Tras seguir muy de cerca los balbuceos de la primera cría superviviente de beluga nacida en un acuario europeo, una investigadora de la Fundación Oceanogràfic revela que Kylu comparte con su madre Yulka una llamada específica, similar a una etiqueta identificativa acústica o a un apellido familiar. Los resultados ayudarán a entender la alta mortalidad infantil en las poblaciones salvajes.
En 2016 nació la primera cría de beluga que sobrevivió en un acuario de Europa. Desde entonces Kylu ha intrigado a los científicos que se han centrado en la comunicación entre madre y cría. En estado salvaje, estos mamíferos marinos, con fuertes vínculos sociales, pasan medio año en la oscuridad y su principal sentido para percibir el entorno es el oído.
Estos cetáceos, también llamados los ‘canarios de mar’, despliegan una amplia variedad de gorjeos, chasquidos y chillidos en sus conversaciones. De hecho, es una de las especies de cetáceos que emite más cantidad y variedad de sonidos. Por eso, la investigadora Audra Ames, de la Fundación Oceanogràfic, siguió muy de cerca los balbuceos de Kylu durante sus dos primeros años de vida.
Las grabaciones permitieron mostrar que la cría comparte con su madre, llamada Yulka, una llamada específica, a modo de “etiqueta identificativa acústica”. Se trata del segundo estudio de este tipo en el mundo –el primero fue en el Acuario de Vancouver (Canadá) con la científica argentina Valeria Vergara– y el primero que cuenta con tecnología avanzada.
El trabajo revela así que Kylu habla en un rango de frecuencias mucho más amplio de lo que se pensaba. “Sabíamos que las crías de beluga emiten pulsos de sonido desde el nacimiento”, señala Ames, “pero no que pueden producir una frecuencia alta, de hasta +128 kHz”. El oído humano detecta sonidos a frecuencias entre 20 Hz y 20 kHz.
Para la científica, las llamadas de contacto son biológicamente muy importantes. “Son llamadas para mantenerse en contacto con sus congéneres. Es el tipo de llamada que produce una cría cuando necesita encontrar a su madre. Son como firmas sonoras, como etiquetas acústicas”, explica la experta, que cree que otros miembros de la familia podrían compartir esta etiqueta.
La investigación permitió también comprobar si a lo largo de los años la llamada de Kylu terminaba por parecerse a la de su madre. La respuesta es que sí: "Kylu y Yulka comparten una versión de la llamada de contacto de esta última. El intercambio de llamadas generalmente ocurre cuando Kylu y Yulka se separan uno del otro. ¡Las belugas se llaman y responden a las llamadas con bastante frecuencia!”, indica a Sinc Ames, para quien esto apoya la idea de que las llamadas de contacto se transmiten de madres a hijos.
Gracias a un hidrófono que registraba los sonidos en el agua y a la vez con cámaras, Ames ha podido asociar cada sonido con un comportamiento determinado, como si descifrara el significado semántico de su lenguaje. La investigadora identificó los sonidos observando y escuchándolos a través de un software de análisis de sonido específico llamado Raven Pro 1.5, del Cornell Laboratory of Ornithology. “Este software transforma los datos grabados en una 'imagen' de los sonidos”, explica a Sinc la experta.
“El nacimiento y el desarrollo de Kylu nos ha brindado una oportunidad única. Hemos tenido un acceso constante a Yulka y Kylu y ¡son muy habladores! Tienen una relación muy intensa con sus entrenadores, que han sido también de enorme ayuda”, dice la investigadora.
El trabajo abordó el desarrollo de las vocalizaciones y su uso (en relación a qué comportamiento se emitían), pero también el volumen al que habla Kylu comparado con los adultos, y los mecanismos de producción del sonido.
El trabajo corrobora que las belugas emplean “combinaciones de sonidos que usan en diferentes situaciones”, indica Ames que añade que pueden combinar diferentes frecuencias para decir cosas distintas, o modificar las frecuencias para cambiar el significado.
“Esta es una de las cosas que seguiremos investigando: ¿Qué significan estas manipulaciones del sonido? De investigaciones previas sabemos, por ejemplo, que las llamadas muy cortas son más bien agresivas. Queremos recabar más información sobre otros tipos de llamada y su significado potencial, en diferentes contextos y ambientes”, subraya.
La científica también quiere averiguar si las llamadas compartidas que se desarrollan en la vida temprana de las belugas permanecen en el repertorio de los animales a medida que crecen. “Si es así, ¡esto puede tener implicaciones en el mantenimiento de las relaciones con sus familiares durante largos períodos de tiempo!”, dice a Sinc Ames.
Esta investigación que permite decodificar el habla de las belugas puede esclarecer la causa de la alta mortalidad de bebés beluga detectada en algunas poblaciones salvajes.
La hipótesis es que el ruido procedente de embarcaciones, cada vez más abundantes, tapa la llamada de contacto de las crías a sus madres, y como consecuencia de ese ruido los pequeños pueden perderse, incrementando el riesgo de muerte.
De confirmarse, los investigadores alertan del peligro que supondría este fenómeno en el Ártico, donde se está produciendo una creciente contaminación acústica submarina por la actividad humana.