Este movimiento social se creó en 2013 de forma paralela en España y en EE UU, y aglutinó a víctimas y supervivientes de violencia de género en los campus. En el caso de nuestro país, ya desde los años noventa, profesores pioneros en la Universidad de Barcelona, como el catedrático de sociología Ramón Flecha, se atrevieron a denunciar casos que conocían.
La universidad goza de prestigio a escala social por todo lo que aporta a su avance y eso lleva, en ocasiones, al falso mito de que viven en una torre de marfil. Pero en tanto en cuanto está formada por las mismas personas que componen la sociedad, también han recogido ejemplos de las mismas dinámicas: se dan casos de corrupción, tráfico de influencias, abuso de poder y, obviamente, violencia de género.
De hecho, cuando los planes de igualdad y los protocolos contra el acoso sexual eran ya una realidad en la mayoría de las empresas, algunas universidades todavía tardaron años en disponer de ellos. Un signo de las resistencias que existían a visibilizar y abordar el problema.
En la actualidad, numerosas instituciones académicas en España registran los casos de acoso sexual en su ámbito y los hacen públicos. Pero los inicios no fueron fáciles y se siguen encontrando muchas reticencias.
Mar Joanpere Foraster, investigadora y profesora de sociología de la Universidad de Barcelona (UB) es cofundadora de un movimiento pionero y primera víctima también que ganó un caso de acoso sexual entre iguales en una universidad española.
“Si no hubiera encontrado el apoyo decidido del catedrático Ramón Flecha, hubiera abandonado la universidad, como desgraciadamente han tenido que hacer muchísimas mujeres. Gracias a ello, logré ganar y cogí fuerza para promover una red solidaria de forma que ya todas puedan tener soporte como lo tuve yo”, declara a SINC.
Junto con otras 14 víctimas de acoso sexual, inició en 2013 la Red Solidaria de Víctimas de Violencia de Género en la Universidad (RVVGU). El silencio se acabó y de ahí surgiría también en 2022 el renombrado MeToo Universidad.
Desde que existe esta red RVVGU, como dice la canción de las víctimas y supervivientes, no dejamos a nadie aislada del número creciente de víctimas que acuden a nosotras
“Todas las evidencias científicas internacionales dejan claro que la solución es el apoyo de toda la comunidad, que no se produce por miedo a la violencia de género aisladora, es decir, las represalias contra quienes apoyamos a las víctimas. Desde que existe esta red RVVGU, como dice la canción de las víctimas y supervivientes, no dejamos a nadie aislada del número creciente de víctimas que acuden a nosotras”, subraya Joanpere Foraster.
La investigación social en este campo es esencial para acercar las evidencias de impacto a escala internacional, ofrecer protección y permitir el desarrollo de estrategias de prevención y actuación.
La socióloga de la UB dirige el estudio Historia del movimiento universitario #MeToo en España, publicado en la revista Social and Education History. En él se realizan entrevistas en profundidad a personas que lideraron esta transformación desde sus inicios, así como a otras que se han sumado recientemente, para conocer el alcance histórico que ha tenido.
En este trabajo, se relatan casos como el de Ana Vidu, que actualmente trabaja en la Universidad de California-Berkeley (EE UU) y en la Universidad de Deusto en el proyecto #UniswithHeart. En 2017, defendió su tesis doctoral sobre violencia de género en las universidades y se vio envuelta en la polémica.
“El comité de doctorado del departamento de Sociología encargado de evaluar la tesis la aprobó por unanimidad. Sin embargo, el decano y la Comisión de Igualdad presionaron para que la Facultad de Economía y Empresa la rechazara”, destaca el estudio.
”Incluso la propia decana escribió las numerosas palabras que Vidu debía incluir en su propia disertación. Todo aquello fue un escándalo porque se saltaba todas las normas universitarias y lo hacía con una alumna que había recibido el Premio a la Mejor Alumna de la Licenciatura en Sociología y el Premio a la Mejor Alumna del Máster en Sociología”, agrega.
La creación del movimiento fue principalmente en Cataluña y muy rápidamente fue considerado en el Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la violencia de género. / Adobe Stock
En la última década, se ha producido un gran avance. Cuando Rosa Valls, catedrática de la UB, publicó en 2016 la primera investigación que se realizaba sobre romper el silencio de la violencia contra las mujeres que existía en la universidad española, en los campus no existían protocolos, tampoco una clasificación sobre los actos que son constitutivos de violencia. Quienes la ejercían lo hacían con total impunidad.
