El dispositivo robótico ATLAS 2030, diseñado para ayudar a caminar a niños que sufren atrofia muscular espinal y parálisis cerebral, acaba de recibir el marcado CE de la Agencia del Medicamento y el Producto Sanitario. Este distintivo permitirá su distribución comercial internacional en hospitales y clínicas de rehabilitación.
Tras más de una década de investigación y ensayos, el primer exoesqueleto pediátrico del mundo ha recibido el distintivo CE, un ‘pasaporte’ que garantiza el cumplimiento de las directivas de la UE y permitirá que este dispositivo robótico pueda pasar de los laboratorios y los ensayos clínicos a los hospitales y clínicas de rehabilitación.
El exoesqueleto, que ayuda a caminar a niños afectados por atrofia muscular espinal y parálisis cerebral, ha sido desarrollado por Elena García Armada, investigadora del Centro de Automática y Robótica (CAR) del Consejo Superior de Investigaciones científicas (CSIC) y cofundadora de la empresa Marsi Bionics.
La concesión del certificado europeo al exoesqueleto pediátrico ATLAS 2030 fue dada a conocer ayer en la sede de Marsi Bionics, en Madrid, y contó con la asistencia del ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque; la presidenta del CSIC, Rosa Menéndez, y Elena García Armada, como responsable del proyecto.
El éxito clínico de ATLAS radica en su innovación tecnológica, ya que sus 10 articulaciones tienen la capacidad de interpretar la intención de movimiento del niño de forma no invasiva y responder a esta intención en cada paso
Según García Armada "el éxito clínico de ATLAS radica en su innovación tecnológica, ya que sus 10 articulaciones tienen la capacidad de interpretar la intención de movimiento del paciente de forma no invasiva y responder a esta intención en cada paso".
También "permite trabajar de forma pasiva, generando un patrón de marcha específico para cada paciente. Esto permite realizar una terapia muscular integral de una forma lúdica con el niño y la familia mucho más motivadora y efectiva", agrega esta ingeniera.
Durante su desarrollo y los múltiples ensayos clínicos en hospitales de referencia, se ha demostrado que su uso intensivo logra retrasar todas las complicaciones musculoesqueléticas asociadas a la atrofia muscular espinal y la parálisis cerebral.
Ayudar al paciente a caminar
El marcado CE permitirá a ATLAS 2030, de 12 kilos de peso y fabricado en aluminio y titanio, seguir cumpliendo su función de ayudar al paciente a caminar, en algunos casos por primera vez, para atenuar o retrasar la atrofia muscular., señala el CSIC en un comunicado.
El distintivo supone también confirmar un éxito del proceso de transferencia del conocimiento. Este proyecto nace como una investigación en el CAR del CSIC y la firma Marsi Bionics ha sido el vehículo para su desarrollo, comprobar su utilidad clínica y ponerlo en el mercado. Se cierra con ello un círculo virtuoso donde la investigación pública acaba logrando un hito tan importante como la comercialización el primer exoesqueleto infantil del mundo, señalan los responsables.
García Armada ha destacado la importancia de este día histórico tanto para su empresa como para las familias con niños con patologías neuromusculares: “No sólo estamos hablando del hito de ser pioneros en la aplicación de la tecnología robótica a los niños sino que, nuestro éxito, lo es fundamentalmente porque vamos a poder ser útiles y ayudar a tener una vida mejor para 17 millones de niños en el mundo”.
La atrofia muscular espinal es una enfermedad neuromuscular degenerativa que afecta en España a uno de cada 10.000 bebés. La pérdida de fuerza vinculada a la enfermedad impide a los niños caminar y, a consecuencia de ello, desarrollan complicaciones como escoliosis, osteoporosis e insuficiencia respiratoria.
Para combatir los efectos de la enfermedad, el exoesqueleto ATLAS 2030 cuenta con motores en sus 10 articulaciones que imitan el funcionamiento del músculo humano y proporcionan al paciente la fuerza que requiere para mantenerse en pie.
La estructura consta de largos soportes, llamados ortesis, que se adaptan a las piernas y al tronco del niño sin la necesidad de control torácico. Ello permite al paciente moverse en todas las direcciones, bien al interpretar y responder ante el movimiento que quiere realizar el paciente o bien al reproducir un patrón de marcha específico fijado para cada niño. Esta terapia robótica puede acompañar al paciente pediátrico en su recuperación entre los cuatro y los diez años.
“La principal dificultad para desarrollar este tipo de exoesqueletos pediátricos consiste en que los síntomas de las enfermedades neuromusculares varían con el tiempo tanto en las articulaciones como en el conjunto del cuerpo. Por eso es necesario un exoesqueleto capaz de adaptarse a estas variaciones de forma autónoma”, explica la investigadora.