El alimoche (Neophron percnopterus) es una curiosa ave carroñera caracterizada por un plumaje níveo que le ha valido el sobrenombre de buitre blanco. Conocida más por ser capaz de utilizar herramientas (en África es capaz de abrir huevos de avestruz golpeándolos con una piedra), actualmente es una especie en peligro de extención a nivel mundial. Dos investigadores de las universidades de León e IE de Segovia han profundizado en el conocimiento de esta falconiforme en el entorno de la Cordillera Cantábrica, el límite noroccidental de su distribución en Europa.
Los trabajos de investigación de Patricia Mateo-Tomás y Pedro Olea están orientados para ser aplicados en conservación, y poder convertirse en una herramienta para el gestor. Es una corriente que se denomina ‘conservación basada en la evidencia’, y con la que se pretende que la conservación de especies y ecosistemas se base en hechos comprobados científicamente. “Además, intentamos acercar la escala al lugar que se va a gestionar al máximo posible, ya que los problemas que se pueden encontrar en Andalucía, por ejemplo, no tienen por qué reproducirse en la Cordillera Cantábrica”, explica Mateo, cuya tesis doctoral se centró no sólo en el estudio del alimoche, sino que incluyó también al buitre leonado (Gyps fulvus).
En las conclusiones de este trabajo de investigación, los biólogos ofrecen dos cuestiones importantes para la conservación de esta especie relacionadas con la actividad humana: el control de las molestias humanas en el entorno de los cortados de cría y el apoyo a la ganadería extensiva, especialmente de oveja y cabra.
Acción de la ganadería
En toda Europa, la fuente de alimentación más estrechamente vinculada con las aves carroñeras es la ganadería, porque ya apenas existen poblaciones de ungulados salvajes como tales, como hay en África. Mientras en el continente africano, estas aves carroñeras pueden alimentarse con los restos de ungulados salvajes, en Europa esto es en la práctica más difícil.
Una de las características que han observado los investigadores en este trabajo es la relativa “naturalización” de la población de aves necrófagas en la Cordillera Cantábrica respecto a la dependencia del alimento proveniente de la ganadería. “Esto no quiere decir que no utilicen fuentes provenientes del ser humano, sino que no existe una dependencia tan estrecha, por lo que en situaciones difíciles, como pudiera suponer para estas aves la retirada del ganado muerto siguiendo la normativa originada tras los casos de vacas locas, este sistema es más sostenible respecto a los muladares del sur de España, por ejemplo”, expone Mateo.
A pesar de este bajo grado de independencia, la acción de la ganadería sigue teniendo un efecto importante en estas aves. “Hemos observados que en zonas de Palencia y León donde ha habido un mayor descenso de la actividad ganadera de ovino o caprino, se han extinguido los territorios de alimoche”, advierte Pedro Olea.“Parece que la ganadería les puede beneficiar”, pero más concretamente el tipo de ganadería “tradicional”, esto es, extensiva con baja intensidad de cabezas, advierte la autora. Ahora, los científicos quieren analizar cómo responde el alimoche a los cambios en la estructura de la actividad ganadera que se han producido en los últimos años en el área. “Hay una substitución clara de ovino y caprino por bovino en régimen extensivo”, observan. Y son precisamente los rebaños de oveja y cabra los que, con sus características físicas, pueden proveer de alimento mejor a los alimoches.
El impacto directo
A diferencia del buitre leonado, una especie totalmente gregaria, el alimoche es territorial. Éste establece unos territorios en los que una pareja defiende y se alimenta en un área de 2 ó 3 kilómetros de su nido. Los alimoches necesitan lugares adecuados para la reproducción, que son generalmente cortados rocosos. Estas formaciones son frecuentes en la Cordillera Cantábrica. También requieren, lógicamente, de la disponibilidad de alimentos. Científicos vascos han analizado las molestias que los seres humanos pueden producir sobre el alimoche. “Algo tan inocuo aparentemente como una ruta de senderismo muy transitada o la escalada pueden causar problemas en épocas de reproducción y producir un fracaso”, indica Patricia Mateo. Los investigadores señalan además que el uso ilegal de veneno y la proliferación de parques eólicos son otras amenazas a las que tiene que hacer frente la especie en este espacio.
Otros aspectos
La población de alimoche de la Corrdillera Cantábrica está contabilizada en el estudio en unas 170 parejas repartidas en tres comunidades autónomas: Asturias, Cantabria y Castilla y León). Los autores resaltan que estas carroñeras se encuentran en la parte alta de la cadena trófica y su función es “insustituible”, al eliminar cadáveres del campo y evitar, por ejemplo, transmisión de enfermedades. “Por eso también se pueden usar como modelos o indicadores para la detección temprana de las modificaciones en el ambiente”, como por ejemplo, el uso de venenos o la propia modificación de actividades ganaderas.
Análogamente, Pedro Oleay Patricia Mateo ya han observado los beneficios que reportan las actividades humanas en los buitres leonados en este entorno natural. Los científicos calcularon que la actividad cinegética puede proporcionar alimento hasta a 1.800 buitres leonados durante los seis meses en los que se abre la veda. El resto del año, la ganadería de ovino y bovino, incluida la transhumancia, provee de alimento a los necrófagos.
A través de un trabajo observacional y de seguimiento de los buitres leonados (Gyps fulvus) que habitan especialmente la parte de la provincia de León de este sistema montañoso, los investigadores encontraron una correlación significativa con las estadísticas de caza proporcionadas por los gobiernos autonómicos de Asturias, Cantabria y Castilla y León. Los estudios revelaron un fuerte ajuste espaciotemporal entre el área en el que se establecen los buitres leonados y los lugares de caza, especialmente de ciervo común y jabalí. Además, observaron que el declive de esta actividad ganadera en la zona afectará a la población de necrófagas. Los restos de las reses ovinas y vacunas podrían alimentar a una cantidad total de 700 buitres diariamente.