En este primer trabajo sacó a la luz que el 62 % del alumnado había sido víctima o conocía a alguien que había sido víctima de violencia de género en el ámbito universitario. Un problema social que durante décadas se había silenciado. Asimismo, se evidenció que el 91 % de los casos de agresiones en las universidades españolas no se denunciaban.
Patricia Melgar Alcantud, científica principal del Grupo de Investigación Interdisciplinar en Género y Desigualdades Sociales de la Universidad de Girona (UdG), también participó en este estudio y ha publicado el libro Cuando David vence a Goliat este año, junto a otras dos investigadoras de la Universidad de Girona y de California.
En esta obra se relatan las historias de las personas que hay detrás de la creación de esta primera red RVVGU y casos hechos públicos más recientemente, como el de enero de 2022 en el que se dieron a conocer los testimonios de 25 profesoras que denunciaban, por primera vez, casos de violencia de género. Desde ese momento, MeToo Universidad ha multiplicado el número de víctimas que se ponen en contacto con ellas y sus fundadoras se sienten más acompañadas.
“Nuestra última publicación, responde a nuestro compromiso de transferir los resultados de nuestras investigaciones a la sociedad y, más concretamente, el de visibilizar casos de éxito, supervivientes cuyo entorno, cual “Fuenteovejuna”, se han movilizado y posicionado derrocando a quienes ejercen la violencia y a quienes contribuyen a perpetuarla”, explica a SINC la investigadora.
Nuestro trabajo visibiliza supervivientes cuyo entorno, cual “Fuenteovejuna”, se han movilizado y posicionado derrocando a quienes ejercen la violencia
La creación del movimiento fue principalmente en Cataluña y muy rápidamente fue considerado en el Banco de Buenas Prácticas para la prevención de la violencia de género por el Observatorio de la Violencia de Género. “En diálogo con el movimiento de EE UU, el MeToo Universidad ha ido tejiendo puentes en España, Europa y Latinoamérica, recibiendo casos de víctimas de todas partes”, asegura Melgar Alcantud.
Actualmente todas las universidades disponen de protocolos, pero en algunos casos se identifica falta de transparencia en su aplicación. Esto ocurre, por ejemplo, a la hora de exponer públicamente los casos que se han denunciado o qué medidas se han tomado al respecto. “Existe una gran preocupación por preservar el anonimato de quienes ejercen la violencia, pero no identifico la misma preocupación en velar porque el alumnado no quede en manos de profesorado que podría acosarlos”, reivindica la científica de la UdG.
Todo ello lleva a que no se conozcan cifras reales de lo que está ocurriendo. En el mejor de los casos, se conocen aquellos que se denuncian. “El conocimiento sobre violencia de género en otros espacios nos lleva a afirmar que lo que se denuncia es únicamente la punta de iceberg”, asegura Melgar Alcantud.
La universidad tiene que estar al tanto de las evidencias científicas que dejan muy claro que el desprestigio lo generan el no reconocimiento y la no actuación ante este problema
Joanpere Foraster, enfatiza: “La universidad es una institución que tiene que estar al tanto de las evidencias científicas que dejan muy claro que el desprestigio lo generan el no reconocimiento y la no actuación ante este problema, lo que da prestigio es reconocerlo y actuar de acuerdo con esas mismas evidencias”.
Ambas consideran que los protocolos son imprescindibles, pero no suficientes si no se acompañan de más pasos. “El primero es mejorarlos, la mayoría todavía no han incluido la violencia de género aisladora. El segundo paso es integrar el apoyo a las redes de víctimas y supervivientes, como se hace por ejemplo en EE UU desde que Obama lideró la intervención directa de la Casa Blanca para dar ese apoyo”, concluye la investigadora de la UB.
Las expertas consideran que debería revertir la situación y que quienes queden aisladas y se sientan solas no sean las víctimas, si no quienes ejercen la violencia. / Adobe Stock
Las personas que se han atrevido a romper el silencio, ser altavoz y poner nombre a un problema aún bastante tabú en la universidad española y en el mundo, han sufrido el aislamiento de la violencia de género. Apoyar a las victimas les ha traído, en muchos casos, un alto coste personal y profesional.
