La enfermedad celíaca es una intolerancia permanente al gluten, una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada, el centeno, la avena y el triticale. Es la enfermedad crónica intestinal más frecuente en España, responsable de una atrofia de las vellosidades del intestino que conlleva una mala absorción de los nutrientes. En la actualidad, el único tratamiento existente para mantener controlada la enfermedad celiaca es seguir de manera estricta y de por vida una dieta sin gluten. No obstante, la comunidad científica busca nuevas terapias que posibiliten a los pacientes digerir esta proteína. Investigadores de la Universidad de Valladolid trabajan en esta línea.
“Estamos muy interesados desde el punto de vista de la investigación en estudiar estrategias de lo que podemos denominar nuevas terapias suplementarias a la dieta sin gluten, pensando en un medio o largo plazo”, explica a DiCYT Eduardo Arranz, docente e investigador del Departamento de Pediatría e Inmunología. En términos generales, añade, la investigación que están llevando a cabo consiste en “tratar de ver cómo se puede modular o modificar la respuesta inmune frente al gluten en los pacientes celiacos”.
La mayoría de personas tolera perfectamente las proteínas presentes en la dieta, incluido el gluten. Sin embargo, en los pacientes celiacos “sabemos que la respuesta inmune produce una inflamación, una alteración de la mucosa, etc”, recuerda el experto, quien añade que lo que su grupo trata de generar “es lo que se denomina respuesta tolerogénica o tolerancia oral al gluten”.
“Estudiamos distintas estrategias in vitro, en modelos, trabajando con unas células que se llaman dendríticas (células especializadas características del sistema inmunitario de los mamíferos), y lo que tratamos de hacer es modificar el gluten o los péptidos del gluten de una determinada forma, para ver si conseguimos que la respuesta inmune no sea de tipo proinflamatoria”. Aunque se trata de un modelo experimental, los investigadores han obtenido buenos resultados preliminares. “Hemos trabajado en un modelo en el que utilizamos una línea celular que se asemeja a las células del epitelio intestinal junto con esas células dendríticas que lo que hacen es intervenir en esa respuesta inmune. Es lo más parecido a lo que ocurriría en un paciente celiaco que podemos llegar a hacer y, aunque los resultados preliminares nos vienen muy bien, hay que ser muy cautos”, insiste Arranz.
Paralelamente, el grupo de investigadores está realizando estudios con determinadas bacterias probióticas. “Sabemos que los probióticos podrían intervenir en procesos de prevención o de modulación de la respuesta inmune frete al gluten”, por lo que también están analizando la función de estas bacterias en el modelo in vitro. “En el modelo observamos una interacción de todos los elementos. Tratamos de buscar algo que se parezca mínimamente a lo que se supone que ocurre y ver si hay capacidad de intervenir, de bloquear un efecto negativo o de potenciar un efecto que interesa”, resume el experto.
Mejora de los métodos diagnósticos
Asimismo, el grupo colabora estrechamente desde hace varios años con pediatras gastroenterólogos y gastroenterólogos adultos en la estandarización y uso de herramientas de ayuda diagnóstica (serología, pruebas genéticas). “En el laboratorio hacemos la genética de la enfermedad celiaca para distintos hospitales e incluso utilizamos como tecnología la citometría de flujo. Si se toma una biopsia somos capaces de obtener distintas poblaciones celulares del tejido biopsiado y estudiar cambios que se pueden dar en esas biopsias y que en ocasiones
Otra de las líneas en las que están investigando se centra en la gliadina, una proteína presente en cereales del género Triticum. “Detectamos que el intestino de los pacientes celiacos digiere la gliadina de una forma muy peculiar, lo que podría tener que ver con cambios en la flora bacteriana del intestino. Es una línea que tiene mucho que ver con el diagnóstico de la enfermedad y también con la patogenia”, apunta el investigador.