A partir de una experiencia concreta llamada ‘Ciencia y sugerencia’, esta física y divulgadora cuestiona la impermeabilidad de las prácticas científicas y artísticas, y destaca el potencial que hay en su vínculo. Al fin y al cabo, el trabajo de artistas y científicos tiene muchos puntos en común.
‘Ciencia y sugerencia’ es un programa que vincula la actividad científica con las artística. Desde 2004 engloba exposiciones itinerantes con obras de artistas plásticos y poetas de prestigio, talleres y un concurso en internet abierto a quienes desean participar con su práctica en ensanchar el cuarteto ciencia-tecnología-sociedad-arte.
La idea de difundir la investigación a través de la recreación de imágenes científicas surgió cuando un artista me preguntó, lleno de curiosidad, sobre qué tema estaba investigando en ese momento. A los diez segundos de empezar a hablar, noté que ya había perdido su atención, probablemente por falta de experiencia comunicadora, pero no sólo por eso.
Otro motivo indiscutible, como pude comprobar después, era que el artista en cuestión partía de la premisa de que nunca iba a entender una sola palabra relacionada con la ciencia; una postura bastante corriente.
Sin embargo, entre los dos encontramos un resquicio por donde romper esa barrera de incomunicación: cuando se muestra a un artista una imagen científica hay un entusiasmo por el tema basado en la intuición más que en la comprensión.
Al principio me costó admitir que una capa de óxido sobre una aleación de titanio para aplicaciones biomédicas, por poner un ejemplo, pudiera resultar fascinante, teniendo en cuenta que el criterio para obtener esa imagen había sido puramente científico, y no estético. Pues sí, era estético, y además muy sugerente para alguien con una mentalidad creativa.
Esto se entiende mejor cuando se piensa en la actitud de los y las científicas al acercarse a las imágenes con las que trabajamos. Pasamos mucho tiempo analizándolas y vamos descubriendo en ellas cada vez más detalles, como sucede cuando se estudia un texto, o se está frente a un cuadro o una escultura. Medimos, evaluamos formas y contrastes, tratamos de detectar cada cambio y buscamos inspiración en artículos y libros. Finalmente, elaboramos hipótesis. Ver nos ayuda a comprender. Y en ese sentido, nuestras imágenes nos parecen hermosas.
Una vez aceptado que no es tarea fácil captar la complejidad técnica de nuestro trabajo, en ‘Ciencia y sugerencia’ propusimos a los artistas, comunicadores excepcionales de la emoción, que captaran nuestra percepción de la belleza en la ciencia y que la transmitieran desde su propia imaginación y sentimientos.
Y en contra de lo que pudiera parecer a primera vista, existen muchas similitudes entre arte y ciencia. El trabajo de artistas y científicos tiene muchos puntos en común, como dice Miguel Ángel Pacheco: “Ambos indagan en lo desconocido, buscan en el ámbito de lo que todavía no es. Además han de poseer una voluntad y una constancia a prueba de críticas, contrariedades y aun fracasos. También utilizan herramientas y materiales altamente sensibles, ocasionalmente caros o difíciles de conseguir. Para colmo, su maestría es ardua de lograr y solo son reconocidos cuando alcanzan cotas de excelencia prácticamente inalcanzables. ¿Cabe mayor parecido?”.
Ésta es la opinión de un artista plástico. Porque todos los artistas, al fin y al cabo, pueden hacer una utilización directa de la imagen científica como sugerencia para su obra. ¿Resultaría igual para los poetas, que se nutren más de la palabra?
La respuesta viene dada por Luis Alberto de Cuenca, poeta y experto filólogo: “En las fotografías proporcionadas por los científicos había fuerza plástica como para fletar una escuadra rumbo a los pliegues más profundos del subconsciente, y eso han sabido utilizarlo […] los poetas, tan cerca siempre de esos territorios. Había misterio en esas fotos, y sus comentaristas han optado unas veces por revelarlo y otras por hacerlo todavía más insondable en su interpretación.”
Como muestra, reproduzco el poema sugerido a Carlos Marzal por la imagen Cristales de Dolomita. propuesta por Carmen Ascaso del Instituto de Recursos Naturales CCMA-CSIC.
CRISTALES DE DOLOMITA
Nada de lo que duerme está dormido,
ni nada de lo inerte vive quieto.
Nada que tú perdieras se ha perdido,
ni nada oculto queda en su secreto.
Por debajo del mundo hay un boceto
que reproduce el mundo. Su sentido
no es de este reino: brilla sumergido
mientras interpretamos su alfabeto.
Hay un rupestre mar, un esqueleto
de cumbres abolidas. Hay un ruido
que en su silencio asciende al alarido.
No cabe el universo en un soneto.
En un puro cristal de dolomita
arde la vida, bronca e infinita.
Para terminar, quisiera animar a la comunidad científica para que participe en este proyecto y envíe sus imágenes para que sirvan de sugerencia a artistas y público. Y animo a artistas y creadores a se asomen a las imágenes científicas y aporten una interpretación de las mismas, su sugerencia. También es mi deseo que todos, artistas, científicos y legos, nos internemos sin miedo en este mundo de ciencia-arte y aprendamos a dar rienda suelta a nuestra curiosidad, ya que la sed de saber es tan innata en el ser humano como la sed de belleza.
Más información:
Marcela Lieblich Rodríguez (Buenos Aires, 1959) es doctora en Ciencias Físicas e Investigadora Científica en el Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas (CENIM) del CSIC. Está especializada en el procesado, estudio microestructural y de propiedades mecánicas de materiales metálicos y ha sido responsable de varios proyectos nacionales e internacionales. En el ámbito de la difusión de la cultura científica, desde el 2003 participa en las Semanas de la Ciencia y es promotora del proyecto ‘Ciencia y Sugerencia’.