Lápiz en mano, hoja de papel, huesos, conocimientos científicos, y un toque de imaginación. Estos son los ingredientes que dan una vida virtual a los dinosaurios. Las reconstrucciones y restauraciones completan el esqueleto en tamaño real. Hoy las nuevas técnicas como el modelado en 3D, y los nuevos materiales hacen más reales estas resurrecciones, en las que intervienen ilustradores, restauradores y paleontólogos.
El estreno de la película de Stephen Spielberg Jurassic Park en 1993 supuso un antes y un después en el arte de reconstruir dinosaurios. Aunque no fue la primera película que unía a humanos y dinosaurios, logró hacer reconstrucciones “muy buenas”, algunas más científicas y otras más ficticias, de animales ya extintos, y de los que sólo se conservan algunas partes del cuerpo. No obstante, al ser una película de ciencia ficción, la imaginación desempeñó también un papel importante.
La película, basada en la novela del mismo nombre, parte de la clonación de un animal extinto en el que aparecen características que no se han conservado en el fósil. A partir de ahí, el autor de la obra, Michael Crichton, tuvo libertad absoluta para imaginar que uno podía cambiar el color como un camaleón, que otro podía tener la piel de una forma, o que podía escupir veneno, “porque son aspectos que aparecen en animales actuales, pero que no podemos ver directamente ya que no se conservan en el registro fósil”, cuenta Francisco Gascó, paleontólogo, reconstructor e ilustrador en la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis.
El caso de los velocirraptores, dinosaurios terópodos dromeosáuridos que vivieron hace entre 70 y 65 millones de años, fue sonado porque en el film aparecen más grandes de lo que en realidad eran. Según el investigador, Crichton se basó en la teoría del ilustrador Gregory S. Paul: que los velocirraptores y otro género que se llama Deinonychus (el velocirráptor americano) pertenecían en realidad al mismo género.
“¿Cuál vas a meter en una película para que sea más terrible, el velocirráptor pequeño que es del tamaño de un perro, o el que es como una persona? Evidentemente, el mayor”, asegura Gascó. Además, aunque los movimientos de los animales del film parecen creíbles, el otro dinosaurio más recurrente de la película, el Tiranosaurius rex, aparece corriendo siempre. Muchos científicos piensan que no podía correr tanto, que era más bien un animal carroñero o de acechar y atacar repentinamente.
Creatividad con base científica
Detrás de la reconstrucción de un dinosaurio, sea a lápiz o en 3D, hay un trabajo científico necesario para saber las relaciones que el animal tenía con el resto y cómo debía ser la parte que no se conserva. Si no se tiene todo el esqueleto, el cuerpo se reconstruye a partir de las relaciones filogenéticas y el parentesco con otros esqueletos de dinosaurios más completos. “El artista está asesorado por un paleontólogo que estima las vértebras y cómo éstas evolucionan entre ellas”, apunta Daniel Ayala, restaurador de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis.
Para crear su musculatura y otras características anatómicas, la silueta se compara después con cocodrilos y aves actuales. El movimiento se obtiene a partir de la proporción entre los huesos y las extremidades. Sin embargo, lo más difícil de representar son la textura de la piel (escamosa e incluso con plumas) y el color. “Los dinosaurios se suelen pintar marrones o grises porque son colores que se ven en los animales actuales, y porque a una presa no le conviene ser de un color muy llamativo, a menos que intente atraer a la hembra”, subrayada el científico. El elefante y el rinoceronte son los modelos.
Para Gascó en una reconstrucción “hay una parte de especulación, y una hipótesis de partida porque la evolución da muchos saltos”. Ayala opina que no debería considerarse arte “porque te limitas a reproducir lo que ves, el fósil original, y no se crea”. No obstante, si la réplica de un fósil está bien conseguida gracias a la mano del ‘artista’, es posible hacer creer a un paleontólogo experto que la réplica es el original, “pero solo un rato”, atestigua Ayala.
Ilustradores, restauradores y paleontólogos se unen en un proceso que nos da una visión real de cómo fueron los dinosaurios. Sin este trabajo multidisciplinar, la morfología de la cabeza del dinosaurio gigante, Turiasaurus riodevensis, hallado en Riodeva (Teruel), y cuyo cuerpo sigue sin aparecer, seguiría siendo un misterio.