Desde una perspectiva pragmática y defensor de la Estrategia de Lisboa, elaborada en la Cumbre de 2000 y según la cuál Europa tiene que generar los mecanismos que le hagan ser la economía del conocimiento más competitiva del mundo, el periodista y reconocido experto en materia científica despliega una crítica constructiva de la política científica que se ha llevado a cabo en al última legislatura (en especial, durante 2007, "Año de la ciencia"). Plantea, además, experiencias concretas como la política municipal de Barcelona que a finales del siglo XX desarrolló la denominada "Ciudad del conocimiento".
La frase es del vicepresidente económico del Gobierno español, Pedro Solbes: “Menos ladrillo y más inteligencia”. La economía española necesita un reequilibrio basado en el valor añadido de las ideas sólidas, nuevas oportunidades y la generación de riquezas no volátiles que se derivan de las actividades vinculadas a la sociedad y economía del conocimiento. El objetivo no es nuevo, fue claramente establecido en la famosa cumbre de Lisboa de 2000, en la que se señaló como esencial la convergencia en el PIB europeo de la investigación, el desarrollo y la innovación para que Europa sea económica y socialmente competente en el siglo XXI.
Para conseguirlo es indispensable una creciente y sostenida inversión pública y privada en inteligencia y talento, estrechamente ligados a la educación de la población y a la promoción de la investigación e innovación científico-tecnológicas. Por lo tanto, hace falta que la iniciativa privada se suba realmente al carro de la ciencia y que el sector público siga invirtiendo en nuevas infraestructuras educativas y científicas, como se ha hecho en años recientes, sin olvidar que de una vez por todas se debe establecer la profesionalización de la carrera de investigador o investigadora en el mundo de las ciencias, auténtica asignatura pendiente en nuestra sociedad. Pero todo esto no es suficiente, la sociedad ha de acompañar esta política y ha de entender que vale la pena el esfuerzo de aprender, reciclar e invertir en conocimiento. Sobre todo, la juventud que se aleja de las vocaciones científicas en busca de opciones profesionales aparentemente más rentables a corto plazo, pero que carecen de un horizonte futuro de mejora y progresión social. La reacción en cadena I+D+i no es suficiente; necesita el catalizador de una cultura ciudadana que entienda lo que significa ciencia y conocimiento.
Un buen ejemplo de cómo debe ser esta firme apuesta de adaptación y cambio la tenemos en la política municipal de Barcelona cuando el alcalde Joan Clos impulsó en el mandato 1999-2003 el concepto de Ciudad del Conocimiento como una de sus marcas sociales, económicas y políticas, a pesar de que, como es bien sabido, el Ayuntamiento no tiene competencias directas en el campo científico.
Durante ese mandato se sentaron las bases de nuevas e importantes infraestructuras como por ejemplo, entre otras, el Campus Universitario de Levante, el Parque de Investigación Biomédica y la potenciación del Parque Científico de Barcelona. Sin olvidar que la puesta en marcha del proyecto 22@ en Pueblo Nuevo para la reconversión de suelo urbano industrial con destino a la economía del conocimiento fue la traslación al territorio de esta voluntad de la ciudad por estar en la primera línea del importante cambio que se está produciendo en nuestra sociedad, con el paso de la actividad productiva vinculada a la industria a la nueva basada en la densidad en conocimiento. Ya en ese mandato la concejalía de Ciudad del Conocimiento acompañó todo este proceso ampliamente transversal en el Ayuntamiento de Barcelona con una política de sensibilización ciudadana y de creación del discurso social en torno a la adaptación de la ciudad a la sociedad del conocimiento. El diagnóstico y análisis de este proceso se basó en las recomendaciones que expertos como Richard V. Knight han establecido para la adaptación de nuestra sociedad a la economía del conocimiento:
Las ciudades deben incentivar la actividad económica densa en conocimiento e impulsar sus centros de excelencia. El conocimiento debe ser definido y percibido por la sociedad como una forma de riqueza. El público general - la sociedad en su conjunto - han de comprender y asimilar la naturaleza y el origen de los recursos del conocimiento. Y , por último, el desarrollo basado en las actividades del conocimiento significa mejorar las capacidades humanas y organizativas con el fin de poder crear un entorno que conduzca hacia la innovación, el aprendizaje, la creatividad y el cambio.
