El científico Carlos Pobes, un experto en detectores de partículas y bajas temperaturas que ha vuelto de la Antártida, se ha unido a la construcción de un sensor criogénico para el telescopio ATHENA+ de rayos X. El Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (Universidad de Zaragoza-CSIC) participa en este proyecto, una de las misiones candidatas para ser lanzada en 2028 por la Agencia Espacial Europea.
Investigadores del Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (ICMA, centro mixto Universidad de Zaragoza-CSIC) están implicados en la construcción de ATHENA+, un avanzado telescopio de rayos X para estudiar el universo más antiguo.
Para que el telescopio se haga realidad es necesario que la Agencia Espacial Europea (ESA) seleccione esta misión en el año 2014, en dura competencia con otras propuestas, como LISA, un detector de ondas gravitacionales. Si finalmente ATHENA+ fuese elegido, el objetivo es que volase en el año 2028.
De momento, el investigador Carlos Pobes, tras volver de la Antártida, se acaba de incorporar al equipo del ICMA para desarrollar un sensor criogénico. Lo llevará uno de los dos instrumentos del satélite, el X-Ray Integral Field Unit (X-IFU).
Este instrumento medirá los rayos X entre 0.3 y 10 keV con una resolución sin precedentes. Para conseguir este capacidad el sensor de ATHENA+ deberá permanecer enfriado a temperaturas cercanas al cero absoluto.
El ICMA, bajo la dirección del investigador Agustín Camón, lleva trabajando en este proyecto más de 5 años, pero con la incorporación de Carlos Pobes, experto en detectores de partículas y bajas temperaturas, se espera poderle dar un nuevo impulso al telescopio.
El estudio en el rango de los rayos X permitirá estudiar el cosmos de una forma más global, así como los procesos más energéticos y calientes que ahí tienen lugar, con una resolución y precisión nunca antes alcanzada. Se podrá analizar, por ejemplo, cómo crecen los agujeros negros o cómo estos dan forma al universo.
Para evitar las perturbaciones de la Tierra, el telescopio se enviará al denominado punto de Lagrange L2, a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, donde la atracción gravitatoria del Sol se iguala con la de la Tierra y el control del instrumento es mucho más sencillo.
El coste total del telescopio elegido será superior a los 1.000 millones de euros, de los que la ESA aportará 850 millones y el resto, los distintos países participantes: España, Holanda, Inglaterra, Italia y Francia.
En nuestro país, además del ICMA, también colaboran en este proyecto el Instituto de Microelectrónica de Madrid, el Instituto de Materiales de Barcelona y el Instituto de Física de Cantabria.
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