Un informe de la Fundación BBVA muestra una percepción positiva ante los avances científicos y tecnológicos en cinco países europeos. Los españoles aparecen como los que más apoyan este progreso.
En un nuevo estudio de la Fundación BBVA la ciencia ha quedado bien situada, pues los resultados muestran un amplio consenso acerca del papel de la ciencia en la mejora de la salud y se concibe como la manera más fiable de entender el mundo.
Tras un primer módulo, que se refería al ámbito público (política, economía, confianza en instituciones), y un segundo dedicado a la esfera privada (religión, ética), han presentado ahora el tercero en el que se incluyen las actitudes hacia la ciencia, la tecnología y la naturaleza.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores recogieron 1.500 casos de población adulta de cinco países europeos (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España). “En general, el nivel de interés por la ciencia más alto se da en las personas más jóvenes, menos religiosas y con más estudios y de izquierdas”, ha explicado Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA, durante una rueda de prensa esta mañana en la sede de la institución en Madrid.
Existe un amplio consenso entre todos los países en cuanto a los beneficios que aportan la ciencia y la tecnología a la salud (media de 8,0 puntos en España y de 7,7 en el resto de países, en una escala que va del 0 al 10), pero se rechaza la alteración del orden natural con las herramientas científicas y tecnológicas.
Cuando se pregunta a los ciudadanos si creen que la ética debe poner límites a los avances científicos, en todos los países la mayoría considera que sí debe hacer, destacando en esta posición los alemanes (un 68 % del total), seguidos de los franceses (57 %). En el caso de los españoles, tan solo el 36 % cree que la ética debe poner límites a la ciencia.
Gráfico sobre la aceptación de modificación genética de animales y plantas. / Fundación BBVA
Así se ve en las opiniones referidas a la modificación genética. En el caso de la utilización de los animales para diferentes fines, España es el único país en el que esta técnica se sitúa en el umbral de aceptación (con una media de 5) para su utilización en la producción de medicamentos, mientras que es rechazada para la producción de alimentos. En el resto de países, se trata de una técnica rechazada para cualquier fin, siendo particularmente más acentuada la desaprobación en Francia y Alemania.
En el caso de las clonaciones, existe también un rechazo generalizado en el caso de los animales y aún más radical en el de los humanos.
Por otro lado, también se ha preguntado sobre la influencia de la religíon en la percepción de los avances científicos. La mayoría considera que las creencias religiosas no deben limitar el progreso científico. En España el porcentaje que lo cree así llega al 82 %. En otros países, como Alemania, se considera que los dos ámbitos pueden convivir sin problema.
En el informe se pone de relieve también que los españoles expresan un mayor nivel de aceptación del uso de embriones humanos en la investigación –lo cual es moralmente inaceptable en Alemania, Francia e Italia– y la edición genética de los mismos para evitar la trasmisión de enfermedades. “Los que creen que el embrión es solo un conjunto de células aceptan que se use para investigar”, explica el director.
Por otro lado, la colocación de implantes cerebrales se convierte en una idea muy acogida si se destina a corregir enfermedades neurodegenerativas (como el alzhéimer), pero es rechazada en caso de que se fuera a utilizar para aumentar capacidades mentales de una persona sin ninguna dolencia.
En cuestiones morales se ven grandes diferencias entre estados. Suscita mayor división la idea de que “la ciencia puede dar respuesta a todos los grandes problemas”, visión que apoyan los españoles (5,7). Al mismo tiempo, prevalece el acuerdo respecto al impacto negativo que puede tener la ciencia y la tecnología en el aumento del desempleo y también del peligro de guerra.
Esto no significa que estos efectos secundarios los lleven a rechazar la ciencia. “Existe una visión pasada, de los años 60, en la que se decía que viviríamos mejor sin tanta tecnología, pero es una visión romántica que realmente no enlaza con la mayoría de la población”, explica Pardo.
La desconfianza más clara se ha mostrado hacía la energía nuclear, sobre todo en Francia. “A pesar de ser un país que efectivamente abrazó a la energía nuclear, consideran que es una tecnología del pasado. Seguramente piensen que ya conseguido todo su rendimiento y no va a aportar nada más”, ha aclarado.
En cuanto a la naturaleza y la biodiversidad se refiere, todos la perciben como algo bello y en un delicado equilibrio vulnerable a la actividad humana (con medias superiores a los 7 puntos). “Están claramente en desacuerdo en todos los países en que el crecimiento económico es más importante que la protección del medio ambiente”, explica Consuelo Perera, del departamento de Estudios sociales y opinión pública de la fundación.
Además, la mayoría de los encuestados considera que la diversidad de la plantas y animales es parte fundamental de la riqueza de un país y que la extinción pone en peligro a nuestra propia especie.
Generalmente, están de acuerdo en la necesidad de reconocer el derecho a la vida de los animales de manera similar a como se hace con los humanos. Mientras que en España (media de 6,2) predomina la aceptación del uso de animales en investigaciones científicas para mejorar la salud de los seres humanos, prevalece el rechazo en Italia (4,6), Alemania (4,4) y, más aún, en Francia (4,1), y están más divididos en Reino Unido (5,0).
Respecto al cambio climático, todos los países lo consideran como un problema muy grave y tienen una percepción pesimista sobre el futuro.