Un escarabajo nocturno, al que le faltaba un trozo de antena, quedó atrapado durante el Eoceno en una resina y expulsó un fluido digestivo por el estrés. Investigadores de la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Alcalá lo han analizado y han descubierto que se trata de una nueva especie fósil: Limodromus emetikos.
Una pieza de ámbar procedente de la región báltica ha permitido a la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y a la Universidad de Alcalá (UAH) identificar una nueva especie de escarabajo fosilizado hace cuarenta millones de años, durante el Eoceno. Su nombre, Limodromus emetikos.
Además de aumentar el número de especies del grupo animal más grande y biodiverso del planeta en la actualidad, esta investigación, publicada en Insect Systematics & Evolution, revela detalles del comportamiento de este ejemplar y sus momentos finales gracias al buen estado de conservación de su estructura y fluidos expulsados en la resina.
De esta forma, sabemos que no superaba los 9 mm de longitud, que era de color negro, con mandíbulas fuertes, ojos grandes, patas largas y esbeltas, así como que poseía un par de alas completamente desarrolladas.
“Le falta el último segmento de la antena izquierda. Al no haberlo encontrado en la pieza, aunque fuese roto, suponemos que lo debió perder en algún momento de su vida, antes de quedar atrapado en la resina”, explica Sara Gamboa, coautora e investigadora del departamento de Paleontología de la UCM.
La sutileza de las diferencias entre las especies actuales y esta, a pesar de separarlas cuarenta millones de años, “indica que seguramente se trata de un grupo muy conservador desde el punto de vista evolutivo, que ha sufrido muy pocos cambios”, determina la experta.
Un agónico final
La importancia de este descubrimiento radica en que se trata del primer fósil con referencias de regurgitación, es decir, de restos del fluido digestivo de olor desagradable que este grupo de escarabajos, los carábidos, expulsan como mecanismo de defensa en situaciones de estrés.
“Estos restos, junto con los surcos dejados por las patas conservados en el ámbar y la posición del ala izquierda evidenciando sus intentos para escapar, son muestras de que este espécimen quedó atrapado cuando todavía estaba vivo. Debió ser una situación muy estresante para él que finalizó en una muerte agónica”, describe Gamboa.
La precisión de estos detalles ha sido posible gracias al continente del fósil, la pieza de ámbar que, según la científica, se considera en paleontología un medio de conservación excepcional. “También puede conservar, aunque de forma más inusual, información sobre el comportamiento o el modo de vida de los animales que contiene como algunos casos en los que se han preservado animales copulando o ejemplares con sus parásitos”, añade.
Aunque hay descritas más de 385.000 especies de escarabajo, su registro fósil es escasísimo, con menos de 6.000, lo que añade valor a este descubrimiento. “Estudiar y dar a conocer nuevas especies fósiles nos permite saber más sobre las relaciones y los procesos evolutivos de un grupo exitoso y fascinante que se ha diversificado en todos los ambientes del planeta”, concluye Gamboa.
Referencia bibliográfica:
Sara Gamboa y Vicente M. Ortuño. “A new fossil species of the genus Limodromus Motschulsky 1850 (Coleoptera: Carabidae: Platynini) from Baltic amber with remarks on its death process”. Insect Systematics & Evolution. 2017. DOI: 10.1163/1876312X-00002169.
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