Gracias a las huellas dactilares podemos apreciar texturas sutiles que apenas tienen una anchura de una fracción de milímetro. Así lo indica un estudio, publicado recientemente en la revista Science, que trata de comprender cómo se emplean los sentidos de la vista y el tacto para distinguir entre materiales sintéticos y naturales.
La capacidad de nuestras manos para ejecutar tareas de gran precisión como agarrar o manipular objetos, detectar pequeñas irregularidades en superficies y distinguir entre distintas texturas se basa en la sensibilidad táctil de la punta de los dedos. La información táctil es recogida y transmitida a nuestro cerebro mediante varios tipos de terminaciones nerviosas especializadas.
Las texturas ásperas cuyas dimensiones son mayores a doscientos micrómetros (la quinta parte de un milímetro, es decir, el grosor de un cabello humano) se detectan por medio de mecanorreceptores. Las estructuras más suaves se detectan mediante los corpúsculos de Pacini, que captan las vibraciones generadas al pasar el extremo de los dedos por una superficie. Los corpúsculos de Pacini se conectan a su vez con neuronas sensoriales que se encargan de transmitir la información al cerebro.
En este estudio, publicado en Science, los científicos investigaron la función que desempeñan las crestas de la yema de los dedos en la transmisión de información sobre las texturas hasta los corpúsculos de Pacini. Para ello, crearon sensores táctiles mecánicos cuyas dimensiones eran similares a las de las yemas de los dedos humanos, cubiertos con una caperuza elástica y flexible. Esta cubierta tenía dos tipos de texturas, una completamente lisa y otra rugosa, como las huellas dactilares humanas.
Según los investigadores, cuando el sensor rugoso se deslizaba sobre distintos tipos de superficies con relieve, las crestas de la ‘huella dactilar’ amplificaban y filtraban ciertas frecuencias de vibraciones y generaban una señal que coincidía con el espectro de sensibilidad de los corpúsculos de Pacini. Al cubrir el sensor con la cubierta lisa no se produjo el mismo efecto.
“Este proceso de amplificación de la señal depende en gran medida de la orientación de las crestas con respecto a la dirección en la que se desplaza el dedo”, apuntan los autores. La huella dactilar empleada en el experimento estaba marcada únicamente con crestas paralelas orientadas en perpendicular con respecto a la dirección del movimiento.
No obstante, los investigadores recuerdan que las crestas de las huellas dactilares reales adoptan formas elípticas en remolinos. Esto significa que cualquier región de la huella dactilar (y en consecuencia todos los corpúsculos de Pacini) está siempre alineada de forma adecuada con respecto a la dirección del movimiento.
“Es necesario proseguir los estudios en este campo para averiguar de qué manera afecta esto a los procesos de exploración (como la trayectoria de los dedos y la zona de contacto) empleados por los humanos al palpar texturas”, indican los investigadores.
Gran importancia comercial
La creación de una yema dactilar artificial era uno de los grandes objetivos del proyecto MONAT, el cual dio comienzo a principios de 2006 y cuya finalización está programada para el presente año. El proyecto trata de comprender cómo se emplean los sentidos de la vista y el tacto para distinguir entre materiales sintéticos y naturales.
Esta cuestión tiene una gran importancia comercial, puesto que el elevado precio de muchos productos naturales los convierte en artículos de lujo. La información generada por el proyecto ayudará a los expertos en materiales a crear objetos que no sólo sean tan duraderos y baratos como los materiales sintéticos que hasta ahora conocemos, sino que también tengan la apariencia visual y táctil de los materiales naturales.
--------------
Referencia bibliográfica:
Scheibert, J. et al. “The role of fingerprints in the coding of tactile information probed with a biomimetic sensor”. Science, 29 de enero de 2009.