Un estudio internacional analiza si la administración de determinados lípidos tiene beneficios en el tratamiento de la esclerosis múltiple (EM). Concretamente, el trabajo liderado por investigadores del Hospital Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR), analiza el subtipo más frecuente para aportar evidencia científica a creencias populares que hasta ahora defendían que la inclusión de grasas específicas en la dieta del enfermo mejoraba sus síntomas.
Los responsables de este estudio internacional, en el que participan varios hospitales catalanes y se lidera desde el VHIR, han diseñado un fármaco experimental (BGC-0134 o PlenevaTM), basado en una grasa sintética que optimiza la biodisponibilidad del ácido gamma-linolénico, un ácido graso esencial del grupo de los Omega-6. Este ácido graso se ha incorporado a la membrana celular y se ha observado que podría tener cierta función protectora de la vaina de mielina, una de las sustancias afectadas por la EM.
La investigación, liderada por Xavier Montalban, jefe del grupo de investigación en Neuroinmunología del Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR), se halla en fase II y se espera que los resultados del ensayo se puedan publicar a finales de 2011. “El objetivo es demostrar que el fármaco experimental BCG-0134 reduce la actividad inflamatoria, medida con resonancia magnética, de la EM con brotes y remisiones”, explica Montalban. “ Si el resultado fuese positivo, el potencial beneficio clínico tendría que confirmarse en un ensayo fase III”.
Los datos del actual estudio podrían validar científicamente la eficacia del ácido gamma-linolénico en la contención de la evolución de la EM o incluso en la mejora de los síntomas, y ayudar a establecer los beneficios del uso del fármaco para minimizar los efectos de la enfermedad en los pacientes. En ningún caso, “este estudio pretende aportar pruebas que apoyen el uso y la incorporación del aceite de onagra u otros productos similares a la dieta del enfermo para paliar los efectos de la EM”, remarca Montalban.
En una investigación previa con ratones ya se observó que el uso del ácido graso gamma-linolénico mejora la enfermedad: ya sea porque en los ratones en que se aplicó la grasa disminuyó la frecuencia de aparición de la enfermedad o bien, porque en los ratones que, pese a la administración de la grasa, enfermaron, el ácido graso redujo su gravedad.
Estos resultados dieron una sólida base científica para plantear un ensayo clínico europeo -un total de 32 centros de siete países de Europa- y con un diseño que dará garantías futuras gracias a los resultados obtenidos en estudios como el que lleva a cabo el grupo de investigación en Neuroinmunología del VHIR.
En los últimos trabajos se ha incorporado al ensayo clínico el último de los pacientes con EM tipo remitente recurrente y ahora se empiezan a estudiar los datos resultantes. De estos pacientes se valora el efecto antiinflamatorio de la grasa y se toma nota del número de brotes de la enfermedad, así como del grado de deficiencia del sistema nervioso por medio de la Escala Ampliada del Estado de Discapacidad (EDSS). Se calcula que este ensayo tendrá un año de duración.
La dieta de los pacientes, a examen
El 70% de los pacientes con EM han recorrido en alguna ocasión a algún tipo de terapia alternativa, desde las más serias y reconocidas aplicadas por médicos hasta las técnicas de más dudosa orientación, además de cambios en la dieta. Históricamente, tanto en la EM como en otras enfermedades crónicas, la dieta ha tenido un papel importante en el imaginario de las personas, independientemente de que les aporte beneficios o no.
En concreto, una de las grasas sobre la cual se ha especulado mucho ha sido el aceite de onagra, muy rico en ácidos grasos esenciales, entre ellos, el ácido graso gamma-linolénico. Este ácido forma parte de la serie de ácidos Omega 6, que contribuyen al correcto funcionamiento del organismo. Es por esta razón que se ha incorporado a las dietas alternativas que se recomiendan a las personas con EM, aunque, por ahora, no cuenta con ninguna validez científica.
La EM es una enfermedad neurodegenerativa y crónica que afecta gravemente la movilidad del individuo y le produce una discapacidad progresiva. Es, después de la epilepsia, el trastorno neurológico más frecuente entre los jóvenes y sus síntomas suelen manifestarse entre los 20 y 40 años. Las mujeres son dos veces más propensas a desarrollar esta enfermedad para la que no existe tratamiento curativo. A día de hoy, los tratamientos disponibles están dirigidos a modificar la evolución de la enfermedad y a paliar sus síntomas.