad y convertirse en una alternativa útil en las terapias asistidas con animales.
Aunque las conclusiones del estudio son a pequeña escala, el equipo de científicas está analizando ahora las respuestas de otros grupos de niños ante el contacto con mascotas reales y robotizadas en entornos más naturales, así “sabremos cómo interactúan de verdad entre ellos”, concluye Barber.