Las investigaciones realizadas en el Hayedo de Montejo por científicos de la ETSI de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) demuestran que los ratones de campo transportan bellotas a distancias lejanas, hasta los 130 metros, y las ocultan bajo el suelo o entre la hojarasca. Muchas de ellas quedan olvidadas y favorecen así la dispersión y regeneración natural de los robles.
Las bellotas, que son los frutos de robles, encinas, alcornoques y quejigos, resultan un alimento muy nutritivo y apetecido por buena parte de la fauna. Son muchos los animales implicados en el consumo de bellotas, desde pequeños escarabajos que perforan la cáscara para alimentarse de las reservas, hasta grandes corzos y jabalíes que las comen ávidamente, pasando por animales de tamaño medio como los ratones de campo o aves tan vistosas como el arrendajo o el trepador azul.
Sin embargo, no todos ellos se dedican solo a comer bellotas sino que además algunos las esconden en madrigueras, bajo el suelo, o en oquedades junto a los troncos de los árboles. Estos animales son los denominados 'dispersores', porque se encargan de transportar las bellotas y almacenarlas en aquellos lugares donde no puedan ser descubiertas por otros. Las que queden enterradas y olvidadas darán lugar a nuevas plántulas de roble, que remplazarán los viejos árboles, manteniéndose así la dinámica natural del bosque.
Las bellotas se componen básicamente de reservas (lípidos) y presentan un embrión muy pequeño (menos del 1% de su volumen). Así, mientras el embrión sobreviva, la bellota podrá germinar. Los estudios realizados demuestran que los ratones de campo, que pueden llegar a pesar 36 gramos, no son capaces de consumir por completo las bellotas de mayor tamaño (hasta 13 gramos), con lo que quedan saciados y dejan parte de la bellota sin consumir. Sin embargo, estas bellotas, aún estando parcialmente comidas, presentan suficientes reservas para poder germinar, desarrollarse y dar lugar a pequeños robles.
Los robles sacan partido de los ratones
Estos estudios, publicados en Journal of Ecology, han permitido demostrar cómo los robles se benefician de los ratones para que estos muevan sus pesadas semillas, colonicen nuevos lugares y dispersen sus genes. A su vez, los ratones se alimentarán de algunas de estas bellotas, frutos esenciales para pasar el invierno, estableciéndose así una relación de mutuo beneficio entre el árbol y el animal.
Si las bellotas no fueran dispersadas y enterradas por los ratones, quedarían todas bajo la copa del árbol donde la competencia con otras bellotas para dar lugar a un nuevo árbol sería mucho mayor y donde consumidores de bellotas como los jabalíes o los ciervos las podrían destruir.
Los ratones, al dispersar y enterrar una a una las bellotas, hacen que estas pasen desapercibidas a otros animales. Así, el papel del ratón de campo en la regeneración de nuestros bosques de roble parece incuestionable. Una de las funciones principales del ingeniero forestal es asegurar la regeneración de nuestros bosques. Pero la naturaleza ya ha ingeniado sus propios mecanismos. El ratón de campo ha demostrado ser un ingeniero forestal sin título pero con especialidad en “dispersión de bellotas”.
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Referencia bibliográfica:
Perea R, San Miguel A, Gil L. "Leftovers in seed dispersal: ecological implications of partial seed consumption for oak regeneration" Journal of Ecology 99 (1): 194-201. 2011.