Sin embargo, una de las victorias que han logrado precisamente en este sentido, es que algunas legislaciones reconozcan la violencia de género aisladora (VGA).
De esta forma, se potencia que cada vez sean más las personas que se atrevan a posicionarse de manera clara. A largo plazo, las expertas consideran que esto debería revertir la situación y que quienes queden aisladas y se sientan solas no sean las víctimas, si no quienes ejercen la violencia.
Cada vez encontramos a más personas valientes que han dejado de mirar hacia otro lado
“Cada vez encontramos a más personas valientes que han dejado de mirar hacia otro lado. Es decir, que están desempeñando el papel de la red solidaria. Esto se debe a que algunos protocolos han empezado también a reconocer la VGA como forma de violencia. Esta hace referencia a los ataques o represalias que reciben quienes apoyan a las víctimas y que, por tanto, también serán protegidas”, dice Melgar Alcantud.
Los estudios científicos sobre violencia de género en este campo han sido esenciales para propiciar el cambio, pero no ha sido un camino fácil. Uno de los impactos de estos pioneros trabajos en España fue la incorporación a la legislación en materia de igualdad de género, en 2007, de la obligación legal de establecer protocolos contra la violencia de género en las universidades.
Ese año, el Parlamento español aprobaba la legislación que obligaba a las universidades españolas a reconocer que tenían un importante problema de acoso sexual en su seno y también les obligaba a tomar las medidas aclaradas por los resultados de esta investigación. “Con ello, el Parlamento corregía un grave error que había cometido tres años antes, cuando en 2004 aprobó la legislación sobre violencia de género sin incluir este punto. La CRUE (Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas) se posicionó en contra de este reconocimiento y en contra de los investigadores, pero tuvieron que acatar esta legislación”, apuntan las autoras de Historia del MeToo.
Existen equipos rectorales, de gobierno y medios que tratan de ocultar su falta de apoyo tratando de invisibilizar a las principales científicas en violencia de género
Esto parecía traer un futuro esperanzador, con mayor igualdad y justicia social, pero no fue eso lo que vivieron los miembros de la Red. Además, las científicas en este campo no reciben reconocimiento. “Lo que extraña cada vez más a investigadoras de todas las áreas es que sus universidades invisibilicen a aquellas que estudian temas de género y que más destacan en los rankings internacionales y basen sus formaciones y actuaciones en bulos, en lugar de en evidencias”, denuncia Melgar Alcantud.
“Existen equipos rectorales, de gobierno y medios que tratan de ocultar su falta de apoyo tratando de invisibilizar a las principales científicas de este tema, concretamente, a las cuatro españolas que están entre las diez primeras a escala mundial en el ranking Google Scholar en la categoría de violencia de género”, recalca Joanpere Foraster.
La Universidad de Córdoba (UCO) ha llevado a cabo un estudio reciente, publicado en la revista Education Sciences, en el que han participado 1870 estudiantes para conocer las creencias que tienen respecto a la violencia de género. Saber su percepción sobre esta problemática es fundamental para abordar el asunto en el ámbito académico.
Entre sus resultados, se apunta que los ejemplos de acoso sexual o violencia de género menos percibidos por los alumnos varones son, en primer lugar, los celos (sentimiento de posesión), seguidos de control constante (actividades que realiza, personas con quien está), agresión psicológica y comentarios sexistas.
“Esto no quiere decir que el alumnado no conozca este tipo de situaciones, sino que es muy probable que algunas como los celos no lo lleguen a identificar como actos de acoso sexual o violencia de género”, señala Maribel Amor Almedina, de la UCO y coautora de la investigación.
Asimismo, en el trabajo partieron de la hipótesis de que, a mayor formación académica de los padres, mayor percepción de conductas y comportamientos de violencia de género del alumno o alumna, sin embargo, el estudio mostró lo contrario.
“No podemos establecer una conclusión determinante a este respecto. En nuestro trabajo analizamos las percepciones y podemos argumentar que hay situaciones y comportamientos que se pueden normalizar en una familia patriarcal, independientemente de la formación de los padres. Habría que realizar una investigación específica sobre esta cuestión”, afirma Irene Dios Sánchez, científica también en la UCO.
Las investigadoras también observaron diferencias según las carreras. Concretamente los estudiantes de la titulación de Educación Social y Educación Primaria mostraron mayor apreciación a este tipo de situaciones.