El metano, un gas de efecto invernadero 20 veces más potente que el dióxido de carbono, es un hidrocarburo que se produce durante la descomposición de la materia orgánica, y un componente fundamental del gas natural. Por ahora “sólo sabemos quemarlo – afirma el catedrático de Química Inorgánica de la Universidad de Sevilla Ernesto Carmona- pero si se pudiera convertir en metanol, que es un producto básico para la industria química, supondría un beneficio extraordinario”.
Carmona, ponente de la conferencia inaugural de la “IV Semana de la Ciencia” que celebra estos días la Facultad de Ciencias, Estudios Agroalimentarios e Informática de la Universidad de La Rioja, investiga la formación y activación de enlaces carbono-hidrógeno, cuya finalidad sería “poder utilizar hidrocarburos saturados muy abundantes, como el metano, como fuente de productos químicos, de material de partida para la industria química”.
En concreto el metanol, más conocido como alcohol metílico, es un compuesto químico de uso común en anticongelantes para vehículos, disolventes y para la fabricación de plásticos. También se usa como combustible, en aplicaciones que van desde las bombonas de camping-gas hasta el desarrollo de pilas que sustituyan las tradicionales baterías de ion-litio de los ordenadores portátiles y otros dispositivos electrónicos de pequeño tamaño.
Su obtención a partir de metano - “todavía muy difícil”, según puntualiza Carmona, miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de la Royal Society or Chemistry (Reino Unido) y de la American Chemical Society (Estados Unidos) – sería un gran paso para que este gas pudiera considerarse una alternativa seria frente al uso, por parte de la industria química, de derivados del petróleo.
El metano se produce de forma natural al descomponerse la materia orgánica en ambientes pobres en oxígeno (sobre todo en vertederos, arrozales y pantanos), como subproducto de la digestión de animales como los rumiantes, durante el proceso de extracción de combustibles fósiles y también al quemar biomasa.
Es uno de los gases recogidos en el Protocolo de Kioto, por su contribución al efecto invernadero. Aunque permanece en la atmósfera menos tiempo que el CO2, las recientes noticias sobre la emisión de grandes cantidades de metano en el Ártico han disparado la alarma.
Este aumento exagerado de metano se debe -según las investigaciones realizadas por el científico ruso Igor Semiletov- al deshielo de las capas de agua subterránea (permafrost) por el aumento de temperaturas en la zona. Así, el calentamiento global permite la liberación del gas acumulado en el subsuelo ártico, y a su vez este aumento en las concentraciones de metano acelera el cambio climático.