Un estudio internacional, publicado en la revista Nature, revela que los rayos-X son la fuente de energía responsable del aumento del brillo observado en la supernova más cercana y brillante de la Vía Láctea, la SN 1987A, desde 2001.
Una supernova es una explosión estelar que produce intensos destellos de luz que, poco a poco, disminuyen su intensidad. Sin embargo, un equipo de investigadores ha observado, después de monitorizar la luz emitida por la supernova SN 1987A, que esta ha vuelto a brillar desde 2001.
“Vimos que el material despedido tras su explosión estelar se desvaneció en los primeros 14 años, pero en la última década ha mostrado un brillo inesperado”, explica a SINC Josefin Larsson, una de las autoras del estudio e investigadora del departamento de Astronomía del Centro Oskar Klein de Estocolmo (Suecia).
Cuando se produce una supernova, la luz emitida es consecuencia de los materiales despedidos por la explosión estelar. Estos desechos surgen de la desintegración de una serie de elementos radioactivos. La interacción entre los elementos expulsados y el medio ambiente externo genera rayos X, cuya energía explicaría el aumento del brillo de SN 1987A.
“Este trabajo ha demostrado que esta supernova ha entrado en una nueva fase, donde la mayoría de sus emisiones de luz son consecuencia de la interacción con el medio externo”, indica la experta. El hecho de que los rayos X sean ahora la fuente de energía dominante refleja “la transición de supernova a resto de supernova –estructura nebulosa que resulta de la explosión estelar–”, añade.
Los investigadores analizaron SN 1987A porque es la supernova más cercana y brillante de la Vía Láctea. Se ubica en la galaxia enana Gran Nube de Magallanes (LMC, por sus siglas en inglés), que se encuentra a unos 160.000 años luz. “Todo esto permite estudiar SN 1987A con mucho más detalle que otra supernova”, apunta Larsson.
Entender la explosión de la supernova
El próximo paso es continuar la monitorización de la evolución de SN 1987A. “Con el tiempo, los rayos-X iluminarán diferentes partes de los desechos y se podrá saber cómo se distribuyeron los elementos que resultaron de la explosión”, indica Larsson. “Esto nos ayudará a comprender mejor cómo se produjo la explosión de la supernova”, manifiesta.
El seguimiento de SN 1987A también permitirá “observar los signos de la estrella de neutrones, o quizá, del agujero negro, que se formó tras la explosión”, añade la científica.
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Referencia bibliográfica:
J. Larsson, C. Fransson, G. Östlin, P. Gröningsson, A. Jerkstrand, C. Kozma, J. Sollerman, P. Challis, R. P. Kirshner, R. A. Chevalier, K. Heng, R. McCray, N. B. Suntzeff, P. Bouchet, A. Crotts, J. Danziger, E. Dwek, K. France, P. M. Garnavich, S. S. Lawrence, B. Leibundgut, P. Lundqvist, N. Panagia, C. S. J. Pun, N. Smith, G. Sonneborn, L. Wang, J. C. Wheeler. “X-ray illumination of the ejecta of supernova 1987A”. Nature, junio de 2011. DOI: 10.1038/nature10090.