Basándose además en las directrices marcadas por la propia Comisión Europea en el Plan de Acción Ciencia y Sociedad, la concejalía de Ciudad del Conocimiento estableció un amplio programa de cultura científica, que culminó con su integración en las actividades del Instituto de Cultura de Barcelona en el mandato 2003-2007 y la creación del Comisionado de la Alcaldía para la Promoción y Difusión de la Cultura Científica. ¡La ciencia pasó a formar parte de la política cultural de la ciudad!
En este contexto, surgió el compromiso en el pleno municipal de Barcelona de dedicar el año 2007 a la Ciencia y a la Cultura Científica gracias a la medida de gobierno “La ciudad por la ciencia”[i] elaborada por el Comisionado de Cultura Científica y presentada por el concejal de Cultura Ferran Mascarell, artífice máximo de esta estrategia integradora de la ciencia y de la cultura en la política municipal. Una iniciativa que, como ocurrió también en 2005 con el Año del Libro y de la Lectura, fue asimismo impulsada en toda España. En este caso, gracias fundamentalmente a la acción decidida del secretario de estado de Universidades e Investigación, Miguel Ángel Quintanilla,[ii] quien, desde el Ministerio de Educación y Ciencia la hizo llegar con éxito a la Presidencia delGobierno . El Congreso de los Diputados dio su apoyo unánime a una proposición no de ley para declarar el Año de la Ciencia en 2007 y el Gobierno español le dio la máxima proyección con un real decreto y el nombramiento de la vicepresidenta política, María Teresa Fernández de la Vega, como presidenta de una comisión coordinadora de ámbito estatal.[iii] La Fundación Española de Ciencia y Tecnología (FECYT) fue la responsable de la coordinación en toda España.[iv]
¿Balance? Unos 4000 actos en toda España y unos 500 sólo en Barcelona, ciudad que una vez más ha demostrado la importancia de su tejido social y asociativo. Más de 250 entidades de todo tipo han constituido el consejo promotor que ha impulsado la iniciativa desde el Instituto de Cultura de Barcelona coordinada por el Comisionado de Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona.[v] El análisis de los aspectos cualitativos necesitará más tiempo y una cierta perspectiva, sin embargo podemos avanzar el éxito de dos factores nuevos que se han sumado a la ya tradicional y sostenida actividad divulgativa científica en Cataluña: la incorporación y consolidación de la ciencia en nuevos espacios, como las bibliotecas públicas y el céntrico Palau Robert, y el llevar la oferta allí donde está buena parte de un público potencial nuevo – como es el caso de las propias bibliotecas – y no esperar, como ha sido tradicional en la divulgación de las ciencias, que el público acuda a los lugares habituales de este tipo de oferta cultural. Sin embargo, incluso en este caso también se ha notado la influencia del Año de la Ciencia ya que el mueso CosmoCaixa ha experimentado un incremento de medio millón de visitantes con respecto al año anterior.
Por otra parte, el establecer a la divulgación científica como una de las diez líneas programáticas básicas del Plan Estratégico del Sector Cultural de Barcelona[vi] se consolida definitivamente a la difusión de las ciencias como una parte importante de la política cultural de esta ciudad, que en este aspecto también ha demostrado ser innovadora. Pocas ciudades europeas han incorporado la ciencia a sus programas culturales, aspecto que ha merecido el reconocimiento de la Comisión Europea que apoya el proyecto “Ciudad y ciencia” nacido en Barcelona[vii] y que con este motivo decidió convocar un relevante Foro Europeo de Periodismo Científico en la Universidad Pompeu Fabra el pasado mes de diciembre en el marco de las actividades de Barcelona Ciencia 2007.[viii]
Por su parte, el Gobierno español clausuró el 7 de febrero de 2008 el Año de la Ciencia con la presentación de un informe y un barómetro de evaluación de las actividades e iniciativas desarrolladas durante 2007. La vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, manifestó que “tal como dijo Newton, la ciencia es como la tierra: sólo puede poseerse una pequeña parte. Su valor reside en que la actividad científica es una obra colectiva. Una actividad en la que participan, en primera línea, científicos e investigadores, pero que detrás debe contar con el apoyo de toda la sociedad.”[ix] Por su parte, Mercedes Cabrera, ministra de Educación y Ciencia subrayó que “el Año de la Ciencia no acaba en 2007 y de hecho hoy no cerramos una iniciativa sino que damos un nuevo impulso a una nueva mentalidad: la ciencia para los ciudadanos y el diálogo de la ciencia con los ciudadanos”.
