Un estudio realizado por investigadoras del CSIC en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid confirma que las circunstancias desfavorables asociadas a un embarazo adolescente (menos estudios, menos actividad y empleos menos estables) persisten a lo largo de la vida de las mujeres.
Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Complutense de Madrid que hoy ha presentado en Madrid su directora Margarita Delgado, ha permitido trazar un perfil de las madres adolescentes en España: “las jóvenes que han accedido tan tempranamente a la maternidad se emancipan y forman pareja antes que sus coetáneas, ya que el embarazo es el desencadenante de dichos acontecimientos. En el ámbito profesional, además de terminar antes sus estudios, acceden más tarde a su primer trabajo y no suelen lograr empleos estables”.
Los primeros resultados de Maternidad adolescente en España indican cómo, en un período de 50 años, la edad mediana de inicio de las relaciones sexuales de las mujeres residentes en España ha pasado de cerca de los 25 años a rondar los 18.
La investigación también muestra ejemplos de esta evolución: menos de una cuarta parte de las mujeres españolas nacidas antes de 1951 habían tenido su primera relación sexual al llegar a los 20 años. Por el contrario, para las nacidas entre 1976 y 1980 el porcentaje asciende al 73% y sube al 86% en el caso de las que nacieron entre 1981 y 1985.
El corpus de la investigación se ha realizado a partir de una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) a 9.700 mujeres de 15 o más años, lo que abarca incluso a generaciones nacidas antes de 1931.
Usamos más anticonceptivos
La paulatina reducción de la edad de inicio de la actividad sexual ha venido acompañada de un descenso progresivo de la edad a la que las mujeres comienzan a usar anticonceptivos.
Así, mientras que las mujeres nacidas entre 1951‐1955 utilizaban su primer anticonceptivo pasados los 25 (y mantenían su primera relación sexual a los 21,5), las cohortes de 20 años más tarde (1971‐1975) comienzan a usar anticonceptivos a los 19,6 años, e inician su actividad sexual a los 18,9.
“El uso de anticoncepción eficaz desde la primera relación sexual es la mejor forma de evitar un embarazo no deseado en la etapa adolescente”, explica Delgado. Igualmente, emplear un método anticonceptivo no eficaz (distinto del preservativo, el DIU, el diafragma o los métodos hormonales) multiplica por más de cuatro el riesgo de embarazo precoz.
Pero los embarazos tempranos tienen una tendencia a la baja. Mientras que entre las cohortes de mujeres nacidas en 1941‐1945 se llegó a un 60% de embarazos adolescentes, entre las últimas analizadas (1981‐1985) ha sido del 10,7%.
Impacto del embarazo en la vida de las adolescentes
“Se puede afirmar que el acortamiento de los estudios es uno de los mayores hándicaps para las madres precoces”, apunta Delgado. Aunque es una tendencia que puede observarse incluso en los niveles educativos medios, las diferencias son especialmente palpables a la hora de hablar de estudios superiores.
Considerando las cohortes que tenían entre 20 y 49 años en el momento de la encuesta, los porcentajes de acceso a la educación universitaria entre las madres adolescentes no llegan al 5% y bajan incluso al 0% entre las de 30‐34 años. Por el contrario, en ese mismo grupo de edad, las madres no adolescentes han accedido a la universidad en proporciones sensiblemente distintas: 22,6%.
En cuanto a su relación con el mundo laboral, en términos generales, la investigación prueba que las madres adolescentes trabajan a cualquier edad en menor medida que el resto de sus coetáneas. Para llegar a esta conclusión, en el estudio se observó la situación a determinadas edades y se compararon los resultados entre ambos grupos.
Por ejemplo, a los 30 años, en la cohorte 1966‐70, el porcentaje de actividad entre las madres no adolescentes es superior en 10 puntos porcentuales al de las madres precoces.
Mayor temporalidad
La temporalidad también es una característica general: “La pérdida de estabilidad en el empleo que se registra en las cohortes más recientes se aprecia en todas las categorías de mujeres, sean o no madres”, afirma la demógrafa. Pero los datos, prosigue, ponen de manifiesto que el porcentaje con empleo estable es menor entre las madres adolescentes.
Delgado resalta uno de los datos más reveladores en este sentido: “Hemos calculado la edad mediana a la que madres adolescentes y no adolescentes habían obtenido su primer trabajo estable. Para calcular este dato es preciso que al menos el 50% de la población observada haya experimentado el suceso, esto es, que haya tenido un trabajo estable alguna vez. Pues bien, sólo ha sido posible calcular la edad mediana de las madres adolescentes con empleo estable para la cohorte 1961‐1965. Para el resto no ha sido posible, debido a que no alcanzan el 50% las que han logrado un empleo estable, lo que demuestra la baja estabilidad laboral de las madres precoces”.
En general, las mujeres que fueron madres en la adolescencia, en el momento de la concepción estaban solteras, vivían con sus padres y no convivían con su pareja, situación que cambia totalmente si se las observa en el momento del nacimiento de su hijo. Ello se debe a que es el embarazo el que desencadena el proceso de emancipación y emparejamiento.
Las madres adolescentes suelen proceder de hogares con una media de vástagos sensiblemente más elevada que el resto, y ellas mismas tienen a la larga la media de hijos más elevada entre sus coetáneas. Respecto a la llegada del segundo hijo, se pueden apreciar diferencias importantes entre unas y otras madres. Así, tomando como ejemplo la cohorte 1951‐55, mientras que a los 25 años el 83,9% de las madres adolescentes ya había tenido un segundo hijo, el porcentaje correspondiente para las madres no adolescentes de esa misma generación apenas sobrepasaba el 22%.
Estos datos contrastan con el número ideal de hijos que deseaban las encuestadas. Observando las mujeres que ya han finalizado su ciclo reproductivo (únicas para las que es posible evaluar las diferencias), se aprecia que, entre las madres adolescentes, el número de hijos tenidos supera ampliamente el ideal. Por el contrario, entre las madres no adolescentes, estas diferencias son de escasa entidad, tanto cuando representan un déficit como un superávit.
“La maternidad en la etapa adolescente conlleva una notable aceleración del curso vital respecto a sus coetáneas que han sido madres pasada la adolescencia, y esto se aprecia nítidamente en aspectos relativos al ámbito más privado, como es la formación de la familia. Sin embargo, no se corresponde con lo ocurrido en la esfera social, ya que, por el contrario, no precipita sino que retrasa la incorporación a la vida adulta en un aspecto clave como es el ámbito laboral”, insiste la investigadora.
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Referencias bibliográficas:
Margarita Delgado, Laura Barrios, Noelia Cámara y Francisco Zamora López, Maternidad adolescente en España, CSIC-UCM y Fundación Española de Contracepción, Madrid, 2010.
VV.AA; Encuesta de fecundidad, familia y valores, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 2006.