En una sociedad más informada que nunca, ¿cómo logrará la especie humana evitar los mismos errores que las civilizaciones que ya han colapsado? El paleontólogo e historiador Eudald Carbonell, que lleva toda su vida estudiando la historia de nuestra evolución, tiene la convicción de que para llegar a una verdadera humanización de la especie es necesario un pensamiento social crítico. Ahora mira hacia adelante en un nuevo documental, En busca del futuro perdido.
Eudald Carbonell (Ribas de Freser, Girona, 1953) lleva más de treinta años dedicado a estudiar la evolución humana, y especialmente cómo hemos aprendido a utilizar tecnologías y herramientas que nos han hecho ser lo que somos hoy. Por eso, cuando mira hacia el futuro, este arqueólogo y paleontólogo, codirector de Atapuerca, es crítico con su propia especie. Para él, si queremos evitar desastres del pasado, no basta con el desarrollo tecnológico: debemos aprender a transformar el conocimiento en pensamiento, y respetar la diversidad de culturas humanas. Sin evolución cultural no podremos crear un futuro mejor.
Además de plantear estas ideas entre sus colegas investigadores, quiere hacer reflexionar a la sociedad sobre su propio devenir y su conciencia como especie. En el nuevo documental En busca del futuro perdido, dirigido por el periodista Luis Quevedo, Carbonell viaja desde el calor africano al frío del Ártico, atravesando Laponia, Turquía y la jungla maya, para encontrar en el pasado pistas sobre el futuro de nuestra civilización. La nueva road movie protagonizada por exploradores científicos se estrena el 30 de septiembre en La 2 de TVE.
¿En qué ha consistido esta nueva aventura?
La película forma parte de una serie de documentales sobre la evolución humana y la proyección como especie del Homo sapiens. Este documental completa al primero, En busca del primer europeo, donde explicamos la importancia que tiene la conciencia de especie en el ser humano. Esta road movie pone de relieve lo que está pasando con ella y cómo se ha llegado a este momento. El documental no solo atrae desde el punto de vista del conocimiento, sino también del pensamiento.
Y para generar pensamiento han viajado a Sudáfrica, Turquía, el Ártico y otros lugares. ¿Qué respuestas han encontrado allí?
El paisaje de cada lugar ha aportado unos conceptos fundamentales. Cuando fuimos a Botsuana y Sudáfrica nos dimos cuenta de que había una sociedad que estaba desapareciendo debido a la falta de diversidad. Esto ha dado lugar a un proceso de homogeneización en el que se han perdido sus culturas y sus tradiciones por la inmersión en un mundo moderno y su poca capacidad de mutación y de adaptación a los cambios. Y esta es la imagen de nuestra propia especie en la evolución. Si no se potencia la diversidad, la propia homogeneidad de la especie hará que desaparezca.
¿Estos grupos humanos son entonces el reflejo de nuestra civilización?
Son nuestros antecesores. Estos grupos humanos son nuestro testimonio vivo de especie más antiguo. Se encuentran en una situación tremenda de desintegración y desaparición como cultura y estructura, e incluso de lenguaje. En realidad muestran lo que se consigue con la pérdida de diversidad.
Carlota Par, Luis Quevedo y Eudald Carbonell durante el rodaje. / Turkana Films
¿Qué otros ejemplos se reflejan en el documental?
El de Oriente Medio hace 10.000 años, con el nacimiento de los primeros templos. Hablamos sobre la evolución humana, su relación con el clima, su capacidad autodestructiva, pero también sobre la esperanza de una especie que puede reflexionar sola gracias a la ciencia y la tecnología.
Todas estas sociedades antiguas que han visitado han colapsado. ¿La nuestra va por el mismo camino?
Efectivamente. Esto nos puede ocurrir si en el futuro no pensamos en una conciencia de especie bien establecida, si no convertimos el conocimiento en pensamiento. En lugar de homogeneizar los procesos culturales, sociales y económicos, deberíamos integrar la diversidad y ser más listos, más capaces y más sociales. Si no lo hacemos, perderemos la capacidad de adaptación a los distintos medios que hasta ahora han permitido la convivencia de diversos grupos culturales y sociales.
¿Ahora en qué situación nos encontramos?
La revolución científica y tecnológica ha permitido por primera vez que la selección natural quede matizada por la evolución técnica y cultural. Por eso en el futuro tenemos que controlar muy bien qué conceptos tienen que organizar nuestra especie para seguir evolucionando en este marco de traslación histórica tan importante. Si no lo hacemos así, las propias contradicciones harán que nuestra especie acabe mal, como lo han hecho muchas especies.
¿Qué tenemos que hacer para no cometer los mismos errores?
