Un equipo del Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social (IPHES) ha descrito una cabeza de toro espectacular, de un millón de años, con dos metros de cuernos. Los investigadores encontraron el fósil fragmentado. Una vez reconstruido, el trabajo ha permitido describir una nueva especie, Bos buiaensis, y confirmar que homínidos y toros se originaron en África del Este hace 2,5 millones de años y luego se dispersaron en paralelo fuera de ese continente.
El yacimiento paleoantropológico de Buia en Eritrea, junto al mar Rojo, donde fue encontrado un cráneo humano de un millón de años en 1995, sigue brindando extraordinarios fósiles para la paleontología.
Así lo revela el hallazgo de un cráneo de toro prácticamente completo, que sitúa el origen de los toros modernos en África. Se trata de una pieza espectacular, con dos metros de cuernos dirigidos hacia fuera, ligeramente apuntados hacia delante, y mucho más grandes que los más grandes toros de lidia actuales. Con este cráneo se ha descrito una nueva especie de toro, el Bos buiaensis.
El paleontólogo Bienvenido Martínez-Navarro, profesor de investigación ICREA (Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats) en el IPHES (Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social), con sus colaboradores de la Universidad de Florencia, Lorenzo Rook y Mauro Papini, y Yosief Libsekal, director del Museo Nacional de Eritrea, han descrito Bos buiaensis, tomando el nombre de la localidad donde fue hallado. Los resultados se publican en la revista Quaternary International.
Una restauración craneal
“Su estructura craneal, si bien presenta algunos rasgos primitivos de sus ancestros -los correspondientes al linaje de los grandes bovinos llamados Pelorovis, conocidos en la literatura científica como los búfalos de Olduvai en honor al famoso yacimiento tanzano- en general, su anatomía es ya la de un toro básicamente moderno, con el cráneo robusto en comparación con sus antecesores, adaptado a una dieta pastadora, y habitante de espacios abiertos, ya que con su cornamenta difícilmente podría moverse en ambientes forestados”, explica Bienvenido Martínez-Navarro.
El cráneo de toro fue encontrado fragmentado en diversos pedazos, algunos de ellos todavía in situ, mientras se realizaba una prospección en el área de Buia en 2003, a cargo de Lorenzo Rook, y fue extraído por Rook y Martínez-Navarro, quien luego, con el restaurador Francesco Landucci de la Universidad de Florencia, preparó la pieza hasta su reconstrucción definitiva.
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