Un artículo de opinión publicado el pasado septiembre en la revista The Lancet afirma que las medidas de protección infecciosa respiratoria que se utilizan ante los pacientes de ébola “son frecuentemente innecesarias y pueden contribuir al pánico de la población”, sobre todo, en países que no se pueden permitir adquirir esos elementos de protección. Los autores explican que el virus tiene escasa capacidad para propagarse por vía aérea.
“Queremos expresar nuestra preocupación por un aspecto de la respuesta a la actual epidemia de enfermedad por virus de ébola que, hasta el momento, ha recibido poca atención y carece de un fundamento científico, lo que puede llegar a ser contraproducente”.
Así explican, en un reciente artículo de opinión publicado en la revista The Lancet, investigadores de la Universidad de Valencia y del Hospital La Paz-Carlos III de Madrid, su inquietud por las medidas de protección respiratoria frente al virus utilizadas por el personal sanitario.
Según los autores, “el virus del Ébola tiene escasa capacidad para propagarse por vía aérea, dado que el principal modo de transmisión de este peligroso virus es a través del contacto con las secreciones de los pacientes infectados (sangre, vómitos o heces) directa e indirectamente (a través de agujas contaminadas)”.
Esta transmisión suele producirse a través del contacto cercano de la familia o en centros de atención sanitaria, “especialmente cuando se producen maniobras de intubación orotraqueal o cuando se atiende a un paciente que está vomitando o sangrando”.
Los autores del texto indican que aunque estas vías de transmisión son conocidas, “las organizaciones sanitarias, incluyendo las agencias estatales encargadas de la repatriación de algunos enfermos a países desarrollados, aplican medidas de contención respiratoria y otras propias de los usos NBQ (Nuclear Bacteriológico Químico) de gran espectacularidad, recogidas de forma profusa por los medios de comunicación”.
Exceso de protección
En principio, un exceso de precauciones podría dar una seguridad aparente adicional o incluso llegar a ser tranquilizador para el personal sanitario encargado del manejo de los pacientes. Pero, como explica a Sinc Jose Mª Martín-Moreno, de la Universidad de Valencia y primer autor del trabajo, “el uso de protección respiratoria completa e intensa es innecesario para la mayor parte del manejo de los pacientes, sus excreciones o los cadáveres”.
“Es, por un lado, costosa, además de francamente incómoda”, continúa el experto. “Peor aún, este enfoque sugiere que la única defensa posible para las personas consiste en ponerse un equipo de protección individual, inaccesible para la población en general”. Además, hay que saber ponérselo y quitárselo de forma estrictamente rigurosa.
El médico insiste en que la imagen de los trabajadores con ropa protectora espectacular podría contribuir al pánico en algunas comunidades de países que no se pueden permitir adquirir dicha indumentaria. “Esto incluso puede llevar a la gente a huir de las zonas afectadas, lo que podría aumentar la propagación de la infección”.
En África occidental existe una necesidad imperiosa de un uso racional y eficiente de los equipos de protección. “Esto solo se puede lograr mediante el mensaje coherente de que la enfermedad se transmite esencialmente a través de contacto directo. Además, es esencial reducir el pánico y promover que la comunidad afectada ofrezca la base de su solución, evitando la huida del personal sanitario, atemorizado”, señala.
Los autores subrayan que esta situación también refuerza la opinión de que algunas vidas son más valiosas que otras, “desigualdades que ya fueron generadas y promovidas por las decisiones sobre el uso de quién tiene derecho a recibir el suero experimental ZMapp”.
Medidas de protección
Los especialistas sostienen que, “de acuerdo con las medidas de prevención emitidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la aplicación de las medidas que protegen al personal sanitario y a otros de la exposición a fluidos por contacto directo (guantes y batas impermeables, gafas, mascarillas, y habitaciones o un área separada del hospital) son suficientes para manejar a la mayoría de los pacientes, es decir, los que no sufren hemorragias o vómitos”.
De hecho, “las gafas y las mascarillas pueden llegar a no ser ni siquiera necesarias para hablar con pacientes conscientes, siempre y cuando se guarde una distancia de 1 o 2 metros –la distancia máxima que pueden alcanzar las gotitas infecciosas que pueden trasladar este virus, que no resiste mucho ni llega lejos flotando en el aire–”, apunta Martín-Moreno.
Así, el artículo apunta que precauciones excepcionales, como trajes presurizados con tanques de oxígeno (equipos especiales con ventilación autónoma y presión positiva), deben reservarse para las intervenciones que generan aerosoles (como exploraciones invasivas o intubación orotraqueal) o suponen hemorragias masivas, además de en los laboratorios donde se cultiva el virus.
“Son por tanto prácticamente innecesarias en el epicentro actual del problema”, explica el trabajo de The Lancet. “En el control de las enfermedades infecciosas –sobre todo en los países en vías de desarrollo–, más no es necesariamente mejor y, muy a menudo, la respuesta más sencilla es la óptima”.
En la última evaluación de la situación sobre la enfermedad publicada por la OMS con fecha 6 de octubre, la organización señala que el ébola no es una infección de transmisión aérea y que la propagación aérea entre humanos implica la inhalación de una dosis infecciosa del virus a partir de una nube en suspensión de pequeñas gotas secas.
“No se ha observado este modo de transmisión durante los amplios estudios sobre el virus realizados a lo largo de varias décadas”, sostiene el documento. “El sentido común y la observación nos dicen que la propagación del virus a través de la tos o el estornudo es raro, si es que llega a ocurrir”.
Los datos epidemiológicos que surgen a partir de los brotes de ébola no son consistentes con el patrón de propagación visto con virus en el aire, como los que causan el sarampión y la varicela, o la bacteria que causa la tuberculosis.
Teóricamente, las gotitas más grandes expulsadas por un individuo infectado con síntomas respiratorios o vómitos violentos podrían transmitir el virus a corta distancia. Según la OMS, “esto podría suceder cuando las gotitas cargadas con virus son directamente impulsadas por la tos o el estornudo –lo que no supone una transmisión aérea– sobre las membranas mucosas o la piel con cortes o abrasiones de otra persona”.
La institución también apunta en el texto que no tiene conocimiento de ningún estudio que documente este modo de transmisión. Sin embargo, indica que sí existen trabajos de buena calidad a partir de brotes anteriores que muestran cómo todos los casos se infectaron por contacto cercano directo con los pacientes sintomáticos.
Referencia bibliográfica:
Jose M Martin-Moreno, Gilberto Llinás, Juan Martínez Hernández. ‘Is respiratory protection appropriate in the Ebola response?’ The Lancet, Volume 384, Issue 9946, Page 856, 6 September 2014. doi:10.1016/S0140-6736(14)61343-X
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