Justo hace un año la sonda Philae ejecutó su histórico y accidentado aterrizaje sobre el cometa 67P, tras desprenderse de la nave Rosetta. Desde entonces, los científicos de la misión han tratado de restablecer la comunicación con el aterrizador. No han perdido la esperanza, pero tendrán que conseguirlo antes de que Rosetta, que actúa de intermediaria, impacte contra el cometa el año que viene.
Un año después del histórico aterrizaje de Philae sobre la superficie del cometa, el equipo de la misión todavía guarda esperanzas de reestablecer el contacto con la sonda. Mientras tanto, ya se está preparando el épico final de la misión: Rosetta impactará de forma controlada con el cometa el año que viene.
Rosetta llegó al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko el 6 de agosto de 2014. Tras realizar un primer reconocimiento para seleccionar el lugar de aterrizaje más adecuado, Philae se separó de la sonda y se posó sobre la superficie del cometa el 12 de noviembre.
Philae aterrizó en la región Agilkia como estaba previsto, pero no logró anclarse al cometa y rebotó hacia la zona de Abidos. Los responsables de la misión han representado su trayectoria en una animación, en la que se han utilizado los datos recogidos por Rosetta y Philae para reconstruir la orientación y la rotación del módulo de aterrizaje.
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A lo largo de este último año, se ha realizado un minucioso análisis de este inesperado rebote. Philae contaba con tres métodos para fijarse al cometa: tornillos de hielo, arpones y un pequeño motor. Los tornillos habían sido diseñados pensando que la superficie de 67P sería relativamente blanda, pero el terreno en Agilkia resultó ser demasiado duro para que esta técnica funcionase.
Los arpones eran capaces de anclar el módulo a un terreno duro. Se dispararían al entrar en contacto con la superficie, mientras un pequeño motor empujaba al módulo hacia abajo para contrarrestar el retroceso del disparo. Los intentos para activar este motor la noche antes del aterrizaje habían fracasado: probablemente debido al fallo de una junta o de uno de sus sensores.
Más tarde, en el momento del aterrizaje, los arpones no se dispararon. “Pensamos que el problema fueron los cuatro ‘puentes explosivos’ responsables de detonar los arpones, o el explosivo en sí, que se podría haber deteriorado durante el viaje al cometa”, explica Stephan Ulamec, responsable del módulo Philae en el Centro Aeroespacial Alemán (DLR). “No obstante, si conseguimos reestablecer el contacto con Philae, intentaríamos disparar los arpones de nuevo”. El motivo sería puramente científico, ya que los arpones tienen unos sensores diseñados para medir la temperatura en el subsuelo del cometa.
A pesar de su imprevisto rebote, Philae consiguió completar el 80% de su primera secuencia de actividades científicas antes de entrar en modo de hibernación el día 15 de noviembre, cuando se agotó su batería principal. La iluminación solar en el nuevo punto de aterrizaje no era suficiente para recargar las baterías secundarias, un aspecto clave para poder continuar con las observaciones.
Solo contactos intermitentes
Se esperaba que a medida que el cometa se aproximase al Sol, de camino hacia el perihelio, punto que alcanzó en agosto de este año, Philae recibiría suficiente energía para volver a activarse. De hecho, se estableció contacto con el módulo el 13 de junio, pero sólo se pudieron realizar ocho contactos intermitentes entre esta fecha y el 9 de julio.
El problema fue que la mayor proximidad al Sol también provocó el aumento de la actividad del cometa, forzando a Rosetta a alejarse varios cientos de kilómetros por motivos de seguridad, más allá del alcance de la radio de Philae.
No obstante, ahora que la actividad del cometa está decayendo, Rosetta se ha empezado a acercar de nuevo. Esta semana se situó a 200 kilómetros del cometa, el límite para establecer contacto con Philae, y hoy descenderá hasta una cota de 170 km.