Simulan la digestión de los dinosaurios en un laboratorio

Saber qué plantas alimentaron a los dinosaurios gigantes para poder alcanzar su gigantesco tamaño es uno de los enigmas más importantes para intentar comprender cómo vivieron estos enormes saurios hace más de 100 millones de años. Científicos de la universidad de Bonn han investigado la base de su alimentación, cuyos resultados se han publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.

camasaurios
Grupo de Camasaurios. Imagen: MNCN.

Tomamos 200 miligramos de equisetos secos y triturados, diez mililitros de jugos gástricos de panza de oveja, algunos minerales, carbonato y agua. Llenamos una jeringa grande de vidrio con esta mezcla, la acoplamos a un tambor giratorio y lo metemos todo en una estufa donde la mezcla pueda ir girando lentamente. Así se obtiene una “panza de dinosaurio” artificial.

Con este método ­—también utilizado como “técnica de producción de gas de Menke” para evaluar alimentos destinados a las vacas—, el investigador Jürgen Hummel del Instituto de Ciencias Zoológicas de Bonn está investigando las plantas que podrían haber alimentado a los dinosaurios gigantes hace más de 100 millones de años, ya que ésta sigue siendo una de las piezas que faltan en el rompecabezas de los animales terrestres más grandes que jamás hayan pisado este planeta.

Así, el mayor de estos “dinosaurios saurópodos”, que pesaba entre 70 y 100 toneladas, tenía una masa equivalente a diez elefantes plenamente desarrollados o más de 1000 alemanes de tamaño medio.

Más grandes de lo posible

Los científicos alemanes y suizos están investigando cómo los dinosaurios pudieron llegar a alcanzar tales dimensiones. Según dijo el investigador Martin Sander, paleontólogo de Bonn y coordinador del grupo de investigación 'Biología de los dinosaurios saurópodos: la evolución del gigantismo', "existe una ley que cumple la mayoría de los animales de nuestro tiempo. Cuanto mayor es un animal, menor es su densidad de población, es decir, menor número de animales de la misma especie habrá por kilómetro cuadrado”.

Así, a mayor tamaño de un animal, mayor será la cantidad de alimento que necesite para sobrevivir, por lo que un territorio determinado sólo podrá alimentar a cierto número máximo de animales.

Por otra parte, existe un límite inferior para la densidad de la población. Si no se alcanza dicho límite, la especie desaparece: “En ese caso, las enfermedades pueden acabar rápidamente con toda la manada. Además, se hace difícil encontrar pareja”, explicó Martin Sander.

En condiciones normales, un animal de 100 toneladas como el argentinosaurio no habría alcanzado esta “densidad mínima de población”, y de hecho no debería haber podido existir.

Sin embargo, se han propuesto algunas hipótesis para esta aparente paradoja, como por ejemplo, que los dinosaurios gigantes supuestamente tenían un metabolismo más bajo que el de los mamíferos. En este contexto, no está claro hasta qué punto eran nutritivas las plantas que componían su dieta.

Precisamente, la respuesta a esta pregunta es lo que está investigando Jürgen Hummel en colaboración con Marcus Clauss, científico de la Universidad de Zúrich. “Suponemos que los dinosaurios herbívoros deben de haber tenido una especie de fermentador similar al de la panza de las vacas actuales”, afirmó Hummel.

Aunque casi todos los herbívoros que existen ahora digieren los alimentos utilizando bacterias de esta manera, existe una excepción a esta regla: el panda. Por ello, su digestión es poco eficiente.

Este animal se pasa todo el día llevándose hojas de bambú a la boca para satisfacer sus necesidades energéticas, a pesar de que no se mueve mucho y, por tanto, ahorra energía. Jürgen Hummel transforma las jeringas de vidrio en simples fermentadores que llenan de bacterias de panza de oveja. “Estos microorganismos son muy antiguos desde el punto de vista evolutivo; así pues, podemos suponer que también existieron en el pasado”, explicó.

A la mezcla de bacterias le añaden plantas alimenticias secas y trituradas: hierbas o follaje que todavía forman parte de la dieta de muchos animales y, para efectuar comparaciones, equisetos, pino de la isla de Norfolk u hojas de ginkgo, es decir, partes de plantas que llevan creciendo más de 200 millones de años sobre la Tierra. El gas que se forma durante el proceso de fermentación presiona el émbolo de las jeringas y, de este modo, Jürgen Hummel puede determinar el éxito del proceso de fermentación directamente de primera mano. Dicho proceso se mide según una sencilla regla: cuanto más gas se produzca, “mayor será la calidad” del alimento.

Los equisetos son malos para la dentadura

Estas “antiguas” plantas resultan sorprendentemente resistentes en comparación con la flora actual. “La diferencia no es tan grande como cabría esperar”, señaló Jürgen Hummel.

Aunque las bacterias digieren el ginkgo aún mejor que el follaje, parecen preferir los equisetos, ya que con ellos, la producción de gas es aún mayor que con ciertas hierbas, a pesar de esto, los equisetos forman parte de la dieta de pocos animales.

Esto se debe a que, además de las toxinas que presentan muchas de las especies actuales, las plantas desgastan excesivamente la dentadura de los animales. “Los equisetos contienen una gran cantidad de silicatos que actúan como el papel de lija”, apuntó Jürgen Hummel.

A pesar de todo esto, muchos dinosaurios carecían por completo de molares y se limitaban a arrancar el alimento y engullirlo. Su triturado mecánico debía de realizarlo una especie de “molino gástrico”.

A semejanza de las aves actuales, los dinosaurios podrían haber tragado piedras para triturar la comida y hacer con ella una pasta moviendo la musculatura de su estómago.

Sin embargo, no existen indicios claros de que esto fuera así. Sólo recientemente Oliver Wings, paleontólogo de Bonn, puso en duda que los dinosaurios tuvieran enterolitos, o al menos que se pudiera desprender esta conclusión a partir de los fósiles encontrados.

Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons
Artículos relacionados