Las técnicas genéticas basadas en el análisis de polimorfismos de secuencias del ADN permiten realizar análisis a partir de cantidades ínfimas de material. Un grupo de investigadores asturianos las ha aplicado al estudio de tres especies autóctonas asturianas: el oso, el urogallo y el rebeco.
El rebeco es una especie de gran interés cinegético, el oso pardo y el urogallo son especies en peligro de extinción en la Cordillera Cantábrica. "Para elaborar un plan de conservación o manejo de estas especies era necesario saber cual es la situación de partida", cuentan los científicos asturianos, para quienes "es importante conocer el grado de variabilidad genética y la estructura de la población". Así, en las poblaciones de pequeño tamaño disminuye la variabilidad genética y aumenta la probabilidad de los cruces entre parientes o endogamia.
La consecuencia más importante de la endogamia es el aumento de la frecuencia de genotipos homocigotos para genes con efecto deletéreo, lo que en algunas ocasiones podría llevar a la extinción de una población. Otro parámetro importante es la estructura poblacional, es decir, si la población está dividida en subpoblaciones y el grado de intercambio de reproductores (y por lo tanto de genes) entre ellas.
Es también muy importante conocer el grado de parentesco de las poblaciones autóctonas con otras españolas y europeas. Estos conocimientos son necesarios para determinar qué tipo de actuaciones serían necesarias y eficaces. Por ejemplo, si son convenientes las repoblaciones y qué poblaciones utilizar para ello.
El rebeco y su clasificación taxonómica
El rebeco se distribuye en la actualidad por la mayor parte de los sistemas montañosos de Europa. Se distinguen 10 subespecies, cada una de ellas confinada en un sistema montañoso diferente, uno de los cuales es la Cordillera Cantábrica. En la actualidad se discute sobre si estas 10 subespecies se pueden agrupar en una única especie (Rupicapra rupicapra) o si existen dos especies diferentes: R. pyrenaica, que incluye a los rebecos de pa Península Ibérica y los Apeninos; y R. rupicapra que incluye las demás poblaciones.
Uno de los objetivos del estudio de esta especie es deducir las relaciones filogenéticas entre las 10 poblaciones reconocidas como subespecies de rebeco para determinar en qué momento se separaron unas de otras, las relaciones entre ellas y si están lo suficientemente diferenciadas como para justificar su clasificación en más de una especie. Para esto se comparan las secuencias de varias regiones de los cromosomas denominadas microsatélites y el ADN de las mitocondrias de las distintas subespecies.
El análisis de los marcadores microsatélite separa claramente tres grupos: dos correspondientes a las dos especies reconocidas mas un tercer grupo formado por la población de los Apeninos, que es más próximo a las poblaciones ibéricas que a las del este de Eurasia. Los Alpes aparecen como la barrera más influyente en la diferenciación entre las poblaciones del este y el oeste.
Los datos procedentes del análisis del ADN mitocondrial muestran también tres linajes que, sin embargo, no se corresponden exactamente con los linajes basados en microsatélites. Las incongruencias entre filogenias nucleares y mitocondriales indican fenomenos de hibridación entre linajes en la zona central de la distribución del rebeco.
Las relaciones filogenéticas sugieren una historia evolutiva con importantes contracciones y expansiones, relacionadas con las oscilaciones climáticas del Cuaternario que habrían generado periodos aislamiento entre poblaciones al migrar a las cumbres en los periodos interglaciares, seguidos de otros periodos de expansión e hibridación entre poblaciones vecinas en los periodos glaciares que provocarían el descenso a cotas más bajas.
El nuevo trabajo muestra la importancia que la evolución reticulada -con periodos de aislamiento y reducción del tamaño de población, seguidos de expansión e hibridación- tiene en la diiversificación de las especies.
Poblaciones cantábricas de oso pardo y el urogallo
Estas especies se encuentran protegidas. La obtención de muestras, por tanto, se debe realizar sin causar ninguna molestia al animal. Se recurre a lo que se conoce como muestreo no invasivo, en el que no es necesario el contacto con el animal, para la recogida de muestras sino que se recoge material biológico que el animal va dejando atrás (heces y pelos para el oso, heces y plumas para el urogallo). En este material quedan algunas células del animal, de las que se extrae el ADN cuyas secuencias se analizan.
Dos muestras procedentes del mismo individuo tendrán secuencias idénticas en todos los microsatélites analizados, las que proceden de individuos distintos diferirán en alguno, y los individuos emparentados coincidirán en más microsatélites que los no emparentados. Así se puede identificar a cada uno de los individuos de la población y conocer sus desplazamientos, determinar el tamaño de la población, las relaciones de parentesco, así como otros parámetros que nos servirán para establecer la variabilidad genética de las poblaciones y las relaciones entre ellas.
La población cantábrica de osos está dividida en dos subpoblaciones (occidental y oriental), separadas por las vías de comunicación con la Meseta. La población cantábrica presenta una variabilidad genética muy reducida, de las más bajas de la especie, siendo especialmente extrema en el caso de la subpoblación oriental. Las subpoblaciones oriental y occidental están muy diferenciadas genéticamente, lo que indica que han estado completamente aisladas reproductivamente desde hace tiempo.
EL equipo de la Universidad de Oviedo identificó migrantes entre las dos subpoblaciones. Un macho de la población oriental se trasladó a la occidental y tres machos occidentales se desplazaron a la oriental, donde al menos uno de ellos tuvo éxito reproductivo, pue se identificaron dos hijo suyos.
La conectividad entre las dos subpoblaciones parece haber mejorado como consecuencia de las políticas de protección del oso y podría haberse restablecido el flujo génico entre ellas. La monitorización de la diversidad genética a lo largo de los próximos años ofrecería una oprtunidad única para estimar los efectos del flujo génico en la viabilidad a largo plazo de una población amenazada de un gran carnívoro.
Según los expertos, la población de urogallo ha experimentado una dramática reducción en las últimas décadas. La población cantábrica también tiene una variabilidad genética muy reducida. La población también está subdividida en dos grupos que se distribuyen en áreas separados por las principales vías de comunicación con la Meseta. Las dos subpoblaciones parecen estár, a su vez, estructuradas en núcleos con poco flujo génico entre sí, lo que podría reflejar un proceso de reducción y fragmentación de la población.