El estudio mediante nuevas herramientas de análisis tridimensional de un contenido estomacal fosilizado de hace unos 215 millones de años ha revelado que los huesos que se creía que pertenecían a un reptil volador del grupo de los pterosaurios eran, en realidad, de un pequeño reptil del grupo de los protorosaurios que habría sido comido posiblemente por un pez. Así lo revelan científicos del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont y la Universidad de Valencia.
Del mismo modo que los huesos, los dientes, las huellas o incluso los excrementos de los animales del pasado fosilizan y son objeto de estudio de los paleontólogos para reconstruir el pasado, el alimento no digerido también aporta valiosa información sobre la fauna que en otros tiempos habitó en el planeta.
Excepcionalmente, el registro fósil proporciona restos de alimentos regurgitados por otros animales, es decir, expulsados por la boca cuando ya han pasado por el esófago o el estómago. El estudio, publicado en la revista PLoS ONE por un equipo internacional de investigadores, se centra en una pequeña acumulación de huesos regurgitados que se encontró en 1989 cerca del municipio de Preone (Udine, en el noreste de Italia).
En el primer artículo científico que se publicó ese mismo año sobre este fósil, los restos se identificaron y describieron como un caso insólito de contenido gástrico fosilizado formado por restos de huesos de pterosaurio, un grupo de reptiles voladores que vivieron durante casi todo el Mesozoico (hace entre 252 y 66 millones de años). El animal habría sido capturado y parcialmente comido por un pez de dimensiones considerables.
Con la tecnología disponible en ese momento, los restos se asignaron al único pterosaurio que se había descrito en esta zona, Preondactylus buffarinii. Esta hipótesis dio lugar a la reconstrucción que muestra la imagen.
Nuevos rasgos anatómicos
Investigadores del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP) han vuelto a estudiar los restos, en esta ocasión utilizando un aparato de tomografía computarizada que ha permitido obtener imágenes de alta resolución de la muestra y, especialmente, del interior de la cara oculta de la pieza, revelando rasgos anatómicos previamente desconocidos. Y han llegado a una conclusión diferente.
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"El estudio anatómico de estas imágenes, no sólo no apoya la hipótesis de que se trate de un pterosaurio, sino que ha revelado cierta afinidad con el grupo de los protorosaurios y, más concretamente, con la especie Langobardisaurus pandolfii", explica Borja Holgado, investigador principal del estudio del ICP.
Reconstrucción del protorosaurio Langobardisaurus pandolfii, parecido a la especie a la que corresponde el resto fósil analizado. / Lukas Panzarin
El nuevo trabajo ha revelado características propias de este grupo en los huesos anteriormente atribuidos al pterosaurio. "La morfología de las vértebras alargadas ahora identificadas como cervicales y las facetas articulares (las superficies donde se articulan las vértebras) de las dorsales son los rasgos más destacados que han permitido esta nueva interpretación del espécimen", comenta el científico.
Los protorosaurios son un grupo de reptiles de cuello largo parecidos a los actuales lagartos que vivieron desde finales del Pérmico hasta finales del Triásico, hace entre 260 y 210 millones de años, poco antes de que los dinosaurios dominaran todos los ecosistemas terrestres.
El investigador Fabio M. Dalla Vecchia, que también ha participado en la investigación, es uno de los expertos que en los años 90 había asignado los restos a un pterosaurio y fue él mismo quien propuso la revisión de este fósil.
"El trabajo actual confirma que es una regurgitación gástrica posiblemente producida por un pez de grandes dimensiones, como ya apuntamos en el primer estudio", expone Dalla Vecchia. Las rocas donde el fósil fue encontrado tienen orígenes marinos, pero no hay evidencia de reptiles marinos depredadores a la formación geológica de donde proviene el espécimen ni a unidades coetáneas de una amplia zona alrededor del afloramiento. "En consecuencia, un pez es el mejor candidato como productor de este resto", expone Dalla Vecchia.
La presencia de un vertebrado –presumiblemente de hábitos terrestres– en una formación marina no es del todo inesperada. El registro paleontológico de la localidad fosilífera incluye abundantes restos de organismos terrestres (reptiles, plantas y una araña) así como de materia orgánica de origen terrestre.
Referencia bibliográfica:
Holgado B, Dalla Vecchia FM, Fortuny J, Bernardini F, Tuniz C (2015) "A Reappraisal of the Purported Gastric Pellet with Pterosaurian Bones from the Upper Triassic of Italy". PLoS ONE 10(11):e0141275. doi: 10.1371/journal.pone.0141275
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