Una de cada cuatro personas mayores de 65 años, altamente dependientes y que son cuidadas en domicilio pueden sufrir maltrato. La negligencia (16,4%) y el abandono (7,7%) son los principales tipos de abuso registrados. De ellos, el 40% partiría de su entorno (familiares y cuidadores) y el resto de los profesionales (sanitarios y de servicios sociales) responsables de su asistencia.
“A mayor edad y mayor grado de dependencia, mayor es el riesgo de que las personas mayores puedan sufrir algún tipo de maltrato. Entre los pacientes altamente dependientes, los que padecen un cáncer avanzado serían un grupo de menor riesgo en relación a los pacientes geriátricos”, explica Francisco Sánchez del Corral, médico geriatra y secretario de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG).
Sánchez del Corral ha dirigido en Madrid un amplio estudio sobre el maltrato en personas mayores. Los resultados indican que el principal tipo de maltrato recibido es la negligencia (16,4%), seguidos del abandono (7,7%), el abuso psicológico (3,1%), la explotación financiera (1,5%), el abuso físico (1%) y el abuso sexual (0,2%). Según el experto, “una de cada cuatro personas mayores de 65 años, altamente dependientes y que son cuidadas en su domicilio podrían sufrir algún tipo de abuso”.
El secretario de la SEGG advierte de la importancia de conocer las definiciones existentes de los diferentes tipos de maltrato antes de entrar a valorar estos datos de incidencia. “En el caso de negligencia o abandono, la responsabilidad de los profesionales sanitarios y de servicios sociales puede llegar a ser de un 60% de los casos, mientras que el resto afectaría al entorno del anciano, principalmente la familia”.
La sospecha no basta
Según la Declaración de Toronto (Canadá) de 17 de noviembre de 2002, el maltrato a mayores es un acto único o repetido o la falta de acción apropiada que ocurre dentro de cualquier relación en la que existe una expectativa de confianza, que causa daño o angustia a una persona mayor. Puede ser de varias formas: físico, psicológico o emocional, sexual, financiero o simplemente reflejar una negligencia intencional o por omisión.
“La sospecha no implica necesariamente la existencia de un maltrato al mayor, aunque se debe conocer la elevada prevalencia de este problema y tener una actitud sensible ante él. Cuando exista esta sospecha de maltrato debe hablarse en primer lugar con el trabajador social que atienda al anciano y con el equipo de atención primaria, que conoce bien a su paciente y tiene acceso directo a él”, concluye Sánchez del Corral.
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