Para prolongar este diálogo entre la ciencia y los ciudadanos se han creado, en el marco del Año de la Ciencia, cuatro estructuras estables que tienen voluntad de continuidad:
· Sistema de Información y Noticias Científicas (SINC)[x]: un portal de internet en el que las instituciones y los científicos podrán colgar todo tipo de noticias científicas. A estos contenidos tendrán acceso todos los periodistas dedicados a la divulgación de la ciencia y tecnología española y también el público en general.
· Unidades de Cultura Científica: dotar a los centros de investigación de expertos en comunicación científica que además nutrirán al SINC de las noticias sobre ciencia y tecnología de mayor interés.
· Red de agentes locales de cultura científica: técnicos para que desarrollen actividades de divulgación científica en municipios pequeños, de entre 15.000 y 75.000 habitantes, donde hay demanda de divulgación pero generalmente poca actividad.
· Red Nacional de Museos de Ciencia y Tecnología: aspira a crear una red de colaboración para un mejor aprovechamiento de recursos entre una treintena de museos de divulgación pertenecientes a distintas instituciones o administraciones.
La cruz ha sido la negativa del vicepresidente económico para que el Año de la Ciencia pudiera contar con deducciones fiscales que hubieran permitido incorporar a mucha más iniciativa privada al proyecto. Parece incomprensible que muchas actividades deportivas merezcan un trato que les permite contar fácilmente con patrocinadores que simplemente hacen publicidad y en cambio la promoción de la educación científica y fomento de la inteligencia colectiva, que el propio vicepresidente Solbes pide y considera esencial, no merezca este tratamiento. ¡Una clara contradicción política!
Tampoco ha ayudado que 2007 haya sido un año electoral (en el ámbito municipal, con los cambios que ha comportado) y preelectoral (en el ámbito estatal, con la crispación ambiental que ha fomentado la oposición en prácticamente todo el mandato de Rodríguez Zapatero). La cultura – como es bien sabido - siempre queda arrinconada en esas situaciones en que son otras las prioridades.
Por su parte, el mundo universitario, uno de los protagonistas esenciales de la actividad divulgativa, ha estado presente con sus muchos y buenos protagonistas de la divulgación, pero políticamente sigue convulso por la necesidad de adaptarse a Bolonia y el déficit estructural que se arrastra desde hace años. Esto ha quedado bien patente en Cataluña por la dura lucha que los rectores de las universidades públicas mantienen desde hace tiempo con la Generalitat por un mayor reconocimiento y adecuación a los tiempos que corren.
Por último, un aspecto que merece un tratamiento aparte y con detalle es la cobertura que los medios de comunicación han dedicado al Año de la Ciencia. Cuando hagamos con suficiente perspectiva el análisis cualitativo de lo que ha supuesto el Año de la Ciencia habrá que tratar sin duda el papel desempeñado por los medios tradicionales. En buena parte se detecta ya que han aparecido nuevos y potentes circuitos de información a los que accede un público motivado e interesado y que funcionan al margen de estos medios convencionales. Por otra parte, es patente que el interés de los medios informativos por las ciencias está basado en la actualidad en dar las más variadas noticias sobre el último descubrimiento, los avances espectaculares que los investigadores publican en las revistas de referencia y las más variopintas curiosidades que genera el mundo de las ciencias, pero carece de la capacidad de reflexión, análisis y crítica que requieren la difusión de la cultura científica. Por otro lado, existe un claro problema de ubicación temática de esta actividad en los medios de comunicación. Para las secciones de Sociedad - e incluso para las de Ciencia, en los pocos casos en que existe esta especialización con espacio propio – la cultura científica no interesa, sólo la estricta novedad antes comentada. Por otra parte, la cultura científica es totalmente ajena a las secciones de Cultura, salvo en muy específicos casos en los que se trata de la inauguración de alguna nueva exposición en algún museo científico. ¡Posiblemente sea el más claro ejemplo del largo camino que todavía ha de recorrer la ciencia para que sea considera como una parte de una única cultura!
