El Big One de Japón

Los sismólogos llevan décadas pronosticando que un gran terremoto, el Big One, se producirá en la Falla de San Andrés y devastará la superpoblada región de California, desde que en 1906 un gran terremoto azotara San Francisco. Esta misma predicción se hacía para Japón desde el terremoto del Gran Kanto en 1923 que devastó la región de Tokio y causó 150.000 víctimas. De los recientes acontecimientos podemos afirmar que el país de Sol Naciente, acaba de sufrir su Big One.

El Big One de Japón
Pictografía del folklore japonés mostrando la leyenda del pez gato (namazu) que con su movimiento provoca los terremotos (Earthquakes and Animals, World Scientific, Motoji Ikeya.

Los habitantes de Japón una vez más, se vieron sorprendidos por una fuerte sacudida sísmica el 11 de Marzo de 2011 a las 14:46:23 hora local. Sin embargo, no fue la fuerte sacudida, sino el posterior tsunami, lo que causó la enorme tragedia que azota estos días a Japón. Un terremoto enorme, de magnitud 9 en la escala Richter, poco profundo y con epicentro cercano a la costa han sido los ingredientes principales para la formación del tsunami con olas de hasta 10 m de altura que han inundado y arrasado la costa noreste de Japón hasta varios kilómetros tierra adentro.

La energía producida por el rozamiento de las placas tectónicas se ha estado acumulando durante décadas en la región del epicentro, en el noreste de Japón. El 9 de marzo comenzó la liberación repentina de esta energía con un terremoto de magnitud 7.2. El día 11 ocurrió el evento principal, el Big One, con una magnitud de 9.0, y fue seguido en los días posteriores por cientos de réplicas de magnitudes superiores a 6 y 7 que siguen sacudiendo el ya maltrecho país.

El evento principal ha sido el mayor que ha azotado Japón y el cuarto en orden de magnitud a nivel mundial desde 1900, sólo superado por los terremotos de Valdivia (Chile) en 1960 de magnitud 9.5, el de Alaska en 1964 de 9.2 y el de Sumatra en 2004 de 9.3.

Japón se sitúa dentro del “anillo de fuego del Pacífico”. Este anillo es una franja estrecha que bordea el Océano Pacífico caracterizada por tener las mayores tasas de actividad volcánica y sísmica. En la zona confluyen cuatro placas tectónicas: la Euroasiática, la Filipina, la Norteamericana y la Pacífica.

Los terremotos se concentran en los límites de las placas y tan sólo a 50 kilómetros del Sur de Tokio, la zona más poblada del país, se sitúa el límite entre la placa Norteamericana y la Euroasiática. Precisamente en este límite es donde se produce uno de los mayores movimientos de las placas tectónicas en la Tierra.

La placa Pacífica se mete por debajo de la Norteamericana a una velocidad aproximada de 9 cm por año, en un proceso que llamamos “subducción” y en el que se produce una gran deformación de la corteza y se generan grandes fallas sísmicas “inversas”. Estas fallas suelen ser las causantes de los terremotos más destructivos del planeta y están asociados frecuentemente con tsunamis. Los resultados preliminares de la localización del epicentro, su profundidad y su modelo de ruptura indican que tanto el evento principal como las fuertes réplicas se relacionan con dicha subducción.

Japón presenta una larga tradición de grandes terremotos y tsunamis, y de hecho la palabra tsunami es de origen japonés y significa “ola de puerto o de bahía”. Como muchas otras culturas antiguas que poblaban las zonas sísmicas, el folklore japonés creó una explicación para los terremotos.

Namazu: el pez gato gigante

La tradición culpaba a la acción de un pez gato gigante conocido como Namazu. Este pez vivía enterrado en el barro debajo de la superficie de la tierra y cuando los dioses querían castigar al pueblo, lo liberaban de modo que él se agitaba y removía generando las sacudidas del terreno. Además de los tsunamis históricos que Japón ha sufrido, destacan también los más recientes: de 1896 con 27000 víctimas y el de 1933 con 3000.

