La diversidad de las bacterias que habitan el intestino depende de la alimentación y la forma de vida, y afecta al bienestar físico, sobre todo de los ancianos. Son las conclusiones de un estudio sobre la población irlandesa presentado en Dublín ESOF 2012. Sus autores creen que la microbiota es un marcador de la calidad del envejecimiento y se puede mejorar con una dieta adecuada.
Ya se sabía que las personas mayores sufren con más frecuencia cambios en las bacterias de la flora intestinal. Lo que ahora ha descubierto un equipo de microbiólogos del Reino Unido es que la composición de la microbiota –el conjunto de microorganismos– del intestino está programada por la dieta y se relaciona con el síndrome de fragilidad, según su investigación publicada en Nature. El equipo del estudio ha presentado sus resultados en El EuroScience Open Forum (ESOF) que se celebra en Dublín.
“Hemos probado que la dieta afecta a la salud de las personas, y en especial de los ancianos, a través de la microbiota”, indica Paul Ross, uno de los autores. Cuanto más diversa sea la dieta, más ricas son las comunidades de bacterias del intestino y esto, como explica el investigador Fergus Shanahan, mejora la salud: “Las bacterias descomponen los alimentos en ácidos grasos de cadena corta que el colon puede usar como fuente de energía para el resto del organismo. Con mejores bacterias, puedes sacar más energía de tu dieta”.
Diversificar la dieta
Para tener un intestino ‘feliz’, según los investigadores, lo fundamental es comer de todo en las proporciones adecuadas. “La gente debe concienciarse de que no vale con comer cosas light o con pocas calorías, sino diversificar su dieta –insiste Shanahan–. El 90% del cuerpo humano son microbios y su estado marca nuestra salud. Tenemos que alimentarlos bien, comiendo de todo, con menos alimentos procesados y una proporción moderada de pescado y carne”.
El equipo de científicos analizó la composición de los microorganismos fecales de 178 personas de Irlanda con una media de edad de 78 años. Ninguno de ellos seguía un tratamiento antibiótico que pudiera alterar su flora intestinal. Separaron la muestra de individuos en función de la edad, el sexo, residencia –en su casa o en otro lugar– y tipo de alimentación –un grupo tomaba una dieta variada, con más cereales integrales, frutas y verduras, mientras que el otro comía básicamente carnes y pescados–.
Según los resultados, las composiciones intestinales se relacionan con el lugar donde vive la persona, si acude al hospital de día, si sigue un programa de rehabilitación o recibe cuidados asistenciales a largo plazo. Las personas mayores que llevan mucho tiempo recibiendo atención residencial tienen una microbiota menos diversa que las que viven en sus casas.
Sin ganas de comer
“No es que la comida de los hospitales irlandeses sea mala. Los menús ofrecen buenas opciones nutricionales, pero los pacientes escogen muy poca variedad de comidas saludables, probablemente porque son mayores, están enfermos, cansados del hospital y no disfrutan de la comida, así que toman para cenar un té y unas galletas cada día”, aclara Shanahan.
Además, según explica este investigador, “el perfil de la microbiota del paciente, junto con las características de su metabolismo, puede convertirse en un biomarcador para identificar los individuos con riesgo de un envejecimiento menos saludable”. Los autores piensan que este tipo de estudios, además de servir como recomendación para las políticas sanitarias, deben ser considerados por la industria alimentaria para desarrollar productos que mejoren la salud de la gente, sobre todo de la tercera edad.
Referencia bibliográfica:
Claesson, M.J.; Jeffery, I.B.; Conde, S.; Power, S.E.; O’Connor, E.M.; Cusack, S.; Harris, H.M.B.; Coakley, M.; Lakshminarayanan, B.; O’Sullivan, O.; Fitzgerald, G.F.; Deane, J.; O’Connor, M.; Harnedy, N.; O’Connor, K.; O’Mahony, D.; van Sinderen, D.; Wallace, M.; Brennan, L.; Stanton, C.; Marchesi, J.R.; Fitzgerald, A.P.; Shanahan, F.; Hill, C.; Ross, R.P.; O’Toole, P.W. “Gut microbiota composition correlates with diet and health in the elderly”. Nature: 1-8, 13 de julio de 2012. DOI: 10.1038/nature11319
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