Estos cuatro factores – y seguramente otros - han influido negativamente en dar al Año de la Ciencia mayor fuerza y visibilidad, que como era de esperar ha merecido también muchas críticas desde diversos sectores. Por ejemplo se pueden leer los comentarios desfavorables vertidos por Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, en el diario Público en diciembre de 2007: “Incluso antes de que ya en enero de este año se hiciera público el inicio oficial del Año de la Ciencia 2007, se veía que, una vez más, las cosas se iban a hacer tarde, a menudo apuradas, incluso mal, y que los objetivos iban a quedar menguados.”[xi]
Sea como sea, la difusión de la cultura científica ha alcanzado este año su mayoría de edad en el marco político y se ha abierto un camino que debe llevarle a formar parte de los programas culturales a todos los niveles, como ocurrió en su día con la génesis y evolución de la preocupación y movimiento medioambiental. No ha sido por tanto casualidad que uno de los últimos actos del Año de la Ciencia en Barcelona haya sido el reconocimiento público a Ramon Margalef con el sencillo acto de homenaje que supuso colocar una placa conmemorativa en la casa en que vivió uno de los grandes padres de la ecología moderna.
Vladimir de Semir Zijonovic (Barcelona, 1948 ) es director del Observatorio de la Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra, profesor asociado de Periodismo Científico y director del Master en Comunicación Científica de la misma universidad. Director de la revista Quark (Ciencia, Medicina, Sociedad y Cultura). Director el Informe Quiral (Medicina, Sociedad y Comunicación). Responsable del diálogo «Conocimiento científico y diversidad cultural» del Fórum de las Culturas Barcelona 2004. Miembro del comité ejecutivo de la red internacional Public Communication of Science and Technology y de la red europea ESConet. Responsable del proyecto europeo Europe, Science and the City (ESCITY). Miembro de la Comisión de Expertos de la Comisión Europea para la Cultura Científica. Miembro de la European Network of Science Communication Teachers (ENSCOT). Miembro de la World Technology Network. Miembro del Grupo de Percepción Pública de la Biotecnología de la European Federation of Biotechnology. Miembro del Comité Consultivo de Deontología y Ética del Institut de Recherche pour le Développement (IRD). Miembro de la Comisión Científica del Museo de la Ciencia y de la Técnica de Catalunya y del Museo del Hombre de A Coruña. Creador y editor de los suplementos de Ciencia y Medicina de La Vanguardia (1982-1997). Fundador de la Asociación Catalana de Periodismo Científico.Premio 1994 de Periodismo Científico, otorgado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Concejal de Ciudad del Conocimiento en el Ayuntamiento de Barcelona (1999-2003) y Comisionado de la Alcaldía para la Promoción y la Difusión de la Cultura Científica del Ayuntamiento de Barcelona (2003-2008).
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[i] Mesura « La ciutat per la ciència » Consell Plenari Ajuntament de Barcelona, 24 de Novembre 2004 www.bcn.es/medciencies/comunes/mgbcncxcat.doc
[ii] "Éste es el Año de la Ciencia para los ciudadanos", entrevista a Miguel Ángel Quintanilla, El País, 7-2-2007
[iii]REAL DECRETO 6/2007, de 12 de enero, por el que se declara el 2007 Año de la Ciencia y se crea la Comisión para su celebración.
[iv] Año de la Ciencia en España
[vi] Plan Estratégico del Sector Cultural de Barcelona
[vii]Europe, Science and the City: promoting scientific culture at local level
[viii] European Forum on Science Journalism
[ix]Discurso de la vicepresidenta del Gobierno en el acto de clausura del Año de la Ciencia
[xi] “Un año de la ciencia tuerto (y cojo y casi mudo)”, Javier Armentia, Público, 29 de diciembre de 2007