El amor y la amistad no solo nos hacen sentir bien, también son fundamentales para la salud pública. Un nuevo estudio muestra que el aislamiento social incrementa alrededor de un 30% el riesgo de enfermedades cerebrovasculares y cardíacas, principales causas de mortalidad en los países desarrollados. Los autores advierten que estos resultados deberán servir para diseñar políticas sanitarias que impulsen el cuidado de las redes afectivas.
La ansiedad y la presión laboral pueden estar detrás de los ataques de corazón o los derrames cerebrales. A esta lista se une ahora la falta de afecto. Una investigación añade como factores de riesgo para estas enfermedades la soledad y una mala socialización.
Los autores del estudio publicado hoy en Heart concluyen que los efectos del aislamiento social y afectivo incrementan hasta un 30% la posibilidad de sufrir un accidente cerebrovascular o padecer una enfermedad coronaria. Este porcentaje es similar al derivado de otros aspectos psicosociales, como el estrés.
"Nuestro trabajo indica que el tratamiento de la soledad y el aislamiento social puede tener un papel importante en la prevención de dos de las principales causas de mortalidad en los países desarrollados", aseguran los autores del trabajo, de la Universidad Brigham Young de Utah (Estados Unidos).
Los resultados se extraen del análisis a más de 181.000 personas, seleccionadas desde 16 bases de datos de estudios previos. Los investigadores monitorizaron entre tres y 21 años cómo la nutrición o las horas de sueño afectaban a sus relaciones sociales.
Muchas de estas personas presentaban coincidencias con las que establecer un perfil de paciente: varón, de 55 años, con hipertensión provocada por una situación personal complicada unida al aumento de la grasa corporal por el consumo de alimentos de baja calidad fuera de casa. De esta forma, los expertos infieren que una socialización positiva está directamente relacionada con un estilo de vida saludable.
Durante el análisis, detectaron 4.628 complicaciones coronarias –ataques al corazón, anginas de pecho e incluso la muerte– y 3.002 derrames cerebrales. Estos datos suponen un riesgo del 29 y 32 por ciento, respectivamente.
A pesar de estas evidencias, los autores advierten que no se puede establecer una relación causa-efecto, ya que no se deben excluir el impacto de factores no analizados. Además, destacan que la “causalidad inversa” –personas con pocas redes afectivas pero sin trastorno alguno– incrementa el margen de error de los resultados.
El aislamiento social afecta a la salud pública
"El cambio tan rápido en las formas de interacción interpersonal requiere de estudios que aborden cuestiones como si la socialización a través de internet puede reemplazar el cara a cara y si altera las habilidad sociales”, afirman los investigadores.
Por ello, los científicos consideran que teniendo en cuenta que, en el futuro, el sentimiento de soledad entre europeos y norteamericanos irá en aumento, “la ciencia médica tiene que abordar directamente qué consecuencias tendrá en la salud física".
Uno de los mayores desafíos será, a la luz de estos resultados, diseñar políticas eficaces que impulsen las relaciones sociales fuera nuestras tabletas y smartphones. Las acciones, según los autores de este estudio, deben completarse con nuevos servicios sanitarios.
"Al igual que ocurre con los cardiólogos que denuncian lo pernicioso que es, por ejemplo, fumar o las dietas altas en grasas saturadas para el corazón, se necesita aunar esfuerzos para concienciar sobre los efectos de los aspectos psicosociales”. La soledad ya se ha relacionado con otros problemas de salud graves, como carencias en el sistema inmunitario, presión arterial alta y en última instancia, la muerte prematura.
“Décadas de investigación han documentado una influencia inequívoca de la socialización en la longevidad”, concluyen.
Referencia bibliográfica:
Julianne Holt-Lunstad, Timothy B. Smith. “Loneliness and social isolation as risk factors for CVD: implications for evidence-based patient care and scientific inquiry”.Heart, 2016. Doi: 10.1136/heartjnl-2015-308790