Mario Bunge ha muerto. El gran maestro vislumbró las posibilidades del conocimiento con la pasión y la determinación de un coloso ilustrado, de un filósofo total. Fue un activista profundamente implicado con la justicia social y un líder en la lucha contra las pseudociencias y la posverdad.
Mario Bunge ha muerto y su lúcida longevidad nos ha legado el prodigioso trabajo intelectual de quien siempre se atrevió a pensar, siempre se atrevió a saber y siempre se atrevió a expresarse con completa claridad, incluso en épocas muy difíciles.
Mucho se ha hablado de la inteligencia, la cultura enciclopédica y la proverbial capacidad de trabajo de Mario Bunge, pero creo que es de justicia abrir este obituario mencionando su valentía, una cualidad moral que le costó a finales de 1952 la expulsión de la Universidad de La Plata por negarse a contribuir a la Fundación Eva Perón y a afiliarse al partido peronista. Esa misma valentía le llevó a lo largo de su vida a sostener puntos de vista incómodos y opiniones firmes no siempre bien apreciadas, todo ello con gran cortesía y amabilidad.
Es casi imposible evitar el tópico del ideal renacentista cuando se mira a la formación y la obra de Mario Bunge. Físico y filósofo, políglota, poseedor de una imponente cultura científica y humanística y de un abanico aún mayor de intereses intelectuales, Bunge fue también un activista comprometido y profundamente implicado en las causas de la justicia social, un hombre de genio y de fuerte carácter y un polemista taxativo, inteligente e irónico.
Acumuló una gran cantidad de doctorados honoris causa, gozó de amplio reconocimiento entre instituciones académicas de todo el mundo, escribió decenas de libros y cientos de artículos filosóficos y científicos y recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1982. Su muerte nos priva del que posiblemente haya sido el filósofo hispanohablante más conocido e internacional de los últimos cincuenta años.
Mario Bunge desarrolló a lo largo de su vida un imponente sistema filosófico que él mismo calificó como materialismo emergentista sistémico. Desarrolló la formalización axiomática de la mecánica cuántica y fue el arquitecto contemporáneo de lo que se conoce como “filosofía científica”, un programa de desarrollo filosófico que, partiendo del corpus de conocimiento ofrecido por las ciencias naturales y las ciencias sociales más contrastadas, se ofrecía al mismo tiempo como una poderosa herramienta de clarificación conceptual y de bien trabada reflexión de segundo orden sobre los contenidos, la metodología y la epistemología de la ciencia.
Gran parte de su esfuerzo estuvo orientado a impulsar y clarificar un pensamiento de corte cientificista, que el filósofo argentino nunca entendió de modo reduccionista: para él, el cientificismo era fundamentalmente un programa filosófico de legitimación del conocimiento en todas sus facetas, un armazón de primeros principios de validez universal, más allá de toda duda razonable, para sostener las pretensiones de validez de los saberes humanos.
La gran labor filosófica que don Mario nos ha legado descansa sobre su monumental Tratado de Filosofía Básica en ocho tomos: un conjunto de textos cuyo carácter fundante descansa en el uso intensivo de un formalismo lógico, algebraico y conjuntista y en su exposición de contenidos en forma de tesis, axiomas, teoremas y corolarios.
Pero la obra de Bunge abarca muchas otras cuestiones, reflejo fiel de sus propias inquietudes académicas e intelectuales. Así, nuestro filósofo escribió sobre cuestiones como el problema mente-cuerpo, la investigación científica, el realismo científico, la filosofía política, las ciencias sociales, la crisis de la filosofía actual, las pseudociencias, la economía, la psicología o la lingüística.
Su amplio legado filosófico es una reflexión apasionada sobre temas a los que volvía una y otra vez: las características epistemológicas de la labor científica, los criterios de demarcación entre ciencias y pseudociencias, la complementariedad entre las disciplinas científicas y las humanísticas, la acreditación científica de las ciencias sociales, el rechazo metodológico de los estudios ideográficos, el desmantelamiento argumental de los reduccionismos y jerigonzas lingüísticos, la crítica filosófica de las propuestas asistemáticas o la reducción al absurdo de las pulsiones posmodernas.
Toda la obra filosófica de Mario Bunge partía de la convicción de la posibilidad de un conocimiento cierto, aproximativo y mejorable de la realidad física y humana, a partir del descubrimiento y de la formulación de leyes y regularidades de carácter general y de la presentación de los problemas en términos de conceptos generales significativos y, sobre todo, representativos de ciertas multiplicidades (ya sea de átomos en una molécula, de individuos biológicos en un bionicho o de personas en una sociedad determinada) y de las interacciones entre los elementos de aquellas.
Bunge nunca intentó diseccionar la subjetividad fundante de las personas, porque él fue un pensador objetivista, un recitador de la transparencia.
Entre las obsesiones del pensador argentino siempre figuró, en un lugar preeminente, la demarcación clara de los criterios de la actividad científica, el fortalecimiento del pensamiento crítico y escéptico y el desenmascaramiento y denuncia de las pseudociencias.
Se implicó personalmente en el apoyo a organizaciones e iniciativas encaminadas a poner en evidencia y combatir los fraudes, engaños, embustes y mentiras de los charlatantes de las terapias alternativas, del psicoanálisis, de las afirmaciones falsas y alarmistas sin evidencia empírica y de los pseudoformalismos en disciplinas carentes de suelo científico.
Mario Bunge ha muerto. Durante toda su vida se embarcó en la tarea de iluminar una voluntad indomable con una inteligencia ilustrada, enfática y segura de sus posibilidades. No transigió nunca con el pesimismo racional sino que, seguro de sus fuerzas, fue capaz de vislumbrar las posibilidades del conocimiento humano con la pasión y la determinación de un coloso ilustrado, de un filósofo total.
Bunge fue un maestro, un gran pensador y, por encima de todo, una persona que supo estimular en muchos de nosotros el ansia de conocimiento, la pasión por la ciencia y la filosofía, la devoción por el pensamiento crítico y la determinacion en la lucha contra las pseudociencias, las fabulaciones embusteras, los engaños interesados y la amenaza de la posverdad.
Descanse en paz, don Mario. Que la tierra le sea eternamente leve.
Antonia de Oñate es directora ejecutiva de @escepticos