Un investigador de la Universidad de Valencia ha estudiado cómo la presencia de personas y perros paseando en las playas afecta a la reproducción del chorlitejo patinegro. Esta ave huye de su lugar de anidación sobre todo cuando se acercan los canes, al considerarlos como depredadores. El científico destaca la necesidad de regular la entrada de mascotas a las playas para asegurar la conservación de estos pájaros.
El chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), elegido Ave del Año por SEO/BirdLife en 2019, se encuentra íntimamente ligado a los ecosistemas dunares litorales, donde se reproduce instalando su nido directamente sobre la arena de la playa. Su época de cría se extiende de marzo a julio (a veces incluso hasta el mes de agosto), por lo que en ese momento comparte su entorno con otros usuarios de las playas: pescadores, bañistas, paseantes y, cada vez más, los perros que acompañan a sus dueños en estas tareas lúdicas.
Para estudiar las consecuencias de las actividades humanas en las playas sobre la reproducción de esta ave limícola, el investigador de la Universidad de Valencia, Miguel Ángel Gómez-Serrano, ha observado a largo plazo su comportamiento mientras incubaban sus huevos y eran molestados por la aproximación de personas, perros o vehículos en las playas de Castellón y Valencia, que figuran entre las más afectadas por la elevada afluencia humana.
Los resultados, publicados en la revista Ibis, demuestran que existe una respuesta desproporcionada de las aves en función del lugar donde se produce la molestia en la playa y, especialmente, cuando hay perros presentes. En este sentido, se comprobó que las personas espantaban un 47 % de las aves que estaban incubando cuando cruzaban la playa por las zonas con dunas y solo un 13 % cuando lo hacían por los caminos habilitados.
“Sin embargo, cuando las personas iban acompañados de sus mascotas el comportamiento de las aves cambiaba drásticamente, y huían en la mayoría de los casos (94 % en dunas y 80 % en caminos)”, asegura Gómez-Serrano. Las aves parecen interpretar estas situaciones en las que hay perros implicados en un contexto de mayor probabilidad de depredación.
“Esto es lógico ya que los perros se parecen a sus potenciales depredadores (como por ejemplo, el zorro), y las aves interpretan sus movimientos erráticos de la orilla a las dunas como si fueran una actitud de caza”, recalca el experto.
La investigación resalta que el impacto de la actividad humana depende fundamentalmente de la ubicación donde se producen las molestias. “El movimiento de personas afecta a las aves cuando se produce en las áreas más próximas a los hábitats de cría donde ubican sus nidos, como por ejemplo cuando estas cruzan por las dunas o caminos de acceso a la orilla”, señala el científico.
Sin embargo, el trasiego por la orilla del mar tiene una escasa repercusión sobre el comportamiento reproductor. “Es evidente que esta frecuentación humana tiene un límite, ya que estas aves no pueden reproducirse en las playas turísticas más frecuentadas”, subraya.
Chorlitejo patinegro anidando en una duna. / Miguel Ángel Gómez-Serrano
Según el investigador, hay un elevado grado de desconocimiento del impacto que el paseo de perros puede tener sobre el medio natural tanto a nivel de los gestores como de los usuarios. Esta falta de evidencias sobre las consecuencias de la presencia de los perros en las playas está favoreciendo la proliferación de tramos costeros habilitados para el baño y paseo de las mascotas, conocidas popularmente como “playas para perros”.
La web de RedCanina publica un mapa cada temporada con las playas españolas adaptadas para el acceso de mascotas. Según esta web, en 2020 ya hay autorizadas casi 20 playas solo en el litoral de la Comunidad Valenciana, y la lista de lugares crece cada año.
“El problema no está en que los perros accedan o no a las playas, sino cuándo y dónde lo hacen. La mayor parte de ayuntamientos consideran que se trata de una demanda incompatible con las playas más turísticas, por lo que tienden a acantonar estos sectores para mascotas en los ecosistemas dunares más naturales, donde el conflicto con las aves está garantizado”, dice Gómez-Serrano. La tendencia es, además, a autorizar esta actividad cada vez más pronto, incluso en plena primavera, coincidiendo así con la época de reproducción de las aves.
Los resultados de este estudio destacan la necesidad de regular la entrada de perros en las playas, cuya presencia es incompatible con la conservación de las aves, especialmente cuando no van atados. Pero la investigación muestra que las aves pueden llegar a habituarse a la presencia humana, circunstancia que posibilita la coexistencia entre el uso recreativo de las playas y la conservación de las aves.
“Para que esta coexistencia sea posible hay que garantizar una separación efectiva de los usos, es decir, el ocio y la conservación del ecosistema dunar. La mayoría de usuarios de la playa solo utilizan la zona inmediata a la orilla para tomar el sol, bañarse o pasear. En cambio, esta parte de la playa solo se utiliza por las aves para alimentarse, ya que ubican sus nidos en la parte seca de la playa, en la franja existente entre las dunas y la arena mojada”, apunta el investigador.
La instalación de barreras (cercados de postes de madera unidos por cuerdas) para evitar la aproximación de personas a estos lugares de nidificación está facilitando la coexistencia en muchas playas. Para el científico es recomendable extender su uso a las playas que todavía conservan poblaciones reproductoras de estas aves, o que aspiran a tenerlas en un futuro si se convierten en espacios más sostenibles.
Las aves se acostumbran cada vez más a la presencia humana. / Miguel Ángel Gómez-Serrano
Referencia:
Gómez‐Serrano, M.Á. (2020). “Four‐legged foes: dogs disturb nesting plovers more than people do on tourist beaches”. Ibis. doi:10.1111/ibi.12879.