Un experimento recientemente desarrollado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid muestra, utilizando medidas cerebrales y conductuales, que cuando nos encontramos en situaciones positivas o agradables tenemos mayores dificultades para inhibir o controlar nuestro comportamiento que cuando nos hallamos en situaciones negativas o desagradables.
La habilidad para inhibir los pensamientos y las acciones constituye uno de los componentes más importantes del comportamiento humano. De hecho, diversos trastornos neurológicos y neuropsiquiátricos, como la enfermedad de Huntington, el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), están caracterizados por la presencia de importantes problemas al respecto.
Las bases cerebrales implicadas en la inhibición de la conducta han sido ampliamente estudiadas en los últimos años, observándose que esta habilidad está sustentada fundamentalmente por regiones prefrontales de nuestro cerebro. Estos importantes hallazgos se han obtenido mientras los participantes inhibían sus respuestas en contextos anodinos, emocionalmente neutros. Sin embargo, en situaciones naturales debemos inhibir frecuentemente nuestras respuestas no sólo en contextos emocionalmente neutros sino también en situaciones positivas (p.e., una fiesta) y negativas (p.e., un entierro).
El presente estudio, publicado en NeuroImage por Jacobo Albert, Sara López-Martín y Luis Carretié, investigadores del Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la UAM, exploró este interesante asunto. Para ello, registraron la actividad cerebral y conductual de 30 adultos mientras realizaban una tarea Go/Nogo en la que debían responder ante ciertos estímulos (denominados Go) e inhibir su respuesta ante otros (Nogo) durante distintos contextos emocionales: negativo, neutro y positivo.
Los resultados obtenidos a partir de las medidas conductuales y cerebrales registradas fueron complementarios. Por un lado, observaron que los participantes respondían más rápidamente cuando se encontraban en el contexto positivo que cuando se hallaban en los contextos negativo y neutro, sugiriendo que las situaciones positivas generan conductas de aproximación o acercamiento. Por otro lado, observaron que los participantes necesitaban activar más intensamente los mecanismos cerebrales asociados con el control inhibitorio (i.e., mayor amplitud de Nogo-P3 y activación de la corteza cingulada anterior) cuando inhibían sus repuestas en el contexto positivo que cuando lo hacían en el contexto negativo, sugiriendo que es más difícil controlar nuestro comportamiento cuando nos encontramos en situaciones agradables o positivas.
Estos hallazgos pueden ayudarnos a comprender, entre otras consideraciones, por qué en determinadas situaciones tendemos a desinhibirnos y, por tanto, a realizar comportamientos que no llevaríamos a cabo en otras situaciones.
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