Un equipo liderado por el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Josep María Trigo ha descubierto, tras más de seis años de estudio, que el cometa periódico 29P/Schwassmann-Wachmann 1 [Ubicado entre Júpiter y Saturno y con una órbita casi circular alrededor del Sol], sufre de media siete estallidos anuales, más del doble de lo que se pensaba. Los investigadores señalan que el origen de las explosiones podría ser la fractura de pequeñas regiones de la superficie del cometa, como consecuencia de un progresivo proceso de cambio de fase en los hielos, producido por la radiación solar. Las conclusiones aparecen publicadas en Astronomy & Astrophysics.
En el trabajo también han participado los investigadores Enrique García, de la Fundación Observatorio Esteve Durán, y Björn Davisson, de la Universidad de Uppsala (Suecia), y un grupo de aficionados españoles.
Trigo, que trabaja en el Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC) y en el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña, señala los detalles de la investigación: “En seis años hemos detectado 28 estallidos de este cometa que se producen sin una clara periodicidad, aunque habrá sufrido algunos más que no han podido observarse. Esto, sumado a la intensidad variable de cada uno de estos eventos apunta a la fractura como probable origen de los densos abanicos de partículas que genera este cometa”.
Las explosiones en la superficie de 29P producen chorros de partículas que se expanden desde el núcleo a una distancia de cientos de miles de kilómetros. Al ser iluminadas por el Sol, las partículas de polvo de la coma del cometa crean densas cortinas que reflejan la luz solar, por lo que los estallidos son fácilmente detectables con telescopios amateurs.
“La contribución de los astrónomos aficionados ha sido muy destacada porque ha permitido obtener una cobertura temporal sin precedentes de la actividad de este cometa. Ese patrón permite entender mejor los procesos físicos involucrados en este tipo de estallidos”, destaca el investigador del CSIC.
“La energía requerida para pulverizar e impulsar esos materiales podría proceder de la sublimación brusca de regiones del cometa ricas en hielos de monóxido y dióxido de carbono, expuestas súbitamente a la radiación solar al fracturarse la superficie. Ese violento proceso produciría de manera eficiente infinidad de partículas de pocas micras, ya que el material que forma los cometas posee una consistencia miles de veces menor que las rocas terrestres más frágiles”, explica Trigo.
El cometa 29P/Schwassmann-Wachmann 1 se mueve alrededor del Sol en una órbita casi circular situada unas seis veces más lejos del Sol que la Tierra. Situado a esa distancia, la temperatura media de su superficie es de unos 113º C bajo cero, por debajo de la temperatura de sublimación del agua que compone la mayor parte del hielo que lo conforma. Sin embargo, este cometa es muy activo y se considera el prototipo de los objetos que sufren bruscos incrementos en su luminosidad, incluso en varios cientos de veces.
Trigo destaca la importancia de la investigación: “El estudio detallado de los estallidos que experimentan los cometas nos proporciona claves importantes sobre la composición, comportamiento físico y estructura interna de estos primitivos objetos, que prácticamente no han sufrido alteración desde el origen del Sistema Solar”.
Colaboración entre profesionales y amateurs
El estudio se ha realizado empleando diversos telescopios con aperturas entre 1 y 0,2 metros, entre los que destacan el telescopio Joan Oró de 0.8 m de diámetro del Observatorio Astronómico del Montsec, en Àger (Lérida), y el telescopio de la Fundación Esteve Durán de 0.61m, en Seva (Barcelona). Asimismo, los investigadores han utilizado cámaras CCD (Dispositivo de Cargas interconectadas, en castellano) que permiten detectar sutiles cambios en la luminosidad de este cometa.
En el seguimiento continuo de la actividad de este cometa también han participado experimentados astrónomos amateurs con telescopios de entre 20 y 40 centímetros y cámaras digitales. “Varios observatorios amateurs, como el Observatorio de Gualba (Barcelona), el de Guadarrama (Madrid), el de la Cañada (Ávila) y el Municipal de Murcia, han contribuido muy significativamente al estudio”, detalla Trigo.