El oído está preparado para recibir sonidos procedentes de la naturaleza donde, a excepción de fenómenos puntuales, como es el caso de las tormentas, no se registran ruidos de más de 60 decibelios. La sociedad actual soporta sin embargo en muchas ocasiones niveles superiores de ruido que no sólo afectan al sistema auditivo, sino que pueden ser causa de la aparición de otras enfermedades. Un grupo de otorrinolaringologos del hospital Río Hortega de Valladolid formado por los doctores Luis María Gil-Carcedo, Elisa Gil-Carcedo y Luis Ángel Vallejo Valdezate, han analizado en una publicación cómo puede llegar a afectar el ruido a la salud humana.
El ruido, tal y como explica el doctor Luis María Gil-Carcedo, jefe del servicio de Otorrinolaringología del centro hospitalario vallisoletano, "es lesivo para el oído a partir de los 85 decibelios", aunque en locales nocturnos o centros de trabajo se llegan a soportar niveles que alcanzan los 100 decibelios. Una exposición repetida a estos niveles "pueden derivar en un trauma acústico". Se trata de ruidos para los que el oído no está preparado, está sobrestimulado". Ruidos de sonoridad extrema, como es el caso de explosiones, pueden llegar a provocar la sordera con tan sólo una única exposición.
Estos son algunos de los datos que aporta la publicación Efectos del ruido en la salud humana, un libro en el que además se analiza, acompañado por imágenes, cómo es el proceso fisiológico de pérdida de la audición, es decir, cómo las células neurosensoriales presentes en el oído interno y encargadas de transformar la energía mecánica (ruido) en energía eléctrica para enviarla al cerebro, presentan cambios metabólicos y llegan a desaparecer cuando son sometidas a sobreestímulos acústicos.
Estas células, ha precisado el doctor Gil-Carcedo, "están distribuidas alrededor de la cóclea", de forma que, en función de su ubicación, captan unas frecuencias determinadas. Así, "las células neurosensoriales que primero se lesionan son las que recogen la frecuencia 4.000 hercios, que es un sonido muy agudo que prácticamente no participa en la conversación, pero que es importante porque es un aviso de que si la persona afectada sigue exponiéndose a ese nivel de ruido, acabará quedándose sordo".
El ruido no produce únicamente enfermedades otológicas, sino que puede ser causa de la aparición de otras patologías generales. La obra hace alusión a algunas de ellas, entre otras, la disfonía, ya que cuando se soportan niveles altos de ruido "también se habla por encima del nivel sonoro, y se fuerza por tanto la laringe", o el aumento de accidentes laborales, puesto que, tal y como precisa el investigador, "cuando hay mucho ruido, está comprobado que se detectan peor las señales luminosas". Otras de las enfermedades que pueden aparecer son trastornos de personalidad, estrés o úlceras gástricas, debido al "aumento de la secreción ácida en el estómago", o trastornos de la presión arterial.
Trabajos de investigación
La publicación, editada por el servicio de publicaciones de la Universidad de Valladolid, recoge además algunos de los trabajos de investigación realizados por los otorrinolaringologos. Uno de ellos, realizado con cadetes de la Academia de Caballería de Valladolid, vino a corroborar la variabilidad personal de soportar el ruido, es decir, cómo ante un mismo ruido traumatizante, el problema de salud es distinto. A los militares se les realizaron audiometrías antes y después de realizar un disparo, de forma que "todos tenían pérdida transitoria de la audición pero algunos la recuperaban en minutos y otros en horas", relata Gil-Carcedo.
Los investigadores también realizaron un estudio en colaboración con al Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Valladolid para medir los niveles de ruido que se registraban en la capital castellano leonesa. Así, se instalaron medidores de ruido que determinaron que, pese a que en algunos lugares y de forma muy puntual, se registraban ruidos traumatizantes, los niveles, en general, estaban por debajo de este umbral de 85 decibelios.
El contenido de la publicación fue premiado en el año 2006 por la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid, en una categoría promovida por el propio Consistorio vallisoletano.