Japón y todos los países que circundan el Océano Pacífico, están expuestos a los tsunamis generados en sus proximidades, pero están sometidos a los tsunamis transoceánicos. Estos tsunamis se generan en un extremo del océano, se propagan por todo el océano y alcanzan el otro extremo. Un ejemplo de estos fue el tsunami generado por el terremoto de Valdivia (Chile) de magnitud 9.5 que alcanzó la costa occidental del Pacífico produciendo cuantiosos daños materiales y 138 víctimas en Japón, 32 en Filipinas y 16 en Hawai.

Japón, siendo consciente del peligro al que está sometido, es uno de los países que más ha invertido en investigación sobre peligrosidad sísmica. Poseen centros de investigación puntera en sismología y geología de terremotos. Una de sus insignias es tener el mejor barco científico, el Chykiu, con el que pueden perforar la corteza terrestre desde el fondo del mar hasta 7 km de profundidad y así poder estudiar las fallas sísmicas causantes de los grandes terremotos. Cuando se desató el terremoto del pasado 11 de marzo, el Chykiu estaba atracado en Hachinohe, puerto del noreste de Japón, y debido a los daños sufridos por el tsunami ha tenido que cancelar su actual misión.

La magnitud del tsunami

El esfuerzo y las inversiones de los japoneses a nivel de infraestructuras y concienciación social, les sitúa como el país mejor preparado frente al riesgo de terremotos. Los grandes edificios e instalaciones están construidos utilizando una rigurosa normativa sismorresistente y por eso han soportado las fuertes sacudidas. Si no se hubiese producido también el tsunami, estaríamos hablando de daños menores en las infraestructuras y escasas víctimas.

Ser el país mejor preparado para soportar el daño de los terremotos, no equivale a estar preparado para sufrir grandes tsunamis como ha quedado demostrado con la reciente tragedia. La central nuclear de Fukushima, ubicada en la costa noreste de Japón, se construyó en los años setenta, basándose en proyectos que desarrollaron durante los años sesenta, cuando aún no se conocía la Tectónica de Placas.

La estructura se calculó para soportar terremotos mayores de los que conocían por el registro histórico y hoy vemos que los cálculos y la previsión fueron muy acertados, pues dicha estructura ha resistido una sacudida muy superior a la esperada. Sin embargo la central no pudo soportar la envestida de las olas del gran tsunami por su localización en la costa.

Conocer el comportamiento de las zonas de subducción

En la Universidad Complutense de Madrid se están investigando las fallas sísmicas en los fondos oceánicos, en especial aquellas ligadas a los procesos de subducción. Éste es uno de los objetivos del grupo de investigadores liderado por Andrés Carbó Gorosabel, del Departamento de Geodinámica de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid.

Durante la última década este grupo de geólogos y físicos se ha centrado en investigar la zona del noreste del Caribe; región recientemente afectada por el terremoto del 12 de enero del 2010 en Haití. Este terremoto liberó 30 veces menos energía que el de Japón y no generó un tsunami, pero dejó un balance de aproximadamente 230.000 víctimas, ya que temblor del terremoto devastó las débiles y vulnerables edificaciones de Haití. Casos como el de Haití y el de Japón nos muestran que las fallas sísmicas pueden permanecer tranquilas durante décadas e incluso cientos de años y después liberar la energía de deformación acumulada de forma repentina. Andrés Carbó nos comenta:

“Cuanto mejor entendamos los procesos que se producen en las zonas de subducción, mejor preparados estaremos para afrontar los terremotos más destructivos del planeta”.

El número de grandes terremotos y tsunamis que se producen a nivel mundial sigue siendo el mismo que en el pasado, sin embargo con el aumento de las poblaciones que viven en zonas costeras, ha aumentado nuestra exposición a estos riesgos naturales. La catástrofe de Japón nos recuerda que la predicción de ocurrencia de terremotos y la consecuente prevención de los daños que puedan producirse, sigue siendo uno de los mayores retos geo-científicos de nuestros tiempos y que la investigación científica incide directamente en el bienestar de la humanidad.

Con los recientes acontecimientos en Japón, los habitantes de California han podido valorar las consecuencias de un Big One, preparándose así para el que según los sismólogos sufrirán en los próximos años.

Fuente: Universidad Complutense de Madrid
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