Termitas, abejas y hormigas viven en sociedades organizadas en las que conviven diferentes generaciones de individuos que se cuidan los unos a los otros. Un nuevo trabajo revela ahora las claves de la evolución genética de las termitas para desarrollar un estilo de vida colectiva similar al de las hormigas, teniendo en cuenta que sus orígenes fueron diferentes.
Las sociedades complejas de insectos gigantes como las de hormigas, abejas y termitas despertaron la fascinación de Darwin y la de muchos de sus sucesores. Su forma de vida colectiva, denominada eusocialidad, se caracteriza por la coexistencia de diferentes generaciones dentro de una misma colonia, un cuidado cooperativo de las crías y la presencia de castas especializadas reproductivas (en general la abeja reina, o la termita rey o reina) y no reproductivas (estériles).
Sin embargo, a pesar de que las sociedades de termitas y hormigas son muy similares, evolucionaron de forma independiente. Mientras que las termitas surgieron de las cucarachas hace unos 150 millones de años, las hormigas y las abejas aparecieron 50 millones de años más tarde en una rama muy diferenciada del árbol de la vida de los insectos.
Para entender las claves de la evolución de su vida colectiva, un equipo internacional de investigadores ha secuenciado por primera vez el genoma de una cucaracha llamada Blattella germanica, y el de una especie de termitas, Cryptotermes secundus y ha comparado la base molecular de un grupo y de otro. Los resultados se han publicado en la revista Nature Ecology and Evolution.
Orígenes diferentes, misma evolución
Los genomas, la actividad genética y el proteoma –el conjunto de proteínas que codifican para un genoma– de tres especies de termitas se compararon con los de la cucaracha. Los resultados se compararon luego con los genomas de 15 insectos más, algunos de los cuales son eusociales y otros no.
Con la ayuda de algoritmos especializados, los científicos, entre los que se encuentran expertos del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra (UPF), reconstruyeron la configuración genética de los antepasados de las actuales termitas para detectar la aparición de las mutaciones que permitieron la evolución de la eusocialidad.
El estudio ha desvelado, por un lado, que hay regiones del genoma que codifican quimiorreceptores, unas proteínas implicadas en la comunicación por medio de estímulos químicos. “La comunicación es esencial en todas las interacciones biológicas, en especial para los organismos sociales; mientras que los humanos utilizamos el lenguaje, los insectos se comunican, sobretodo, químicamente”, explica Xavier Bellés, del IBE. Estos resultados son muy similares a los obtenidos anteriormente en estudios previos sobre la evolución de la eusocialidad en abejas y hormigas.
Un análisis más profundo muestra que una familia de quimiorreceptores presente en las termitas y claramente diferente a la de abejas y hormigas se especializó en el reconocimiento de feromonas. “Se trata, sin duda, de un caso clásico de evolución convergente: tanto las termitas como las abejas y las hormigas desarrollaron mecanismos moleculares similares hacia un estilo de vida eusocial, estando sometidos a presiones selectivas similares”, afirma el primer autor del estudio, el experto en genómica Mark Harrison, del Institute for Evolution and Biodiversity de la Universidad de Münster (Alemania).
“Esto sugiere que no debe de haber muchas otras soluciones para inventar, evolutivamente hablando, una organización eusocial dentro del grupo de los insectos”, sugiere el científico español.
Los investigadores hallaron otros indicios de más convergencias. Es el caso de unos genes que tienen un papel clave en la síntesis de hidrocarburos en la cutícula de los insectos, y que podrían ser importantes en la comunicación.
Uno de los resultados principales del estudio es que los cambios en el genoma que favorecieron las adaptaciones moleculares de las termitas se produjeron gracias a los transposones, unas regiones de ADN que tienen la capacidad de duplicarse y cambiar de posición, y de viajar, dentro del genoma.
“Dedujimos que, mucho antes de la evolución de las termitas, un tipo muy concreto de transposones conllevó la expansión de familias de genes implicados, muy probablemente, en la comunicación”, comenta Evelien Jongepier, también de la Universidad de Münster. Los transposones representan una buena parte del genoma de las cucarachas y de las termitas, y probablemente contribuyeron a la extensión de las proteínas implicadas en la comunicación social.
Referencia bibliográfica:
Harrison M. C., Jongepier E., Robertson H. M. et al. (2018). “Hemimetabolous genomes reveal molecular basis of termite eusociality” Nature Ecology and Evolution, doi:10.1038/s41559-017-0459-1
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