El cambio climático y la globalización están acelerando la propagación de especies fuera de su hábitat natural. Es el caso de himenópteros procedentes de Asia que se extienden por otros continentes, cuyos picotazos en personas se asocian a enfermedades agudas de riñón. Científicos españoles quieren concienciar sobre sus consecuencias en la salud.
Dolor intenso, inflamación y enrojecimiento de la piel es lo que provoca una picadura de avispa común. Sin embargo, la reacción se intensifica cuando se trata de la de la avispa asiática, cuyo pinchazo es similar al de un gran alfiler, causa un dolor agudo, y posteriormente un fuerte escozor, parecido a una quemadura. La inflamación de la piel, más extendida, y el dolor duran unas 24 horas.
Estos insectos, procedentes de continente asiático, están experimentando una expansión por otras regiones, debido a la crisis climática o a la globalización. Sucede con el avispón gigante asiático (Vespa mandarinia) que se abre paso por América, y la avispa asiática (Vespa velutina) y el avispón oriental (Vespa orientalis) por Europa. De este último hay constancia de su presencia en Cádiz desde 2012.
En sus países de origen, los expertos ya habían documentado y asociado, además de la reacción de la picadura en sí, otros efectos en la salud, como el fracaso renal agudo. “La bibliografía sobre avispas y fracaso renal agudo es escasa y procede en su mayor parte de Asia, por lo que los nefrólogos de fuera de ese continente no están familiarizados con este problema de salud”, explica Alberto Ortiz, investigador de la Fundación Jiménez Díaz y coautor de un artículo editorial en el Clinical Kidney Journal.
Según los autores, a pesar de que esta complicación está presente probablemente desde hace milenios, los informes sanitarios que existen sobre la asociación entre picaduras de avispas asiáticas y fallos o insuficiencias renales son relativamente recientes. De hecho, el primero se realizó en Tailandia en 1972, y desde entonces la mayoría han sido de Asia. Hasta enero de 2022, las bases de datos recogían 73 informes de 19 países, 15 de ellos en Asia.
“Los nefrólogos de Europa y América del Norte pueden no conocer un problema de salud que es cada vez más reconocido”, dice Sol Carriazo, investigadora en el departamento de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y coautora del comentario. En ambos continentes, la toxicidad de las avispas autóctonas es menor que la de las asiáticas.
Avispa asiática en Portugal. / Charles J. Sharp
A pesar de ello, lo que sí llega a los expertos son las noticias sobre estas especies invasoras y la alarma social creada a través de los medios de comunicación. V. mandarinia se ha detectado desde 2019 en el oeste de la Columbia Británica (Canadá) y en el Estado de Washington (EE UU), y constituye un problema para las abejas y los seres humanos.
“En Europa, V. velutina llegó a Burdeos, Francia, en 2005 y desde entonces se ha expandido a Italia, Alemania, Bélgica, Países Bajos, Reino Unido, España y Portugal, donde mata a las abejas melíferas. Ambas especies pueden inducir una lesión renal aguda o ser letales en personas”, indica Ortiz. Además, la avispa escudo negro (V. bicolor), originaria de China, y el avispón oriental (V. orientalis) también se han detectado en España.
Según un estudio, realizado por investigadores chinos del Suining Central Hospital a partir del análisis de 1.131 pacientes con picaduras de avispa, el avispón gigante asiático y la avispa asiática fueron algunas de las que causaron más hospitalización, aunque la mayoría de los casos fueron causados por el avispón de cola negro (V. basalis).
El hospital estableció un protocolo con tratamiento antialérgico o antishock; tratamiento local (eliminación de los aguijones, dexametasona local y lidocaína); eliminación de toxinas y prevención de la lesión renal aguda causada por rabdomiólisis y hemólisis; analgesia y antitoxina tetánica. En pacientes graves con múltiples picaduras, utilizaron la hemofiltración venosa continua, la hemoperfusión o el intercambio de plasma para mejorar el pronóstico con el objetivo de expulsar las toxinas que podrían provocar un fallo orgánico.
Para reducir la mortalidad de los casos más graves, los científicos aplicaron una evaluación o índice de la gravedad de las picaduras de avispa en 153 pacientes en 2020 basada en la observación de cuatro aspectos: la orina de color té, el número de picaduras, el lactato deshidrogenasa –una enzima que se encuentra en diferentes tejidos del cuerpo– y la bilirrubina total.
Si los resultados del índice de gravedad son iguales o superiores a tres, los expertos sugieren la necesidad de realizar un intercambio plasmático temprano (antes de que se cumplan las 24 horas desde la picadura). Sin embargo, en estas mismas condiciones, no consideran que la hemofiltración venovenosa continua y la hemoperfusión reduzcan la mortalidad.
Aunque esta metodología requiere aún de validación externa, los autores sugieren que la información que proporciona podría servir de guía para actuar y concienciar sobre los efectos que producen estos ataques.
Referencia:
Sol Carriazo et al. “Wasp stings and plasma Exchange” Clinical Kidney Journal.