Neil Adger, Ian Burton y Karen O’Brien han sido reconocidos con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático por incorporar la dimensión social a la ciencia del cambio climático con el estudio de las adaptaciones a impactos inevitables. Los tres galardonados son figuras clave en la incorporación de recomendaciones sobre medidas de adaptación en los informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas.
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático ha sido concedido en su decimotercera edición a Neil Adger, Ian Burton y Karen O’Brien por cambiar el paradigma de la actuación frente al cambio climático, previamente limitada a la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, al incorporar el concepto de adaptación a los impactos inevitables.
Este año el galardón reconoce la aportación de las Ciencias Sociales, premiando a tres investigadores que han liderado el estudio de “cómo las condiciones sociales y la culturales determinan nuestra vulnerabilidad al cambio climático y nuestra capacidad de adaptación”, según ha destacado el jurado.
A lo largo de las últimas décadas, la evidencia científica ha demostrado que la crisis climática avanza a un ritmo más rápido de lo esperado. Ese conocimiento ha permitido diseñar escenarios futuros que ayudan a prever el efecto del cambio climático en diferentes regiones del planeta, y cómo puede impactar sobre sus poblaciones.
El geógrafo Ian Burton (Derby, Reino Unido, 1935), profesor emérito de la Universidad de Toronto, Canadá, llegó al desafío del cambio climático desde la investigación sobre desastres naturales, y fue pionero a la hora de promover el concepto de ‘adaptación’ para hacer frente a los efectos del cambio climático que, a la luz de las previsiones, son ya inevitables.
Burton impulsó así, desde las primeras reuniones internacionales sobre el clima, una nueva área de investigación para definir las mejores estrategias de adaptación en infraestructuras, urbanismo, agricultura y arquitectura, entre otros ámbitos, y que deben ir en paralelo a los esfuerzos para mitigar el cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
A mediados de los años 90, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) ya incluyó la adaptación como ámbito de estudio de uno de sus Grupos de Trabajo. Tanto Burton como Adger y O’Brien han ejercido, a lo largo de su carrera, un papel de liderazgo en el trabajo de este grupo. Posteriormente, en 2013, la Comisión Europea desarrolló la estrategia de adaptación al cambio climático que los países integrantes de la Unión Europea, entre ellos España, han traspuesto a nivel nacional.
Adger, Burton, y O’Brien “enfatizan la importancia de la interacción entre el cambio ambiental y la globalización”, así como la necesidad de “incorporar la dimensión cultural y, centralmente los valores” a los esfuerzos de adaptación a los impactos del cambio climático que ya no se pueden detener. La investigación de los premiados, que han colaborado en numerosas ocasiones, ha sido instrumental a la hora de trasladar el conocimiento a la toma de decisiones, incorporando el ángulo de análisis propio de las ciencias sociales.
En un principio, el concepto de adaptación no fue fácilmente aceptado. Como explicó ayer por videoconferencia Burton tras conocer el fallo, quienes destacaban la necesidad de las medidas de mitigación –es decir, la reducción de emisiones de gases invernadero– consideraban contraproducente hablar de adaptación.
“Argumentaban que con la mitigación no sería necesaria la adaptación; pero yo defendí, basándome en las evidencias obtenidas en mi investigación, que necesitábamos tanto medidas de adaptación como de mitigación, porque no era posible mitigar lo bastante rápido como para evitar algunos impactos”, señaló.
Neil Adger (Ballymena, Irlanda del Norte, Reino Unido, 1964) ha concentrado su investigación en uno de los principales efectos sociales del cambio climático: las migraciones. Gran parte del trabajo de Adger, catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Exeter (Reino Unido), incluye la toma de datos sobre el terreno, con la realización de encuestas y entrevistas a población local en países como Vietnam y Bangladesh.
Sus conclusiones muestran que el grado de vulnerabilidad de una población al cambio climático depende muy directamente de medidas sociales y políticas, no únicamente del clima en sí.
El galardonado, contactado tras el fallo, resaltó que aunque los migrantes raramente mencionan de manera explícita la emergencia climática como causa de su decisión, sí que la atribuyen al dramático deterioro de fuentes tradicionales de recursos, como la agricultura, están asociados en muchos casos al clima.
Adger cree que además de actuar sobre los espacios naturales, las estrategias de adaptación deben fijarse también en las ciudades: “El flujo migratorio que predomina en todo el mundo es el movimiento de las zonas rurales a las ciudades. El cambio climático acelera este proceso, porque sus impactos restan atractivo a las zonas rurales. Las ciudades son un punto clave en la adaptación al cambio climático; necesitamos que se preparen, que planifiquen cómo adaptarse al cambio climático para resistir mejor a esta amenaza”.
También Karen O’Brien (Aquisgrán, Alemania, 1963), catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Oslo, Noruega, investiga el impacto en poblaciones vulnerables que, según su trabajo, están sometidas a una doble exposición: al cambio climático y a la globalización.
Según explicó ayer, “si en la fotografía una doble exposición se refiere a dos imágenes que se solapan y crean una imagen borrosa, con este concepto expresamos cómo los procesos de globalización y del cambio climático se superponen y crean desigualdad. Ambos procesos no solo se solapan, sino que se retroalimentan”.
La investigación de O’Brien se refiere además al concepto de adaptación introducido por Burton desde una perspectiva psicosocial y cultural. La científica habla de tres esferas de adaptación para llegar a la transformación que requiere el reto del cambio climático.
“El cambio climático es un problema que trasciende al medio ambiente; es un reto social y cultural. La adaptación ante los efectos del cambio climático requiere una transformación profunda en tres esferas –la práctica, la política y la personal– que interactúan entre sí. La práctica atañe a la tecnología y el comportamiento, la política a las estrategias y medidas concretas, y la personal a los valores. Esta transformación debe promoverse por tanto desde el ámbito tanto colectivo como individual”, reconoció.
O’Brien defiende que uno de los motores más potentes para esta transformación proviene de la educación, al igual que de los medios de comunicación como difusores del conocimiento sobre cambio climático basado en la evidencia.
Los tres galardonados coinciden en que la investigación y las acciones dirigidas tanto a la adaptación como a la mitigación revisten la mayor gravedad y exigen respuestas urgentes basadas en el mejor conocimiento. “No debemos subestimar la importancia y la urgencia del cambio climático”, señala Burton. En su opinión, “no estamos haciendo lo bastante ni en mitigación, ni en una adaptación que sea sostenible, es decir, que no revierta en un mayor impacto”.
Aun así, Burton se declara, “con cautela”, esperanzado: “El actual movimiento de protesta juvenil refleja una creciente concienciación de la sociedad hacia las poblaciones que están sufriendo incendios, tormentas extremas y sequía en otras zonas del mundo”.
Según el investigador, “es importante señalar que el sector privado, que durante mucho tiempo ha evitado expresar preocupación sobre el cambio climático, ahora está empezando a cambiar su visión, y me refiero en particular a los grandes inversores que se están dando cuenta de que deben empezar a invertir más en energías renovables”.