Tenemos que mirar hacia el futuro y generar una conciencia crítica de especie, preguntarnos qué queremos construir, qué queremos ser como especie, cómo queremos que la diversidad se mantenga y cómo integrarla. Tenemos que pensar que formamos parte de un mismo conjunto genético y una misma estructura social, a nivel general y etológico. Estos conceptos deben prevalecer sobre los de poder, de desigualdad, de destrucción y de falta de complementariedad.
Respecto a esto, ¿se muestra más bien optimista o pesimista?
Yo soy un optimista. Tengo mucha esperanza en el futuro, más que fe en el ser humano. Estas cuestiones que nos llevarán a una situación de gran complejidad son las que nos pueden permitir organizarnos después de que ocurra un colapso. Es probable que la humanidad camine hacia la gran catarsis, pero quizá sea necesaria para replantearnos qué nuevos conceptos deben articularla.
¿Y cuándo cree que se producirá esta catarsis?
En decenas de años, ahora… En el siglo XXI.
¿Cómo se reflejará?
Pues como ya está ocurriendo: en la desestructuración, la generación de más desigualdades, y por supuesto la creación de conflictos de todo tipo que se verán alimentados por movimientos demográficos y por la incapacidad humana de socializar el conocimiento y la energía del planeta. Necesitamos nuevas energías que sean más sociales y más limpias, y humanos que piensen más en la especie y menos en el poder individual. Los grandes conceptos que han dominado siempre los lenguajes y el espíritu humano aplicados ahora en el marco de una gran revolución científica y tecnológica modificarán cualquier tipo de relación social existente en el planeta.
Los protagonistas viajaron hasta el Ártico. / Turkana Films
¿Es este aspecto científico y tecnológico lo que nos hace diferentes de las otras civilizaciones?
Sí, nosotros tenemos una gran oportunidad en nuestra inteligencia y conciencia operativas. Y esta es la diferencia entre un animal que no tiene esta capacidad y los humanos. Somos capaces de acumular, por cultura, mucha información como otros tipos de animales, pero solo los humanos pensamos. Mientras que la cultura es acumulativa, el pensamiento es algo interno.
¿Cómo se plantearon todos estos conceptos en el rodaje del documental?
En el equipo éramos tres generaciones, y a mí me tocó el papel de abuelo, de científico mayor, que tiene mucha experiencia y que ha viajado mucho, y que lleva mucho tiempo trabajando y publicando. Luis Quevedo desempeñaba el papel de transmisor: un hombre joven pero culto y organizado. Y luego el de Carlota Par, una chica joven que no sabe qué hacer con su vida y tiene que tomar decisiones con la incertidumbre del mundo en el que está viviendo. A través de este triángulo se plantea la toma de conciencia y la posibilidad de cambiar el conocimiento por el pensamiento.
¿Qué experiencias destacaría?
Cada vez que viajas te das cuenta de la precariedad en la que viven muchas de estas culturas que visitas y de la poca permanencia que tienen. Es como si vieras algo que está a punto de desaparecer o que ya ha sido fosilizado, roto o corrompido por la propia dinámica histórica. Esto te hace pensar mucho en esta gran diversidad de humanos que existe y que cuando las estructuras homogéneas, dominantes y de poder entran en contacto con estos espacios, acaban destruyéndolos.
¿Qué es lo que más le ha sorprendido?
Cuando ves las sociedades que viven en el Ártico, cerca del círculo polar, en el frío extremo, te das cuenta de las condiciones de adaptación humana que tenemos gracias a nuestra inteligencia y la tecnología para adaptarnos. Al ver las grandes pirámides construidas por los mayas piensas en el número de árboles que cortaron para hacerlas y cómo contribuyeron a la destrucción de su medio. Con la desaparición de estas grandes civilizaciones te das cuentas de lo que tenemos que aprender y cómo tenemos que manejar la ciencia y la tecnología con conciencia de especie.
¿Qué es lo que más admira de nuestra especie?
El pensamiento y nuestra inteligencia operativa; es decir, la capacidad que tenemos de organizarnos a través de la conciencia, de transformar nuestro entorno y de cambiar nuestra forma de pensar y de ser.
¿Y en su vida qué busca usted?
En la Cuna de la Humanidad en África seguimos buscando desde hace cuatro o cinco años los homínidos que no hemos encontrado en Atapuerca, que datan de menos de un millón y medio de años de antigüedad. Nos gustaría completar esta serie evolutiva para tener y conocer exactamente cómo la diversidad humana nos ha hecho este regalo hasta llegar hasta nuestra especie.
Carbonell conversando con Quevedo y Par en los templos mayas. / Turkana Films